lunes, 29 de abril de 2013

ENCUENTRO CON LOS NIÑOS: CAP SKIRRING-DIEMBERING 31/03/2013

Desayunamos tranquilamente y bajamos a la playa ya que habíamos quedado con las mozuelas por lo de la trenza y el pareo. En el camino nos encontramos con Nicky y Jana que venían de pasear por la playa. La noche anterior ellas habían salido con Gemma, Alex y Carlos y habían hablado de ir a comer a Kabrousse y después pasar la tarde en Diembering. Nosotras aceptamos encantadas y quedamos que nos veríamos en el campamento dentro de un rato. Después de llegar hasta el final de la playa vimos a nuestras amigas senegalesas que también andaban en nuestra busca y nos sentamos debajo de un árbol a tomar té y a que ellas hicieran su trabajo. Mientras una me trenzaba el cabello la otra iba montando su chiringuito con sus pareos y toda su bisutería artesanal. Se acercó un chico muy atractivo, Paco se llamaba, que resultó ser el hermano de la que me hizo la trenza y en que momento dije que este chico era guapo que la hermana ya me quería casar con él y el propio Paco me quería llevar detrás de donde estábamos para "hablar".
Al final nos vimos tan presionadas que decidimos dejar el té a medias, pagarles por la trenza y los pareos e irnos al campamento de nuevo. Allí estaban nuestros nuevos compañeros de viaje esperándonos, así que nos pusimos en marcha y fuimos rodeando Cap Skirring por la playa hasta que llegamos al final. Para hacer un poco de tiempo nos tumbamos un ratito en la arena y nos dimos un chapuzón en el mar. Hablamos un poco: de que nos conocíamos, que viajes habíamos hecho, a que nos dedicábamos en España... y así se nos hizo la hora de comer. Llegamos hasta Kabrousse y después de que en dos restaurantes nos dijeran que ya no servían comidas fuimos a parar a otro restaurante con muchísimo encanto que se llamaba "El Jardín de Kabrousse". Comimos todos lo mismo, el plato nacional: Thiebou yapp. Es un plato de arroz con verduras acompañado con pollo o ternera. La verdad es que era la primera vez que lo probaba y estaba exquisito.
De Kabrousse tomamos dos taxis (ya que al ser siete personas teníamos que dividirnos) para que nos acercaran a la Gare Routier de Cap Skirring y coger allí un set-place que nos llevara a Diembering. En la Gare Routier mientras esperábamos a que llegaran el resto de compis, vimos como un grupo de musulmanes rezaban (los hombres delante y las mujeres detrás) en medio de la multitud en plena calle. Al compás saltaban unos pollitos cerca nuestro y se me ocurrió cantar la canción de "El Pollo": eeeeeel polloooo....el pollo con una pataaa, el pollo con las dos pataaaaas, el pollo con las alitaaaas, el pollo con la colitaaaa...acompañándolo del baile. Automáticamente dos transeúntes empezaron a imitarme y a cantar y acabamos todos bailando "El Pollo".
Como éramos siete no hacia falta esperar a que el set-place estuviera lleno, éramos los ocupantes justos y tan solo perdíamos tiempo para pactar el precio por el trayecto. Suerte teníamos que Alex había viajado en varias ocasiones a Senegal, hablaba fluidamente francés y sabía a la perfección los precios que debíamos pagar, así que la pérdida de tiempo y las estafas se redujeron notablemente.
Diembering es un pueblecito de costa situado en las dunas de la playa. Está a unos quince o veinte minutos en coche de Cap Skirring, el trayecto es corto a pesar de que la carretera no es de las mejores. Por las aptitudes mencionadas, asignamos a que Alex fuera siempre de copiloto, él se entendía sin problema alguno con el chofer, incluso llegaron a bromear alguna vez y le convenció para que este nos esperara en el pueblo mientras nosotros lo visitábamos. Llegamos a Diembering y el chofer nos dejó en lo que se veía claramente que era la plaza del pueblo. Un formager gigante destacaba sobre todas las cosas que nuestros ojos podían observar alrededor. Cualquier foto que se le hiciera a ese enorme árbol por mal que estuviera hecha era una auténtica maravilla.
 
EL GRAN FORMAGER
 
A la sombra del formager había un grupo de niños que detuvieron al instante sus juegos para acercarse al grupo de toubabs que acababa de llegar. Fuimos en todo momento su atracción y nos acompañaron durante las horas que estuvimos en el pueblo. Como yo tenía escuchado a un cantante de esa localidad llamado Metzo Djatah que le dedicó hace unos años una canción a su pueblo, les puse a través del móvil la canción de "Diembering" a los pequeños y no me asombró en absoluto que todos se la supieran de cabo a rabo.
Decidimos pasear por el pueblo y a cada uno de nosotros se nos agarró un niño de la mano. Algunos de nosotros llevábamos hasta dos en cada mano, lo que fuese con tal de que esas preciosidades no se pelearan por estar cerca del toubab. Mi pequeño se llamaba Nasser y tenía diez años.
 
 
NASSER
 
No hacía falta hablar, tan solo con mirarles y sonreírles podías leer a través de sus ojos que estaban contentos por nuestra visita y seguro que ellos a través de los míos también leían la felicidad que me causaba lo que me estaban haciendo vivir.
Atravesamos un intento de campo de futbol que no era más que una explanada sin porterías y llegamos a la playa...aquello era indescriptible. Jamás en mi vida he visto un rincón tan bonito como aquel, la playa de Diembering. El sol se reflejaba en el mar como un gran faro que quiere alumbrar a todas horas aquel precioso paisaje.

 
No quise mojarme los pies como el resto de los viajeros, estaba tan ensimismada con la estampa que no quería perderme ni un minuto del movimiento del sol...y miré tanto que se me cruzó en mis narices un mozuelo y adiós sol, adiós playa y adiós todo. Enseguida comenzamos a charlar, lo vi demasiado jovencito pero aun así me alegraba la vista. Era tan hermoso como el sol de Diembering y su rostro parecía tallado en la mejor madera de Senegal. Se llamaba Pierre y tenía dieciocho años. Al menos es mayor de edad pensé...pero recuerdo que Nicky me dijo, déjalo aquí que madure y la próxima vez que vengas lo tendrás a punto de caramelo.
Algún amigo suyo que entendía más español del que pensábamos, captó que Pierre me gustó y se lo dijo. Enseguida Pierre me preguntó cuanto tiempo me iba a quedar en Diembering y lamentablemente en unas horas me marchaba. Me dijo que aprendería castellano para la próxima vez que fuera a verle y yo le dije que levantaríamos juntos nuestra casa a orillas de la playa y que tendríamos muchos perros. A pesar de todo nos hicimos fotos, intercambiamos los mails y las direcciones postales.
Pierre y los peques nos acompañaron de nuevo a la plaza del formager donde nos esperaba el set-place. A mitad de camino desenfundamos las cámaras para hacernos un par de fotos con los niños y con este gesto llego la revolución. Todos querían que les hiciéramos fotos; con nosotros, con el balón, luchando, saltando, posando como modelos...el caso era hacer fotos y más fotos.

 

 

Cuando decidimos poner fin a la sesión fotográfica, Pierre y yo nos despedimos y ambos prometimos escribirnos por cualquiera de las dos vías que teníamos y yo le di mi palabra que le mandaría las fotos que hice para que las repartiera con los chavales. Y como dijo Nicky, dejé al muchacho madurando en Diembering. Au revoir Pierre, mon amour...


PIERRE
 
De vuelta a Cap Skirring estábamos tan contentos del fabuloso día que habíamos pasado que cualquier cosa nos hacía reír. Cada x metros en el asfalto habían unos surcos en el suelo hechos a conciencia para evitar la velocidad del tránsito y al chofer le dio por pisar el acelerador cuando llegábamos a la altura de cada agujero lo que a nosotros nos provocaba unas carcajadas de infarto seguidas de un "¡¡¡Uuuueeeeeeeeeeeee!!!". Acabamos todos desparramados de risa incluido nuestro conductor y así se repitió una y otra vez la fiesta dentro del set-place hasta que llegamos al campamento.
Nos duchamos y nos quedamos a cenar en el restaurante del campamento. Nos sirvieron "poisson Capitein", un pescado muy sabroso aunque con mucha espina.
Después de cenar quedamos que al día siguiente desayunaríamos juntos alrededor de las 9 porque a las 10 pasaba a recogernos el mismo chiflado que nos había llevado a Diembering, para llevarnos a Elinkine y allí coger la piragua que nos llevaría hasta la Isla de Karabane.
¡Seguro que mañana sería un día muy especial!

domingo, 28 de abril de 2013

PRIMEROS CONTACTOS: GAMBIA-ZIGUINCHOR-CAP SKIRRING 30/03/2013

El profesor nos despertó una hora antes de que abriera la frontera así que decidimos asearnos como pudimos y fuimos a ver si veíamos algo para comer en una "Tangana" que es algo parecido a un local de comestibles. Justo cuando la señora del local comenzó a batir los huevos para hacernos un bocadillo de tortilla vimos que paraba nuestro set-place a la altura del chiringuito de la policía, ¡¡¡nos vamos!!! y dejamos a la pobre mujer batiendo huevos y con la boca abierta. El trayecto hasta Ziguinchor duró unas dos horas aproximadamente y a mitad de camino tuvimos que despedir a nuestro ángel de la guarda, Mohamadou, pues él llegó a su destino y se despidió de nosotras dejándonos su número de teléfono. No dudéis en llamarme si necesitáis cualquier cosa, nos dijo...¡que hombre tan agradable! Pero nuestro viaje seguía y aunque nos dio mucha pena sabíamos que no volveríamos a verle. Cuando llegamos a la Gare Routier de Ziguinchor, como es costumbre, sufrimos una avalancha de todos los vendedores ambulantes y de los taxistas amigos, pero nosotras debíamos encontrar otro set-place que nos llevara hasta Cap Skirring, pues aunque en nuestros planes no entrara visitar esta localidad al final decidimos que después de viajar tantas horas necesitábamos un lugar de descanso durante unos días. Íbamos sentadas otra vez en la parte trasera del vehículo, pero sabíamos que era un trayecto relativamente corto, lo que no podíamos imaginar es que el chofer iría dando cabezazos durante todo el viaje mientras conducía, algo que nos puso a las dos realmente nerviosas, pero con suerte llegamos sanas y salvas a Cap Skirring. En la Gare Routier de Cap Skirring se repite el mismo ritual de vendedores y taxistas y al azahar escogemos al que nos llevará al campamento que elegimos dos minutos antes en la guía Lonely Planet. El campamento se llama Paradise y es una auténtica maravilla, el trato al cliente es estupendo y la situación inmejorable. Desde el comedor veíamos buena parte de un escenario de ensueño, palmeras, arena y mar...sin lugar a duda, mereció la pena esta aventura.
Después de darnos una relajante ducha (que falta nos hacía) y comer algo en el restaurante, optamos por bajar a la playa y pasar toda la tarde tostándonos al sol y probar el inmenso mar africano.
Podemos decir que esa playa es el punto de encuentro entre el turista, el local y las vacas domésticas que disfrutan tanto del lugar como lo puede hacer cualquier humano.


Nosotras queríamos sol, relax y silencio, pero fue imposible. Durante las 4 horas que estuvimos en la playa no hubo ni un solo momento que pudiéramos estar solas y tranquilas. Se acercaron unas mujeres que vendían collares, pulseras y llaveros artesanales y después de comprarles algunas cositas nos trajeron a sus niños para que los viéramos. A Núria se le había antojado un pareo estilo africano y yo como siempre, quería que me hicieran una trencita en el pelo con hilo pero no llevaban las herramientas y quedamos en encontrarnos al día siguiente temprano en el mismo sitio.
 
 

Al poco rato se acercaron unos chicos que habían venido andando de Kabrousse a Cap Skirring para captar clientes para su restaurante. Ellos se quedaron sin clientes y nosotras sin tranquilidad. Se llamaban Joachim y Félix y venían acompañados del perrito de Joa. Estuvieron cerca de dos horas hablando con nosotras, Joa sabía muy poco de español pero entre eso, el poco francés que sabemos nosotras y la mímica conseguíamos entendernos a la perfección. Joa nos explicó que lo poco que sabía de español lo había adquirido hablando con los turistas, los que están en la playa y dejan que ellos se acerquen. A parte de que los senegaleses son unos ligones natos, también les encanta practicar el idioma hablando con la gente. La sorpresa fue que este chico nos explicó que había leído un libro en español pero no recordaba el nombre. Cuando empezó a relatar la historia (en francés) descubrimos que era "El Lazarillo de Tormes"...¡no podía creer lo que estaba escuchando! con esas palabras tan complejas y el primer libro que escoge para leer es El Lazarillo de Tormes...me dejó sorprendidísima.
Después de acercarnos un rato a una demostración de bailes que hacían en la playa decidimos quedar con ellos para salir a cenar a un restaurante de la playa que nos habían dicho que había una muy buena langosta.

JOA Y FÉLIX
 
Al subir al campamento decidimos sentarnos diez minutos en una mesa del comedor del restaurante a fumar un cigarrito, pero tuve la buena suerte de que mi mechero se lleno de arena y no funcionaba. Digo que tuve la buena suerte porque el no tener mechero hizo que tuviera que pedir uno prestado a unas toubabs que habían una mesa más allá y nos invitaron a sentarnos con ellas y tomar unas cervezas. Nicole (italiana) y Jana (checoslovaca) ambas residentes en Barcelona, ¡que ilusión, por fin podríamos hablar con unas desconocidas y entendernos a la perfección! Así nos pasamos una hora, entre risas y cervezas contándonos las experiencias que habíamos vivido en ese país, aunque nosotras teníamos aun bien poco que contar pues hacia tan solo dos días que habíamos llegado, pero la historia de dormir en la frontera ya causó carcajadas. Al poco rato llegaron dos chicos y una chica, Gemma (Barcelona), Alex (Barcelona) y Carlos (Madrid) que viajaban juntos y se sumaron con nosotras cuatro. Después de conocernos ya podíamos decir que éramos el comando Senegal y en los próximos tres días no nos separaríamos. Pero nosotras fuimos a cenar con Joa y Félix, que muy puntuales ya estaban esperándonos en la puerta para ir al restaurante. Cuando bajamos a la playa (porque no se podía ir al restaurante por otro lado)  y encendimos la linterna nos queríamos morir, aquello era un campo de batalla de cangrejos...era imposible caminar y no ver como corrían de un lado a otro esos asquerosos bichos. Núria y yo chillábamos y corríamos como locas por la playa y Joa y Félix no paraban de reír al ver nuestra reacción, la verdad que visto ese cuadro desde fuera no es para menos que partirse de risa. Acabamos haciendo el trayecto por la playa a caballito encima de los chicos. Al llegar al restaurante el camarero que nos había invitado por la tarde a cenar allí vendiéndonos una exquisita langosta, nos aguardaba impaciente en la puerta, supongo que pensaría que las toubab habrían cambiado de planes. Nos hizo pasar y estábamos solo nosotros cuatro. Los chicos ya venían cenados y tomaron una Gazelle entre los dos y nosotras hambrientas solo pensábamos en la comida. Núria pidió la famosa langosta y yo en cambio me decanté por un plato típico, cous cous senegalés. Después de esperar un buen rato por fin llega a nuestra mesa el manjar, pero la langosta estaba pegadísima a su cascara cuando normalmente sale entera y con facilidad y mi cous cous...mi cous cous parecía una pasta de cemento, olía y sabía fatal. Núria comió lo que pudo sacar de ese enorme bicho y yo no probé bocado de ese terrible plato. Nos fuimos de nuevo a caballito encima de los chicos y aun así seguíamos gritando como locas y apuntando a los cangrejos con la linterna como si de una espada laser se tratara y fueran a morir iso facto. Llamamos un taxi para salir un rato a una discoteca que nos habían dicho los chicos, pero al llegar allí Joa y Félix pretendían que les pagáramos la entrada, 1000 CFAs por cabeza, que es cierto que no es mucho dinero pues al cambio  debe ser 1,70€, pero no se puede ir con ese morro por la vida por mucho que nos hayan salvado de ser devoradas por un grupo de cangrejos. Quizás si antes de ir nos dicen que no tienen dinero y que si por favor se lo podíamos pagar hubiéramos aceptado, pero ellos sabían que no lo hicieron bien y nosotras indignadísimas volvimos al campamento por donde habíamos venido. Como si el día no hubiera dado suficiente de si, en el taxi de vuelta Núria se dejó el pasaporte olvidado en el asiento o al menos eso creía. Después de la movida con los chavales tuvimos que llamarlos, explicarles que Núria se había dejado el pasaporte en el taxi,  que llamaran al taxista para que volviera al campamento. Cuando este llegó le pusimos el taxi patas arriba y le registramos el vehículo cual mosso d'esquadra en un control. El pobre taxista no entendía nada y el pasaporte no apareció. Al llegar a la habitación ya estábamos pensando en las posibilidades de hacer un duplicado y llamar a Idri (el novio de mi amiga que estaba en Dakar) para ver si él nos podía echar una mano en caso de que fuera necesario acercarse a algún sitio a entregar papeles, cuando al abrir la mochila Núria dio un salto de alegría y dijo ¡Ey, mi pasaporte está aquí!
Ahora si...ya podíamos dormir tranquilas.

sábado, 27 de abril de 2013

QUE EMPIECE LA AVENTURA: DAKAR-GAMBIA 29/03/2013

Cuando llegamos a Dakar eran las 2.00 de la madrugada y aún así el aeropuerto estaba repleto de gente. Unos vendían números o tarjetas para teléfonos móviles, otros hacían cambio de divisas y otros tantos que te invitaban a subir a su taxi para llevarte al alojamiento que deseases. La primera noche era la única que sabíamos donde íbamos a dormir. Idrissa, el novio de una amiga que vive allí, nos reservó una habitación en un albergue que se llama Espace Thialy, cercano al aeropuerto. Sabiamos también que del albergue nos mandaban un coche para que nos viniera a recoger y después de dar dos vueltas quitándonos de encima a todos los que se ofrecían como taxistas amigos y buscar a esa persona que se identificara como empleado de Espace Thialy nos encontramos con un hombre detrás de una valla que masticaba un palo de madera y sostenía un papel en el que se podía leer "Patricia Guis". No hace falta ser muy inteligente para saber que era nuestro chófer aunque mi apellido sea Guiu y no Guis.
Recuerdo las primeras impresiones al montarme en el coche. Un coche viejo, con la luna delantera agrietada, asientos y techo forrados con telas africanas, música típica senegalesa y al buen hombre escupiendo trozos de su palito de madera, eso si, aunque hablaba poco siempre estaba sonriente. En el exterior todo eran construcciones bajas de tres pisos como mucho, motoristas sin casco, y gente, mucha gente a esas horas de la madrugada.
Cuando llegamos a la calle del albergue y pusimos los pies en el suelo nos dimos cuenta que era todo de arena de playa. No había ni una sola farola y solo se oía a un grupo de ovejas balar. Cuando entramos en el albergue el recepcionista dormía en una cama plegable debajo de una escalera y justo detrás de la puerta de entrada. Se despertó, nos dio las llaves de la habitación, nos enseñó donde estaban los baños, nos dio las buenas noches y se volvió a su cama a dormir. Nosotras después de investigar un poco el albergue con la linterna hicimos lo mismo.
A la mañana siguiente amanecí con una picada de mosquito en una mano, ¡¡¡bienvenida a Senegal, Patri!!!. La mano se había hinchado bastante pero nada preocupante. Después de desayunar recogimos nuestras cosas y paramos un taxi para ir a la plaza de la Independencia a cambiar euros por CFAs, también queríamos comprar un número de móvil de Senegal y por último ir a comprar los tickets del barco que nos llevaría hasta Ziguinchor, Cassamance. Cambiamos dinero para la mitad del viaje, aunque por suerte ya no tuvimos que cambiar más pues con unos 700€ me dio para pasar los 18 días de aventura. Compramos también la tarjeta de teléfono y al salir nos esperaba un señor que nos iba a acompañar hasta el puerto para comprar los tickets. Este hombre se llamaba Ibrahim y nos explicó que había estado viviendo en Barcelona unos años pero apenas hablaba castellano y sin embargo si que chapurreaba italiano, lo cual me hizo pensar que realmente había estado en Italia en lugar de España y simplemente cambió el lugar para que empatizáramos con él. Al llegar a las taquillas del puerto nos encontramos con que todos los tickets del barco estaban vendidos y no hubo manera de que la taquillera se dejara sobornar. Después de un tira y afloja entre Núria y yo decidimos poner el plan B en marcha, que aunque no fuera de nuestro agrado no había otra que bajar hasta Cassamance en set-place. A las 13.00h llegamos a la Gare Routier para coger el set-place. Teníamos esperanzas de ser las últimas clientas y eso tenía el lado bueno y el lado malo. El lado bueno es que saldríamos tal cual llegaramos, y el malo es que nos tocarían los asientos traseros que para un viaje tan largo era una tortura...Al llegar nos dicen que aun falta un cliente, con lo cual compartiríamos asiento trasero con ese cliente que aun estaba por llegar. Dos horas de espera y por fin nos pusimos en carretera.

EL SET-PLACE QUE NOS LLEVO HASTA CASSAMANCE

El camino hasta la frontera de Senegal con Gambia transcurrió sin más, ya se iba oscureciendo e íbamos provistas de fruta y agua, aunque siempre que nuestro chofer paraba para cualquier cosa se agolpaban los vendedores ambulantes, en su mayoría niños, a vendernos frutos secos o bolsitas de agua congeladas para calmar la sed. Una vez atravesada la frontera en el primer chiringuito policial que se encuentra en Farafenni, nos hacen bajar a las toubab (las blancas) con nuestros respectivos pasaportes, que tan solo éramos Núria y yo, y el policía hablando en wolof y de muy malas maneras nos dice que le tenemos que dar 10.000 CFAs cada una...nos miramos y automáticamente le dijimos que donde estaba escrito el que nosotras tuviéramos que pagar ese dinero. Después de una acalorada discusión en la que ni nosotras le entendíamos a él, ni él a nosotras, acordamos que le pagaríamos 5.000 CFAs por las dos y le suplicamos que nos devolviera los pasaportes, que ya era muy tarde y nuestro chofer esperaba impaciente con el resto de ocupantes. Después de esta clarísima extorsión y de comprar provisiones de agua nos montamos de nuevo en el set-place y llegamos al río Gambia. Mientras esperábamos a que llegara el ferry que nos llevaría hasta el otro lado del río, nos llamó la atención un grupo de niños que hablaban inglés y esperaban que su autocar escolar llegara del otro lado del río...es lo que tiene Gambia, que si quieres ir de un lado a otro del país tienes que atravesar el río y depender siempre del ferry. Cuando nos montamos en el ferry Núria se empezó a marear, pero no por el agua ni el barco, sinó porque se dio cuenta que me había dado bastante el sol y estaba un poco roja...es una fobia que tiene desde que la conozco y ya son muchísimos años, que si ve a alguien que está rojo del sol se marea y ha llegado en alguna ocasión a desmayarse. Esta vez con tumbarse en un banco del ferry y dejar de mirarme fue suficiente para que se le pasara. Salimos del barco, nosotras a pie y nuestro set-place a duras penas porque el suelo estaba lleno de agujeros y entre unos cuantos tuvieron que empujar del vehículo para que pudiera andar un poco. Serían cerca de las 22 horas y pocos kilómetros nos separaban de la frontera de Gambia con Senegal. Al llegar a la frontera nos encontramos con una inesperada sorpresa, estaba cerrada. Muy bien... ¿y que íbamos a hacer ahora? el viajero que tenía el asiento número 1 de nuestro set-place hablaba un poco español y nos dijo que la frontera llevaba dos horas cerrada ya y que esa noche la pasaríamos allí. Ingenuas nosotras le preguntamos una dirección de un alojamiento cercano y el hombre se echó a reír, ¿alojamiento aquí en la frontera? este será vuestro sitio para dormir, nos dijo, y nos enseñó la entrada de una cabaña que compartiríamos con una gran araña. Ninguna de las dos podíamos creer lo que nos estaba pasando, estábamos discutiendo sobre el pedazo de tierra donde dormir, si en Gambia o Senegal....lo único que teníamos claro es que seria en la calle. En un principio no nos gustó nada la idea, pero con el paso de las horas y con ese cielo tan estrellado que nos iba a acunar toda la noche nos lo tomamos como algo que podría ser divertido, además teníamos asumido que esa era la única opción. El mismo hombre que nos presentó a la arañita de la cabaña nos enseñó un lugar donde podríamos cenar algo junto a él. Se llamaba Mohamadou y era profesor de matemáticas en un colegio de Ziguinchor. Era un tipo muy amable y en todo momento cuidó de nosotras, nos invitó a la cena y nos regaló un paquete de pañuelos por si lo necesitábamos para "ir al baño". Después de la cena, Mohamadou nos hizo un colchón en el suelo con unos palos de madera para que pudiéramos poner nuestros sacos de dormir encima. Metimos todo lo que teníamos de valor en los respectivos sacos y nos tumbamos a contemplar ese increíble cielo africano, un cielo que jamás he visto en ningún lugar del mundo. Asombrosamente nos dimos cuenta que la luna no estaba y más adelante nos enteramos que sale sobre las 2 o las 3 de la madrugada y tan solo se queda unas horas. Núria y yo no parábamos de reírnos de la situación, quien nos iba a decir que la segunda noche ya estaríamos durmiendo en la calle y terriblemente sucias sin poder ducharnos. Tantas carcajadas hicieron que el profesor se fuera un poco más lejos de nosotras a descansar porque a nuestro lado no había manera de pegar ojo si no dormíamos antes nosotras. Al final el cansancio del día pudo con las dos y nos dormimos rodeadas de gallinas, pollos, perros, ovejas y burros. A mitad de la noche el ruido de los cascos de los burros que paseaban plácidamente por nuestro lado mientras nosotras roncábamos, hicieron que me despertara asustada y Núria se levantó corriendo conmigo gritando: ¿¡Que pasa, que pasa?! mi respuesta fue, no se, me he asustado, y de nuevo las carcajadas rompieron el silencio de la noche.

 

SUEÑO AFRICANO

En 2007 cuando conocí a Medoune empecé a construir un sueño, el de poder viajar a Senegal. Él despertó en mi las ganas de conocer su país natal, sentía curiosidad por esa forma de vida tan distinta a la mía, por sus costumbres, su gastronomía, por la cultura en general. Después de esperar seis años la suerte y el esfuerzo hicieron que por fin este año se dieran todas las circunstancias para que pudiera realizar ese sueño y a principios de año empecé a preparar el ansiado viaje al país de "la Teranga" (hospitalidad). En un principio Medoune iba a ser mi acompañante, que mejor que hacer este viaje con un local, me sentiría protegida, conocería de primera mano todo lo que quería saber y se que lo pasaría genial...pero la cosa se complicó en el último momento y él no pudo venir conmigo. Mi sueño se me escapaba de las manos y era algo que no quería aceptar, así que se me ocurrió la brillante idea de llamar a mi mejor amiga, Núria, con la que ya he hecho algún viaje y recordarle las conversaciones que habíamos tenido de "un futuro viaje a Senegal" y su respuesta fue: dime los días que son y compramos.
Dicho y hecho, el día 28 de Marzo de 2013 a las 18.00 horas subíamos al avión destino Dakar...a poner imágenes reales a ese lugar con el que tantas veces soñé.
Fue un viaje duro, hubieron momentos de llantos y desesperación, de peleas entre nosotras que fueron producto del cansancio, el calor y el haber encontrado en un mal momento a las personas equivocadas, pero todo lo malo quedó eclipsado por lo bueno. Después de haber leído mucho sobre Senegal y saber que no íbamos a ver grandes monumentos ni construcciones emblemáticas creadas por el hombre, encontramos algo mucho más valioso, la auténtica felicidad.