sábado, 27 de abril de 2013

QUE EMPIECE LA AVENTURA: DAKAR-GAMBIA 29/03/2013

Cuando llegamos a Dakar eran las 2.00 de la madrugada y aún así el aeropuerto estaba repleto de gente. Unos vendían números o tarjetas para teléfonos móviles, otros hacían cambio de divisas y otros tantos que te invitaban a subir a su taxi para llevarte al alojamiento que deseases. La primera noche era la única que sabíamos donde íbamos a dormir. Idrissa, el novio de una amiga que vive allí, nos reservó una habitación en un albergue que se llama Espace Thialy, cercano al aeropuerto. Sabiamos también que del albergue nos mandaban un coche para que nos viniera a recoger y después de dar dos vueltas quitándonos de encima a todos los que se ofrecían como taxistas amigos y buscar a esa persona que se identificara como empleado de Espace Thialy nos encontramos con un hombre detrás de una valla que masticaba un palo de madera y sostenía un papel en el que se podía leer "Patricia Guis". No hace falta ser muy inteligente para saber que era nuestro chófer aunque mi apellido sea Guiu y no Guis.
Recuerdo las primeras impresiones al montarme en el coche. Un coche viejo, con la luna delantera agrietada, asientos y techo forrados con telas africanas, música típica senegalesa y al buen hombre escupiendo trozos de su palito de madera, eso si, aunque hablaba poco siempre estaba sonriente. En el exterior todo eran construcciones bajas de tres pisos como mucho, motoristas sin casco, y gente, mucha gente a esas horas de la madrugada.
Cuando llegamos a la calle del albergue y pusimos los pies en el suelo nos dimos cuenta que era todo de arena de playa. No había ni una sola farola y solo se oía a un grupo de ovejas balar. Cuando entramos en el albergue el recepcionista dormía en una cama plegable debajo de una escalera y justo detrás de la puerta de entrada. Se despertó, nos dio las llaves de la habitación, nos enseñó donde estaban los baños, nos dio las buenas noches y se volvió a su cama a dormir. Nosotras después de investigar un poco el albergue con la linterna hicimos lo mismo.
A la mañana siguiente amanecí con una picada de mosquito en una mano, ¡¡¡bienvenida a Senegal, Patri!!!. La mano se había hinchado bastante pero nada preocupante. Después de desayunar recogimos nuestras cosas y paramos un taxi para ir a la plaza de la Independencia a cambiar euros por CFAs, también queríamos comprar un número de móvil de Senegal y por último ir a comprar los tickets del barco que nos llevaría hasta Ziguinchor, Cassamance. Cambiamos dinero para la mitad del viaje, aunque por suerte ya no tuvimos que cambiar más pues con unos 700€ me dio para pasar los 18 días de aventura. Compramos también la tarjeta de teléfono y al salir nos esperaba un señor que nos iba a acompañar hasta el puerto para comprar los tickets. Este hombre se llamaba Ibrahim y nos explicó que había estado viviendo en Barcelona unos años pero apenas hablaba castellano y sin embargo si que chapurreaba italiano, lo cual me hizo pensar que realmente había estado en Italia en lugar de España y simplemente cambió el lugar para que empatizáramos con él. Al llegar a las taquillas del puerto nos encontramos con que todos los tickets del barco estaban vendidos y no hubo manera de que la taquillera se dejara sobornar. Después de un tira y afloja entre Núria y yo decidimos poner el plan B en marcha, que aunque no fuera de nuestro agrado no había otra que bajar hasta Cassamance en set-place. A las 13.00h llegamos a la Gare Routier para coger el set-place. Teníamos esperanzas de ser las últimas clientas y eso tenía el lado bueno y el lado malo. El lado bueno es que saldríamos tal cual llegaramos, y el malo es que nos tocarían los asientos traseros que para un viaje tan largo era una tortura...Al llegar nos dicen que aun falta un cliente, con lo cual compartiríamos asiento trasero con ese cliente que aun estaba por llegar. Dos horas de espera y por fin nos pusimos en carretera.

EL SET-PLACE QUE NOS LLEVO HASTA CASSAMANCE

El camino hasta la frontera de Senegal con Gambia transcurrió sin más, ya se iba oscureciendo e íbamos provistas de fruta y agua, aunque siempre que nuestro chofer paraba para cualquier cosa se agolpaban los vendedores ambulantes, en su mayoría niños, a vendernos frutos secos o bolsitas de agua congeladas para calmar la sed. Una vez atravesada la frontera en el primer chiringuito policial que se encuentra en Farafenni, nos hacen bajar a las toubab (las blancas) con nuestros respectivos pasaportes, que tan solo éramos Núria y yo, y el policía hablando en wolof y de muy malas maneras nos dice que le tenemos que dar 10.000 CFAs cada una...nos miramos y automáticamente le dijimos que donde estaba escrito el que nosotras tuviéramos que pagar ese dinero. Después de una acalorada discusión en la que ni nosotras le entendíamos a él, ni él a nosotras, acordamos que le pagaríamos 5.000 CFAs por las dos y le suplicamos que nos devolviera los pasaportes, que ya era muy tarde y nuestro chofer esperaba impaciente con el resto de ocupantes. Después de esta clarísima extorsión y de comprar provisiones de agua nos montamos de nuevo en el set-place y llegamos al río Gambia. Mientras esperábamos a que llegara el ferry que nos llevaría hasta el otro lado del río, nos llamó la atención un grupo de niños que hablaban inglés y esperaban que su autocar escolar llegara del otro lado del río...es lo que tiene Gambia, que si quieres ir de un lado a otro del país tienes que atravesar el río y depender siempre del ferry. Cuando nos montamos en el ferry Núria se empezó a marear, pero no por el agua ni el barco, sinó porque se dio cuenta que me había dado bastante el sol y estaba un poco roja...es una fobia que tiene desde que la conozco y ya son muchísimos años, que si ve a alguien que está rojo del sol se marea y ha llegado en alguna ocasión a desmayarse. Esta vez con tumbarse en un banco del ferry y dejar de mirarme fue suficiente para que se le pasara. Salimos del barco, nosotras a pie y nuestro set-place a duras penas porque el suelo estaba lleno de agujeros y entre unos cuantos tuvieron que empujar del vehículo para que pudiera andar un poco. Serían cerca de las 22 horas y pocos kilómetros nos separaban de la frontera de Gambia con Senegal. Al llegar a la frontera nos encontramos con una inesperada sorpresa, estaba cerrada. Muy bien... ¿y que íbamos a hacer ahora? el viajero que tenía el asiento número 1 de nuestro set-place hablaba un poco español y nos dijo que la frontera llevaba dos horas cerrada ya y que esa noche la pasaríamos allí. Ingenuas nosotras le preguntamos una dirección de un alojamiento cercano y el hombre se echó a reír, ¿alojamiento aquí en la frontera? este será vuestro sitio para dormir, nos dijo, y nos enseñó la entrada de una cabaña que compartiríamos con una gran araña. Ninguna de las dos podíamos creer lo que nos estaba pasando, estábamos discutiendo sobre el pedazo de tierra donde dormir, si en Gambia o Senegal....lo único que teníamos claro es que seria en la calle. En un principio no nos gustó nada la idea, pero con el paso de las horas y con ese cielo tan estrellado que nos iba a acunar toda la noche nos lo tomamos como algo que podría ser divertido, además teníamos asumido que esa era la única opción. El mismo hombre que nos presentó a la arañita de la cabaña nos enseñó un lugar donde podríamos cenar algo junto a él. Se llamaba Mohamadou y era profesor de matemáticas en un colegio de Ziguinchor. Era un tipo muy amable y en todo momento cuidó de nosotras, nos invitó a la cena y nos regaló un paquete de pañuelos por si lo necesitábamos para "ir al baño". Después de la cena, Mohamadou nos hizo un colchón en el suelo con unos palos de madera para que pudiéramos poner nuestros sacos de dormir encima. Metimos todo lo que teníamos de valor en los respectivos sacos y nos tumbamos a contemplar ese increíble cielo africano, un cielo que jamás he visto en ningún lugar del mundo. Asombrosamente nos dimos cuenta que la luna no estaba y más adelante nos enteramos que sale sobre las 2 o las 3 de la madrugada y tan solo se queda unas horas. Núria y yo no parábamos de reírnos de la situación, quien nos iba a decir que la segunda noche ya estaríamos durmiendo en la calle y terriblemente sucias sin poder ducharnos. Tantas carcajadas hicieron que el profesor se fuera un poco más lejos de nosotras a descansar porque a nuestro lado no había manera de pegar ojo si no dormíamos antes nosotras. Al final el cansancio del día pudo con las dos y nos dormimos rodeadas de gallinas, pollos, perros, ovejas y burros. A mitad de la noche el ruido de los cascos de los burros que paseaban plácidamente por nuestro lado mientras nosotras roncábamos, hicieron que me despertara asustada y Núria se levantó corriendo conmigo gritando: ¿¡Que pasa, que pasa?! mi respuesta fue, no se, me he asustado, y de nuevo las carcajadas rompieron el silencio de la noche.

 

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