domingo, 28 de abril de 2013

PRIMEROS CONTACTOS: GAMBIA-ZIGUINCHOR-CAP SKIRRING 30/03/2013

El profesor nos despertó una hora antes de que abriera la frontera así que decidimos asearnos como pudimos y fuimos a ver si veíamos algo para comer en una "Tangana" que es algo parecido a un local de comestibles. Justo cuando la señora del local comenzó a batir los huevos para hacernos un bocadillo de tortilla vimos que paraba nuestro set-place a la altura del chiringuito de la policía, ¡¡¡nos vamos!!! y dejamos a la pobre mujer batiendo huevos y con la boca abierta. El trayecto hasta Ziguinchor duró unas dos horas aproximadamente y a mitad de camino tuvimos que despedir a nuestro ángel de la guarda, Mohamadou, pues él llegó a su destino y se despidió de nosotras dejándonos su número de teléfono. No dudéis en llamarme si necesitáis cualquier cosa, nos dijo...¡que hombre tan agradable! Pero nuestro viaje seguía y aunque nos dio mucha pena sabíamos que no volveríamos a verle. Cuando llegamos a la Gare Routier de Ziguinchor, como es costumbre, sufrimos una avalancha de todos los vendedores ambulantes y de los taxistas amigos, pero nosotras debíamos encontrar otro set-place que nos llevara hasta Cap Skirring, pues aunque en nuestros planes no entrara visitar esta localidad al final decidimos que después de viajar tantas horas necesitábamos un lugar de descanso durante unos días. Íbamos sentadas otra vez en la parte trasera del vehículo, pero sabíamos que era un trayecto relativamente corto, lo que no podíamos imaginar es que el chofer iría dando cabezazos durante todo el viaje mientras conducía, algo que nos puso a las dos realmente nerviosas, pero con suerte llegamos sanas y salvas a Cap Skirring. En la Gare Routier de Cap Skirring se repite el mismo ritual de vendedores y taxistas y al azahar escogemos al que nos llevará al campamento que elegimos dos minutos antes en la guía Lonely Planet. El campamento se llama Paradise y es una auténtica maravilla, el trato al cliente es estupendo y la situación inmejorable. Desde el comedor veíamos buena parte de un escenario de ensueño, palmeras, arena y mar...sin lugar a duda, mereció la pena esta aventura.
Después de darnos una relajante ducha (que falta nos hacía) y comer algo en el restaurante, optamos por bajar a la playa y pasar toda la tarde tostándonos al sol y probar el inmenso mar africano.
Podemos decir que esa playa es el punto de encuentro entre el turista, el local y las vacas domésticas que disfrutan tanto del lugar como lo puede hacer cualquier humano.


Nosotras queríamos sol, relax y silencio, pero fue imposible. Durante las 4 horas que estuvimos en la playa no hubo ni un solo momento que pudiéramos estar solas y tranquilas. Se acercaron unas mujeres que vendían collares, pulseras y llaveros artesanales y después de comprarles algunas cositas nos trajeron a sus niños para que los viéramos. A Núria se le había antojado un pareo estilo africano y yo como siempre, quería que me hicieran una trencita en el pelo con hilo pero no llevaban las herramientas y quedamos en encontrarnos al día siguiente temprano en el mismo sitio.
 
 

Al poco rato se acercaron unos chicos que habían venido andando de Kabrousse a Cap Skirring para captar clientes para su restaurante. Ellos se quedaron sin clientes y nosotras sin tranquilidad. Se llamaban Joachim y Félix y venían acompañados del perrito de Joa. Estuvieron cerca de dos horas hablando con nosotras, Joa sabía muy poco de español pero entre eso, el poco francés que sabemos nosotras y la mímica conseguíamos entendernos a la perfección. Joa nos explicó que lo poco que sabía de español lo había adquirido hablando con los turistas, los que están en la playa y dejan que ellos se acerquen. A parte de que los senegaleses son unos ligones natos, también les encanta practicar el idioma hablando con la gente. La sorpresa fue que este chico nos explicó que había leído un libro en español pero no recordaba el nombre. Cuando empezó a relatar la historia (en francés) descubrimos que era "El Lazarillo de Tormes"...¡no podía creer lo que estaba escuchando! con esas palabras tan complejas y el primer libro que escoge para leer es El Lazarillo de Tormes...me dejó sorprendidísima.
Después de acercarnos un rato a una demostración de bailes que hacían en la playa decidimos quedar con ellos para salir a cenar a un restaurante de la playa que nos habían dicho que había una muy buena langosta.

JOA Y FÉLIX
 
Al subir al campamento decidimos sentarnos diez minutos en una mesa del comedor del restaurante a fumar un cigarrito, pero tuve la buena suerte de que mi mechero se lleno de arena y no funcionaba. Digo que tuve la buena suerte porque el no tener mechero hizo que tuviera que pedir uno prestado a unas toubabs que habían una mesa más allá y nos invitaron a sentarnos con ellas y tomar unas cervezas. Nicole (italiana) y Jana (checoslovaca) ambas residentes en Barcelona, ¡que ilusión, por fin podríamos hablar con unas desconocidas y entendernos a la perfección! Así nos pasamos una hora, entre risas y cervezas contándonos las experiencias que habíamos vivido en ese país, aunque nosotras teníamos aun bien poco que contar pues hacia tan solo dos días que habíamos llegado, pero la historia de dormir en la frontera ya causó carcajadas. Al poco rato llegaron dos chicos y una chica, Gemma (Barcelona), Alex (Barcelona) y Carlos (Madrid) que viajaban juntos y se sumaron con nosotras cuatro. Después de conocernos ya podíamos decir que éramos el comando Senegal y en los próximos tres días no nos separaríamos. Pero nosotras fuimos a cenar con Joa y Félix, que muy puntuales ya estaban esperándonos en la puerta para ir al restaurante. Cuando bajamos a la playa (porque no se podía ir al restaurante por otro lado)  y encendimos la linterna nos queríamos morir, aquello era un campo de batalla de cangrejos...era imposible caminar y no ver como corrían de un lado a otro esos asquerosos bichos. Núria y yo chillábamos y corríamos como locas por la playa y Joa y Félix no paraban de reír al ver nuestra reacción, la verdad que visto ese cuadro desde fuera no es para menos que partirse de risa. Acabamos haciendo el trayecto por la playa a caballito encima de los chicos. Al llegar al restaurante el camarero que nos había invitado por la tarde a cenar allí vendiéndonos una exquisita langosta, nos aguardaba impaciente en la puerta, supongo que pensaría que las toubab habrían cambiado de planes. Nos hizo pasar y estábamos solo nosotros cuatro. Los chicos ya venían cenados y tomaron una Gazelle entre los dos y nosotras hambrientas solo pensábamos en la comida. Núria pidió la famosa langosta y yo en cambio me decanté por un plato típico, cous cous senegalés. Después de esperar un buen rato por fin llega a nuestra mesa el manjar, pero la langosta estaba pegadísima a su cascara cuando normalmente sale entera y con facilidad y mi cous cous...mi cous cous parecía una pasta de cemento, olía y sabía fatal. Núria comió lo que pudo sacar de ese enorme bicho y yo no probé bocado de ese terrible plato. Nos fuimos de nuevo a caballito encima de los chicos y aun así seguíamos gritando como locas y apuntando a los cangrejos con la linterna como si de una espada laser se tratara y fueran a morir iso facto. Llamamos un taxi para salir un rato a una discoteca que nos habían dicho los chicos, pero al llegar allí Joa y Félix pretendían que les pagáramos la entrada, 1000 CFAs por cabeza, que es cierto que no es mucho dinero pues al cambio  debe ser 1,70€, pero no se puede ir con ese morro por la vida por mucho que nos hayan salvado de ser devoradas por un grupo de cangrejos. Quizás si antes de ir nos dicen que no tienen dinero y que si por favor se lo podíamos pagar hubiéramos aceptado, pero ellos sabían que no lo hicieron bien y nosotras indignadísimas volvimos al campamento por donde habíamos venido. Como si el día no hubiera dado suficiente de si, en el taxi de vuelta Núria se dejó el pasaporte olvidado en el asiento o al menos eso creía. Después de la movida con los chavales tuvimos que llamarlos, explicarles que Núria se había dejado el pasaporte en el taxi,  que llamaran al taxista para que volviera al campamento. Cuando este llegó le pusimos el taxi patas arriba y le registramos el vehículo cual mosso d'esquadra en un control. El pobre taxista no entendía nada y el pasaporte no apareció. Al llegar a la habitación ya estábamos pensando en las posibilidades de hacer un duplicado y llamar a Idri (el novio de mi amiga que estaba en Dakar) para ver si él nos podía echar una mano en caso de que fuera necesario acercarse a algún sitio a entregar papeles, cuando al abrir la mochila Núria dio un salto de alegría y dijo ¡Ey, mi pasaporte está aquí!
Ahora si...ya podíamos dormir tranquilas.

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