jueves, 27 de junio de 2013

SIN VOSOTROS NO HUBIERA SIDO POSIBLE ¡¡¡GRACIAS!!!

Quería agradecer a todas aquellas personas que hicieron posible que esta aventura fuera un éxito, que nos ayudaron o que simplemente compartieron momentos únicos e irrepetibles con nosotras.
En primer lugar darle las gracias a Ester que fue mi guía desde España y mi consejera, agradecerle de corazón que me dejara entrar en su vida y que me tratara con todo el cariño del mundo a pesar de la distancia, nunca olvidaré todo lo que hizo por mi y ahora en su nueva vida le deseo la mayor de las felicidades.
A su ahora ya marido Idrissa que también desde Senegal se preocupó por nosotras cuando le contamos la historia de la frontera y por haber compartido un día entero con estas dos locas catalanas.
Mil gracias a Nicky, Jana, Gemma, Carlos y Álex, los chicos españoles de Cap Skirring que compartimos con ellos tantos momentos de risas y que entre todos conseguimos crear ese buen ambiente.
Gracias al profesor Mohamadou, Cheik y a los innumerables compañeros de set place que hicieron que nuestros momentos más amargos fueran un poco más dulces.
Gracias también a Leontine, Marc, Vincent y Suleyman por habernos hecho sentir como en casa.
Gracias a Noa por regalarme su voz.
Gracias a Jean Baptiste y a Sira Keita por dejarnos conocer su cultura.
Gracias a Marie por compartir esa noche de bailes y por brindarnos su más sincera amistad.
Gracias a Amadou y Aliou, por acercarnos al mundo artesanal de la madera y por compartir café touba con dos desconocidas.
Muchísimas gracias a Diaw, nuestro negrito preferido, por ser ahora mismo alguien tan especial en mi vida.
Gracias a todos, absolutamente todos los niños que conocí durante el viaje, sin ellos desde luego que no hubiera sido lo mismo, en especial a Susan, Piero, Zita, Nasser y Yaya.
Por supuesto, les agradezco infinitamente a mis dos amigos de Barcelona, Sara y Adri, que antes de iniciar mi viaje compraron los cuadernos de pintar y los lápices de colores para que se los llevara a los nenes de Senegal.
Gracias a Harouna por habernos acompañado en tantísimos momentos y a Doba, nuestro guía, por habernos tratado mejor que si fuéramos sus propias hijas, por todo ese cuidado constante que tenía hacia nosotras y por ser el mejor guía de Senegal.
Gracias a Mame por tratarme como una hija más y gracias a Medoune por ser como es, porque pase lo que pase siempre va a tener hueco en mi corazón.
Por último agradecer a mi compañera de viaje, Núria, todos los momentos vividos, porque gracias a ella mi sueño se pudo hacer realidad, gracias por todos los momentos de risa que fueron muchísimos y gracias por ser parte de mi vida durante estos 17 años de amistad incondicional.
Gracias y mil gracias a todos porque hoy mi corazón no está vacío.

EL FIN DE LA AVENTURA: DAKAR 13/04/2013

Nos despertamos temprano ya que hoy era nuestro último día de viaje y teníamos que ir a Dakar. Desayunamos como cualquier día y nos despedimos de Suelyman y de Noa, que nos desearon un buen viaje de regreso y también nos dijeron que ojala volviéramos pronto. Fuimos a la Gare Routier de Mbour y fue llegar y besar el santo, quedaban solo dos asientos libres en el set place que serian los nuestros. A pesar de que Dakar está relativamente cerca tardamos unas tres horas en llegar a la Gare Routier de Pompiers y todo porque la entrada a la capital es como un embudo. Cuando llegamos llamamos a Idrissa, el novio de mi amiga Ester, que nos vino a buscar para pasar el día con nosotras en Gorée. A pesar de la multitud de gente que había allí conseguimos encontrarnos, tampoco era muy difícil localizar a dos blancas entre tanto negro. Fuimos a su habitación de estudiante para dejar las mochilas grandes y paramos un taxi que nos llevó al lugar donde se coge el barco para ir a la isla de Gorée. Tuvimos que esperar dos horas hasta que saliera el barco y aprovechamos para ir a comer a un local cualquiera donde comí mi último Thieboudienne y bebí mi último gran vaso de bissap. Al volver a la zona del embarcadero había una cola bastante larga, un grupo de escolares todos uniformados la mar de guapos también iban a visitar la histórica isla. Durante el trayecto nos dimos cuenta de algo muy gracioso que hacía Idri y es que cada vez que quería afirmar algo, en lugar de decir sí, decía que sí. Sus respuestas eran que sí, que sí, que sí. En un principio Núria y yo pensábamos que nos lo decía rollo, que sí, que sí, que sí, callaros un rato, pero nos dimos cuenta que eso era made in Idri y era su forma de decir simplemente si, a lo al hacernos tantísima gracia, le imitábamos y nos partíamos de risa los tres. Idri era un chico encantador, siempre sonriente, además tenía los dientes perfectos, iba muy bien vestido y con la ropa impecable, pero el pobre llevaba la cabeza cubierta con un pañuelo para evitar el sol porque unas semanas antes tuvo un accidente de moto bastante grave y se abrió literalmente la cabeza, pero bueno, la suerte es que estaba bien y casi recuperado del todo.
 
NÚRIA, IDRISSA Y YO
 
Nada más llegar fuimos a una caseta donde tuvimos que pagar 500 CFAs por visitar la isla, ya que Gorée es Patrimonio Mundial de la Humanidad y ese dinero va destinado a la conservación y mantenimiento de la isla. Poco antes de llegar a la casa de los esclavos se alzaba un monumento muy especial en memoria a las víctimas de la esclavitud, un hombre alza las manos al cielo rompiendo las esposas que le ataban las manos mientras una mujer le abraza.
 
MONUMENTO EN MEMORIA DE LOS ESCLAVOS
 
Entramos en la famosa casa donde hasta hace pocos siglos tuvo lugar la trata de los mismos, ahora lleno de turistas curiosos y locales en busca de sus raíces, antiguamente lugar trágico donde las personas eran tratadas como mercancías. No sé si es mi pasión por descubrir cosas nuevas, por querer conocer y saber, o es que tengo demasiada imaginación pero tuve la piel de gallina durante toda la visita y no dejaba de pensar en los veinte millones de personas que pasaron por aquel lugar y sufrieron en sus propias carnes la esclavitud, debió ser terrorífico. Idrissa, a parte de ser el novio de mi amiga era estudiante de historia de África y guía turístico, con lo cual nadie mejor que él nos pudo explicar la historia de aquel misterioso lugar. Las habitaciones donde juntaban a los esclavos eran minúsculas, alrededor de 100 personas en una habitación que no hacía más de 3x4 metros, algunas con suerte tenían una pequeña ventana con barrotes por donde entraba la luz. En cada habitación había un cartel en el que ponía la distinción de los esclavos según género y edad: hombres, mujeres, mujeres jóvenes y niños.
 
LA SALA DE LOS HOMBRES

LA SALA DE LAS MUJERES JÓVENES

LA SALA DE LOS NIÑOS
 
Las mujeres eran separadas rápidamente de sus hijos pues se dice que el llanto de los pequeños hacía empeorar su estado de salud y en ese caso nadie se interesaría por ellas. También habían dos zulos justo debajo de las escaleras que conducían a la segunda planta de la casa, con poco más de un metro de alto donde metían como castigo a los esclavos que se revelaban y luchaban por su libertad, allí podían pasar hasta tres días sin comer.
 
LA SALA DE CASTIGO
 
Llegamos a un estrecho pasillo que era conocido como el lugar de donde no se regresa, allí era donde las familias se veían por última vez y se despedían para ser llevados por mar a diferentes países de América...es imposible que escriba esto sin que se me caigan las lágrimas, una vez más demostramos que los seres humanos somos el peor animal que existe de este planeta.
 
EL LUGAR DE DONDE NO SE REGRESA
 
Fuimos a la segunda planta de la casa donde había una pequeña exposición de diferentes artilugios que se usaron en su momento; lámparas de gas, grilletes y más grilletes... también habían unos paneles donde explicaba todo el proceso, desde la captura y secuestro de las personas, pasando por su estancia en aquella casa de esclavos, hasta sus vidas en América sometidos a los más duros trabajos. Se puede decir perfectamente que Gorée y la casa de los esclavos es una parada obligatoria si se viaja a Senegal, pero debo de dejar claro que la visita es bastante dura. Al salir fuimos a pasear por la isla que al ser un importante punto turístico estaba llena de tiendecitas de artesanía y souvenirs. Paramos en un taller donde varios hombres creaban cuadros con diferentes tipos de arena de distintas zonas de Senegal e incluso traídas de otros países africanos.
 
 
HACIENDO LOS CUADROS DE ARENA

El resultado era espectacular y todos los cuadros peleaban expuestos a los ojos del turista para ser el más bonito. Compré un cuadro precioso de una mujer africana con su bebé a las espaldas y en su cabeza una bandeja con comida. En otro puestecito compramos las dos el dichoso juego del Awalé, nos habíamos aficionado al máximo y queríamos seguir nuestra carrera en Barcelona. También compramos figuritas de madera y otros recuerdos para nuestros familiares y amigos. Tomamos un poco de té en una terracita de un bar mientras llegaba el barco para volver a Dakar. Mientras hablaba con Ester por teléfono se acercó una mujer que hablaba un casi perfecto castellano, toda ella muy guapa con su colorida ropa senegalesa y estuvo un buen rato hablando con Núria, se hicieron coleguitas. Antes de montar en el barco nos sentamos un rato en un muro y mientras Idri hacía fotos nosotras nos viciamos un rato al Awalé. La vuelta a Dakar transcurrió sin más, Núria haciendo de nuevo amigas hablando con otra señora, Idri que parecía cansado y casi no hablaba y yo que dejaba que la brisita fresca me diera en la cara y disfrutaba del atardecer. Cuando llegamos a tierra firme nos costó encontrar un taxi, Idri peleaba por un precio digno y los taxistas se negaban a llevarnos hasta que al final por fin conseguimos algo decente, estoy segura que si hubiera ido él solo no habría tenido tantos problemas en el regateo. Llegamos a la habitación de estudiante de Idri, cogimos las mochilas y nos acompañó a un albergue, pues queríamos ducharnos y quitarnos la roña de encima. Idri nos pactó un precio justo por dos horas en el albergue y también nos consiguió un taxi que nos llevaría a un barrio llamado HLM5, donde vivía la familia de Medoune, pues no podía irme de Senegal sin visitar a la que en su día fue mi suegra. Después de ducharnos rápidamente cogimos el taxi que nos esperaba y llegamos a la comisaria de HLM5 donde había quedado con Mame (la mamá de Medoune) y nos vino a buscar un sobrino de ella. Para mi fue muy especial conocer la casa de Medoune, donde había crecido y jugado, donde había vivido hasta los 18 años que se fue a España como muchos inmigrantes senegaleses en busca de una vida mejor. Vivía en la planta más alta de un bloque de pisos y Mame tenía las puertas de la casa abiertas de par en par. Ahora entiendo porque Medoune me dijo hace años que lo que más le chocó de España es que la gente tiene las puertas de casa cerradas. A Mame en realidad no la conocía de antes, pues cuando Medoune y yo estuvimos juntos mis visitas a su casa eran nocturnas y clandestinas y tan solo la escuchaba roncar desde el sofá. Al que si conocía era a su hermano Cheik que fue una grata sorpresa encontrármelo en Senegal. Allí estaba con sus niños que habían ido a pasar unas semanas de vacaciones para visitar a la familia.
 
CHEIK, EL HERMANO DE MEDOUNE
 
La nena jugaba con las cocinitas y el niño, pobrete, descansaba encima de unos cojines en el suelo porque le habían hecho la circuncisión y estaba que le dolía todo. También estaba por allí el papá de Medoune, al que saludé con muchísimo respeto y a pesar de todo tampoco me hizo mucho caso. Mame nos ofreció algo de cenar mientras las tres charlábamos en el descansillo de la casa y Cheik iba poniendo la oreja de vez en cuando y participaba en la conversación. Antes de irnos Mame me enseñó unas fotos de cuando Medoune era pequeño con su ropa típica de Senegal, que cosa más bonita. También aproveché para agotar el saldo de mi número de Senegal y llamarle, pues sabía que le haría una ilusión tremenda escucharnos a su mamá y a mí juntas hablando.
 
MAME, LA MADRE DE MEDOUNE
 
Cuando se cortó la llamada nos despedimos de todos pero Mame quiso acompañarnos a coger el taxi y pactarnos el precio hasta el aeropuerto. Le di el abrazo más fuerte que se le puede dar a nadie y muchos, muchos besos, estaba feliz de haberla conocido y me había hecho sentir como una hija más. Adiós mamá... ¡¡¡Y hasta pronto Senegal!!!
 
 

 
 

miércoles, 26 de junio de 2013

ARENA EN LOS PIES: MBOUR 12/04/2013

Creo que fue el único día de nuestro viaje en el que no pusimos el despertador y nos despertamos cuando ya estábamos cansadas de dormir, por lo menos diez horas las pasamos en horizontal y roncando. Núria había amanecido con la mosquitera puesta pues por la noche debió de visitarnos algún minúsculo compañero y yo había babeado la almohada como nunca antes lo había hecho. Aunque era un hotel en condiciones el desayuno era lo mismo de siempre pero con un añadido, que no era la mermelada podrida si no un sabroso zumo de mango para cada una. Quedamos con Suleyman que por la tarde iríamos los tres a visitar a los pescadores y a pasear por el pueblo, mientras tanto por la mañana fuimos a pasear las dos por la orilla de la playa dirección quien sabe donde. Por el camino ya se veían en la arena barcas multicolores y de todos los tamaños, era una imagen de postal.
 
LAS COLORIDAS BARCAS
 
También encontramos perritos abandonados, una lástima y quien me conoce sabe que lo pasé fatal porque me los hubiera traído todos a mi casa de Barcelona. Un amigo de cuatro patas, al que bauticé como "Fito", respondió a mi silbido con un rápido movimiento de culo y cola. Le hice cuatro mimos, porque me daba absolutamente igual que estuviera pulgoso, rabioso o que tuviera la triquinosis y el me respondió como buen perro con su fidelidad. Nos siguió durante todo el paseo por la playa, a nuestro lado, y cada vez que los niños se acercaban a nosotras Fito intentaba atacar para protegernos ¡que buen guardián!.
 
FITO
 
Cuando nos cansamos de andar regresamos por el mismo lugar y Núria vio como un hombre entre dos barcas tenía los pantalones bajados y se hacía el amor él solito, vaya por dios...exhibicionistas los hay en todos lados. Más adelante pasamos por delante de una casa a orillas de la playa donde vivía un buen hombre con sus cabras, que nos sorprendió muchísimo porque aquello más que cabras parecían dinosaurios, eran enormes y tan blancas como la nieve. Justo cuando dejamos atrás la casa de las cabras nos cruzamos con un grupo de niños que llevaban un cangrejo en las manos. En un principio cuando vieron mi cara de asco no pasó nada pero cuando los dejamos atrás aprovecharon para tirar por los aires al pobre animalillo y hacer que me cayera encima. Tuve la suerte que pasó por encima de mi cabeza y cayó por delante mío en los pies ¡tremendo susto! Fito salió disparado hacia los niños y estos a su vez huían entre carcajadas mientras el señor cangrejo y yo nos mirábamos desafiantes a los ojos. Si es cierto que en el primer momento me enfadé muchísimo, pero al final entendí que los niños, niños son, con sus juegos y sus travesuras y eso no fue nada más que una diversión para ellos, de echo se lo puse a huevo cuando expresé con mi cara de espanto lo poco que me gustan a mi los cangrejos. Llegamos al hotel y antes de comer quisimos broncearnos un poquito, por suerte ya habíamos cogido un tono bronceado muy bonito y seríamos la envidia de todos nuestros amigos, en pleno mes de Abril y negras como si fuera Agosto. Suelyman nos vino a avisar de que ya estaba la comida lista, este chico era un excelente trabajador y siempre cuidaba con esmero el más mínimo detalle. Después de comer fuimos con él, tal y como nos había prometido, a ver a los pescadores al puerto de Mbour. Cuando llegamos sentimos el ajetreo típico de la gente de Senegal, las mujeres arriba y abajo con sus hijos y las compras y los hombres haciéndose compañía unos a otros mientras dejaban pasar las horas disfrutando del té senegalés. Al llegar a la playa un olor a putrefacto invadió nuestras fosas nasales. Muchos pescadores ya habían descargado la mercancía y las mujeres limpiaban el pescado o el marisco.
 
 
 
Habían especies marinas que en mi vida había visto; grandes caracolas de mar, peces de colorines...aunque lo más escalofriante que vimos fue un trozo de una pata de una cabra que aun conservaba el pelo y las pezuñas. El suelo estaba lleno de suciedad, desde trozos de redes de pesca hasta infinidad de tripas de pescado y aun así la gente tenía el valor de ir sin calzado. Después de la visita por el puerto, nuestro amable guía nos llevó a ver el mercado. Compramos algo de fruta e invitamos a Suleyman a lo que quisiera y comimos los tres unas rodajas de sandia, que obviamente no estaba fresca pero igualmente era un placer. Después de recorrer el laberíntico mercado nos llevó a ver otro mercado, el de artesanía, y vimos como unos chicos tallaban la madera para hacer los djembes.
 
 
Enseguida me acordé de Amadou y Aliou, ahora ellos estarían en su puesto de Ziguinchor haciendo llaveritos y figuritas varias. Paramos un taxi y volvimos al hotel, pues entendimos que Suleyman estaba en horas laborales y ya se había escaqueado suficiente. Fuimos a relajarnos a la playa otra vez, a darnos un chapuzón y a ser atacadas nuevamente por las vendedoras de bijoux. Suleyman vino a preguntarnos que tal estábamos, se quedó un rato con nosotras y charlamos con él. Me dijo que le gustaría que nos escribiéramos pero que no tenía mail, y me dio su dirección postal para que cuando quisiera le mandara una carta.
 
CON SULEYMAN
 
De lejos escuchamos la llamada a la oración, Suleyman se retiró unos metros atrás, hizo un círculo en la arena, se metió dentro mirando a la meca y comenzó a rezar. Cuando finalizó nos dijo que él era un buen musulmán y que rezaba donde fuera...si amigo, si, ya nos hemos dado cuenta. De nuevo nos trajo la carta de comida para que pidiéramos la cena, desde luego que Doba sabe perfectamente donde mandar a sus turistas para que se sientan bien tratados. Antes de cenar nos duchamos y dejamos las mochilas preparadas para salir temprano al día siguiente. Mientras cenábamos vimos a un chico detrás de la barra del bar que ponía música, el muchacho se llamaba Noa y también trabajaba en el Blue África. Nos dijo que el cantante de ese cd que sonaba era él y que si nos apetecía estábamos invitadas a pasarnos más tarde por la playa pues estaría él con sus amigos tocando los djembes y cantando. ¡Siiiii, fiesta africana! Por nada del mundo me lo perdería, aunque fueran solo cinco minutos iba a ir. Disfrutamos de la cena y vimos un rato algún programa de televisión a través del móvil cuando ya comencé a oír a lo lejos el sonido de los tambores. De repente, como si me hipnotizaran los oídos me levanté de la mesa y fui corriendo a la playa, dejando en el hotel a Núria que ya había manifestado su rechazo a la invitación por motivos de cansancio. Allí estaba Noa, al lado de una hoguera con dos colegas más. Mientras Noa buscaba algo para que pudiera sentarme en la arena aproveché para presentarme a sus amigos que como nunca habían oído mi nombre decidieron entre risas llamarme "Party". Muy bien, pues si la fiesta ha venido a la fiesta, ¡que comience la fiesta!. Noa comenzó a cantar al compás del djembe y me enamoré, pero no de él si no de su voz. Cantaba como los ángeles, sonriente, feliz, mirándome a los ojos y yo dejaba que sus palabras y su belleza artística entraran dentro de mí, fue mágico. Tenía un color de voz tan bonito y especial como el color de su piel. También me enseñó a tocar un poco el djembe, a parte de ser difícil cuando llevas un rato duelen las manos, pero desde luego fue muy gratificante. El pirado del colega que me bautizó como "Party" no paraba de hablar sobre sus teorías del universo y alternábamos música con charlas místicas. Llevaba ya un buen rato cuando quise ir a dormir y Noa me suplicaba que me quedara un poco más, pero le expliqué que debía ir a dormir porque al día siguiente madrugaba. Me dijo que él dormía cuatro horas al día y que yo también podría hacerlo, si claro, pensé, con lo que me gusta a mi dormir...le agradecí enormemente la compañía y le dije que lo había pasado muy bien, pero le di las buenas noches y me fui a la habitación a descansar. Fue maravilloso dormirme con los djembes de fondo.

martes, 18 de junio de 2013

REGRESO A LA COSTA: TAMBACOUNDA-MBOUR 11/04/2013

Tuvimos una noche ajetreada, el calor asfixiante hizo que subiéramos el colchón a la terraza pero en mitad de la madrugada tuvimos que bajar porque hacía fresco y las constantes oraciones de los fieles que se pasaron toda la noche rezando nos despertaban constantemente. Nos dimos una ducha rápida, nos hicimos unos bocadillos de mantequilla para el camino y nos fuimos a la Gare Routier. Allí estaba nuestro chico, Cheik, esperándonos con una sonrisa de oreja a oreja e interesado en nuestros ánimos, en como estábamos hoy y como habíamos dormido. Nos había reservado los asientos del medio y ya faltaba poco para que se llenara el set-place. Para hacer tiempo observábamos a los niños que andaban por ahí mendigando ¿serían los mismos niños de ayer? Iban todos desaliñados, con la ropa rota, descalzos y sucios, hasta con costras en la cabeza.
 

 
Uno de ellos nos recitaba el Corán de memoria mientras movía la mano arriba y abajo para que le diéramos unos francos. Cheik nos explicó que estos niños no van a la escuela y que solo aprenden el Corán, las sospechas de que detrás de estas criaturas se encontraba el marabut iba cobrando fuerza. El coche por fin estaba lleno y llegó la hora de partir. Nos despedimos con mucha alegría porque ya dejábamos atrás las malas energías de Tamba, pero al mismo tiempo a mi me dio mucha pena decirle adiós a Cheik que se había portado excepcionalmente con nosotras. Nos dimos los mails para no perder el contacto. El chofer era un chico joven, vestía una camiseta del Barça y un gorro vaquero. Paramos una vez a cargar unos troncos de madera y una segunda vez a que los viajeros comieran. Nosotras tomamos unas coca colas porque no teníamos hambre y fuimos a dar una vuelta y a buscar algo de sombra donde sentarnos para darles tiempo a que acabaran de comer. Uno de los viajeros nos vino a buscar para avisarnos de que ya marchábamos y fuimos corriendo de nuevo al coche. En total, hicimos casi 400 kilómetros en unas 6 horas y media. En la Gare Routier de Mbour nos montamos en un taxi para ir al hotel que nos había reservado Doba, el Blue Afrika, era precioso, justo delante de las mesas del restaurante teníamos la playa que estaba decorada con unas magníficas palmeras.
 
 
Era el escenario típico de una playa del caribe pero en la costa africana. Sin pensarlo dos veces decidimos pasar las dos noches que nos quedaban en Senegal allí, tranquilas, tomando el sol, dándonos unos baños estupendos y tiradas en las hamacas del hotel sin hacer absolutamente nada. Suleyman, que así se llamaba el amable chico que nos recibió en el hotel nos dio la bienvenida con un zumo bien fresquito de mango y enseguida nos dijo que nosotras debíamos ser las chicas de Doba, que él podría llevarnos gratis y porque simplemente le apetecía, a conocer un poco el pueblo de Mbour y ver la famosa playa donde llegan los pescadores después de faenar todo el día en alta mar. Estábamos encantadas con el recibimiento y el lugar. Hasta la hora de la cena fuimos a la playa del hotel a relajarnos pero cuando no eran los chicos ligones eran las mujeres vendedoras de bijoux, esta vez nos dijeron que las ganancias de las ventas iban destinadas a un colegio del pueblo y fuera verdad o mentira no les compramos nada porque ya íbamos servidas de este tipo de abalorios, de todas maneras las mujeres africanas son luchadoras y no se rinden tan rápido y las tuvimos pegadas a nuestros pies en las hamacas durante una hora intentando vendernos de todo. Mientras nos bañábamos también se nos acercaron tres chicas que iban haciendo footing por la orilla y nos invitaron a correr con ellas pero nuestras piernas no estaba para esos trotes y les dijimos que si al día siguiente las veíamos si que nos apuntábamos a echar unas carreras. Suleyman nos trajo la carta para que pidiéramos la cena, sabía de sobras que estábamos hambrientas y pedimos unas ensaladas y pescado, por fin ensaladas después de tantos días sin probar apenas una hoja de lechuga y por fin pescado fresco en la costa, estaba todo para chuparse los dedos. Estábamos tan cansadas que nos fuimos a dormir muy pronto.
 
 

LA PRISA MATA: KEDOUGOU-TAMBACOUNDA 10/04/2013

Nos despertamos temprano y mientras desayunábamos apareció Doba para acompañarnos a la Gare Routier. Había venido con la moto y llevó a Núria mientras yo fui andando con la mochila. Deberían ser las 8 de la mañana aproximadamente y el sol picaba ya con rabia. Las calles estaban atestadas de gente con sus compras, coches y camiones de un lado a otro, era un día normal. Entre el barullo mientras iba pensando en la de kilómetros que nos íbamos a chupar, se paró una furgoneta de policía al lado y la puerta corredera de los asientos traseros se abrió poco a poco. Ahí estaba Sana, dándome los buenos días con una gran sonrisa y diciéndome que estaba encantado de conocerme. Si ayer me sentí mal en ese momento me sentí aun peor, pobrecillo. Le dije que sentía mucho haberlo dejado tirado y él me tendió su mano desde dentro de la furgo y me dijo que no pasaba nada. Yo le devolví el gesto dándole mi mano también y así fuimos diez metros los dos agarrados de la mano, él desde dentro y yo andando cargada como una burra. No creo en el destino, solo creo que las cosas inesperadas suceden porque si y sin explicación alguna, pero el que Núria se fuera con Doba en la moto y yo andando fue una oportunidad de oro para disculparme por mi comportamiento y poder quitarme esa espinita que tenía dentro. Ahora ya me sentía mucho mejor. Sana me deseó un buen viaje, me dio un papelito con su facebook y su skype, el conductor aceleró y mientras Sana cerraba la puerta de la furgo torcieron a la derecha por un camino cualquiera. Cuando llegué a la Gare Routier Doba ya había hecho los pactos necesarios para nuestro viaje de regreso a la costa, éramos las primeras así que Núria iría de copi y yo en los asientos del medio, de momento la cosa pintaba bien. Doba se despidió de nosotras recordándonos los precios del viaje y de las mochilas y a la que se esfumó entre los coches el negociador ya nos quería subir de nuevo los precios. Le dije que no se preocupara que ahora llamaba a Doba para que volviera y hablara con él y como vio que podían haber problemas lo dejó correr y nos aceptó el precio de Doba. Al rato apareció Harouna que también vino a decirnos adiós y a acabar de esculpir a Núria en su corazón. Ese niño se quedó prendado de ella hasta las trancas. Después de estar cerca de una hora esperando por fin estaba el set place completo. Compramos rápidamente agua fresca para el camino y le dimos a Harouna un abrazo de oso. Cuando nos montamos en el coche le íbamos diciendo adiós con las manos y Harouna se iba alejando hasta que ya salimos de la estación y le perdimos de vista. Poco hay que contar del trayecto en esta ocasión y tampoco consigo recordar a los compis de viaje. Era la hora de comer cuando llegamos a Tamba, buscamos un restaurante o tangana cerca de la Gare Routier y encontramos un lugar que entre todos, tenía pinta de ser mejor. Entramos removiendo el morro, oliendo a comida sabrosa y abrimos los ojos para ver que es lo que comía la gente. Estaba todo lleno de trabajadores de la zona y gente de paso y nosotras éramos las únicas blancas del lugar. Nos sentamos en una punta de una gran mesa y al otro lado habían dos chicos que les preguntamos que si lo que comían era Thieboudienne y nos dijeron que si, que era el plato nacional...bla bla bla...llevo dos semanas aquí y he comido Thieboudienne hasta que me ha salido el arroz por las orejas, ya sé lo que es. Tenía buena pinta y para no arriesgarnos a probar otra cosa y meter la pata pedimos dos platos de Thieboudienne. Tomamos dos coca colas a la velocidad del rayo, estábamos secas, y devoramos la comida como si no hubiera mañana. De postre tomamos otra coca cola compartida y al querer abrir la nevera que la tenía justo detrás mío, me cargué el tirador de la puerta y me quedé con él en la mano. Núria se petaba de risa mientras la joven camarera que tenía muy malas pulgas arreglaba lo que había destrozado. En la mesa de al lado se habían sentado unos Guineanos que al escucharnos hablar español nos dieron un poco de bola, hablaban un castellano casi prefecto. Eran transportistas y llevaban cargas de Madrid a Guinea y de Guinea a Madrid. Llevaban años haciendo esa ruta y eso les había ayudado muchísimo a aprender el idioma. El conductor, que era quien llevaba la voz cantante, en un par de ocasiones nos pidió el número de teléfono a lo que nosotras, escurridizas, le cambiábamos de tema como si nada. Eran muy simpáticos y no nos tomamos a mal que nos alagaran, ya estábamos acostumbradas y respondíamos como Diaw, con una sonrisa. Pagamos la cuenta y nos marchamos de nuevo hacia la Gare Routier, en la parada de los coches que iban destino Mbour. Allí había un chico que trabajaba captando clientes para ubicarles en los diferentes set place y al ver que esperábamos un rato se nos acercó y nos habló. Se llamaba Cheik, tenía 33 años y era la mar de simpático. Núria tenía más dificultades que yo con el idioma a lo que ella se quedó bastante fuera de la conversación y miraba perpleja como una madre daba el pecho a sus hijos gemelos, uno en cada lado. Mientras tanto, Cheik dibujó en un cartoncito un tres en raya y con unos bolitas de papel como fichas nos pusimos a jugar. Le gané 5-3.
 
CHEIK Y YO JUGANDO AL TRES EN RAYA CON UN CARTONCITO
De vez en cuando le preguntábamos a Cheik si saldría el set place hoy y nos decía que si había suerte vendrían clientes. Nos invitó a tomar té para matar el rato y nos estuvo haciendo un examen físico al completo. A Núria le preguntó que le había sucedido en la rodilla y le contamos la historia de la cascada. Estuvimos tres horas, tres interminables horas esperando a que el maldito set place se llenara y no había venido ni un solo cliente así que como ya habíamos hecho muy buenas migas con Cheik le dijimos que por favor hablara con el patrón y que nos devolviera el dinero del coche, que al día siguiente volveríamos temprano para ir a Mbour. Cheik tuvo que pelear lo que no está escrito por nuestro dinero, recuerdo perfectamente como gesticulaba, como gritaba y como se le hinchaban las venas de toda la cabeza, se enfadó muchísimo con el jefe porque no nos quería devolver el dinero pero después de tanta suplica por fin accedió y nos lo devolvió. Una vez más las cosas se torcieron y no salieron según lo planeado. Ambas teníamos muy malos recuerdos de Tamba y nos fastidiaba mucho tener que pasar la noche allí, pero como no había otra opción le preguntamos a Cheik si quería venir a cenar con nosotras y él muy ilusionado aceptó. Le dijimos que nos alojaríamos en el Bloc Gadel, el mismo albergue que la otra vez, nos dimos los números de teléfono y dijo que sobre las 8 nos llamaría. Llegamos al albergue y yo que estaba con los nervios a flor de piel, quise ducharme para ver si me relajaba pero no sé que me pasó que lloré muchísimo. Al salir de la ducha Núria me preguntó si estaba bien y yo volví a llorar y le dije que estaba muy agobiada, que sentía mucho las peleas que habíamos tenido y que tenía ganas de volver a mi casa. Me consoló y tranquilizó muchísimo, me dijo que hasta mañana descansaríamos y nos relajaríamos porque llevábamos tanto físico como psicológicamente mucho encima y nos estaba pasando factura a las dos. Sonó el teléfono y era Cheik, estaba esperándonos abajo para ir a cenar. Cuando bajamos, como si me conociera de toda la vida, notó que algo me pasaba, me preguntó si estaba bien y yo le expliqué que había estado llorando porque estaba muy agobiada. Me dijo que no llorara, que estaba más guapa sin llorar y me dio un abrazo. Nos llevó a un restaurante que tenía una terraza y era de un conocido suyo. Pedimos tres pollo yassa con cous-cous y estaba buenísimo, había encontrado en la gastronomía senegalesa un apoyo incondicional, pues cada vez que saboreaba uno de esos platos tan especiales me olvidaba de todo. Mientras cenábamos íbamos hablando de todo un poco, le explicamos nuestro viaje y él como si escuchara un cuento disfrutaba con lo que le contábamos. Cuando acabamos de cenar unos críos se agolparon en la verja de la terraza del restaurante, nos miraban sin perder ripio y todos iban equipados con botes o latas vacías. Yo los tenía de espaldas pero Núria hacía rato que los llevaba observando y al final era tanta la curiosidad que tenía por saber que le preguntó a nuestro acompañante que hacían ahí los niños. Cheik nos preguntó: ¿Queréis ver que hacen los niños? ¿Habéis acabado de cenar? A lo que a las dos preguntas dijimos que sí. Cheik les dijo a los niños que ya habíamos acabado y los pequeños entraron como alma que lleva el diablo y se tiraron en la mesa. En cuestión de segundos desapareció cualquier resto de comida que había en los platos; huesos, hojas de lechuga y hasta el más insignificante grano de maíz. Cheik se dio cuenta de nuestras caras, estábamos alucinando y no dejábamos de mirar las manitas que se peleaban por pillar cualquier cosa. Deberíamos tener cara de asustadas y Cheik les dijo con dos gritos que se fueran, que ya estaba bien y los niños le hicieron caso absoluto y se marcharon calladitos con la misma rapidez con la que entraron. Núria se quedó en estado de shock y se puso a llorar y es que no es para menos, fue muy impactante vivir este episodio, la crudeza de la hambruna delante de nuestras narices. A día de hoy me pregunto si los niños vendrían siguiéndonos desde lejos para ver si las toubabs iban a cenar y poder pillar algo, o si realmente detrás de todas estas criaturas se esconde el marabut (líder espiritual de la ciudad) y les obliga a mendigar 24 horas al día para quedarse luego con los trofeos conseguidos, ya sea dinero o comida. En cualquier caso los niños desaparecieron y nosotros pagamos la cuenta para irnos ya a descansar. Por el camino vi algo que me llamó mucho la atención, había por la ciudad un gran número de motos tuneadas con luces de neón, pegatinas y equipos de música, Cheik nos dijo que esas motos son moto-taxi y que son muy peligrosas porque los conductores van como auténticos locos y sin casco. Llegamos al albergue, nos despedimos de Cheik y quedamos que al día siguiente nos veríamos en la Gare Routier a las 8 de la mañana. Esa misma noche me agregó a facebook y me mandó varios mensajes de ánimo porque sabía que estaba un poco sensible y triste.

jueves, 13 de junio de 2013

ANIMALES EN ÁFRICA: DANDE-DINDEFELO-KEDOUGOU 09/04/2013

Este sería nuestro último despertar rodeadas de bestias y animalillos varios. Repetimos el primer acto de cada mañana, un desayuno que ya nos empezaba a aburrir bastante y que por mucha hambre que tuviéramos lo comíamos con desgana, como echaba de menos un buen tazón de cereales... Enseguida nos pusimos en marcha para ir a ver al punne (albino) de Dande, pues Doba sabía que yo quería conocer a uno y me dijo que en su pueblo había un niño y que iríamos a verle. Pasamos por delante del colegio del pueblo por si estuviera allí y en el aula tan solo habían dos niños y el profesor enseñándoles francés, escribiendo frases en la pizarra con una perfecta caligrafía que me dejó embobada por unos segundos. Nuestro guía nos dijo que los niños estaban en sus casas porque no sabían si el profesor hoy iba a estar allí, pues el día anterior no pudo dar clase porque no le dio tiempo a llegar al pueblo, recordemos el tema de los transportes que es muy deficiente y que para llegar a Dande hay que subir montaña a pie. Seguimos camino a casa del punne y cuando llegamos, Doba gritó: ¡Yaya, vienen a verte! (obviamente en su idioma, Peul). Yaya que estaba jugando con sus primitos a la sombra de un formager se levantó de golpe y vino a la carrera a recibirnos hasta que dejó atrás la sombra y el enfurecido sol le abofeteó en la cara, en sus ojitos débiles y tuvo que echar marcha atrás con la misma rapidez con la que venía, nos esperaba en la frontera que dibujaba en el suelo la sombra y tapándose con un brazo los ojos pues le debió hacer mucho daño el sol. El recinto donde vivía estaba cercado por unas maderas y una puerta medio caída de alambre que abrimos para poder entrar. Dentro habían tres cabañas donde vivía Yaya con su familia, su madre murió hacía unos años atrás y estaba al cargo de sus tíos. Cuando nos acercamos Yaya reculó un poco a la espera de que nosotras nos pronunciáramos y Doba le dijo que habíamos ido a verle para darle ropita y unos colores y cuadernos para que pudiera pintar. Es cierto que apenas se inmutó cuando le entregamos las cosas ¿sería consciente de que fuimos realmente a verle por su color de piel? ¿acaso nuestra cara reflejaba lo que pensábamos en aquel momento y Yaya estaba leyendo a través de nuestros ojos los sentimientos que nos invadían? Fuera lo que fuera Yaya no sonreía y nos daba mucha pena, quisimos alegrarle la vida durante unos minutos y nuestro objetivo no se estaba cumpliendo. Tanto a Núria como a mi nos hubiera encantado decirle mil cosas, explicarle que era un niño con mucha suerte ya que su familia lo cuidaba con muchísimo cariño y lo trataba como uno más a pesar de sus condiciones y sus dificultades, pero el idioma una vez más era una gran muralla invisible pero existente. La tía de Yaya le empujó a darnos las gracias por los regalos y él soltó un casi silencioso diarama. Ninguna de las dos podíamos quitarle los ojos de encima, nos causaba lástima, quizás porque parecía estar triste a pesar de que su comportamiento cuando nos vio fuera lo contrario, a penas levantaba la vista del suelo y puede ser que se sintiera intimidado y no quisiera devolvernos la mirada y que nos diéramos cuenta que sus ojos no eran ni como los de los negros ni como los de los blancos, eran unos ojitos dulces que se movían rápidamente de un lado a otro, tampoco eran los ojos de un albino, eran los preciosos ojos de Yaya. Al mismo tiempo nos transmitía ternura y sentíamos ganas de protegerle de todas las cosas malas que le pudieran hacer daño, me hubiera gustado destruir el sol con un bazoka para que Yaya pudiera jugar donde quisiera sin correr peligro. Me hice unas fotos con él y aproveché para comérmelo a besos y decirle aunque no me entendiera que era un niño precioso y que yo era su nueva amiga.
 
YAYA
 
Núria también se hizo una foto con él pero ella no podía hablar, en cualquier momento iba a romper a llorar y al cruzar la puerta para irnos no aguantó más y lloró desconsoladamente durante un rato. Repetía una y otra vez que Yaya le había impactado, que recordaba el documental que le enseñé de los albinos de Tanzania antes de viajar cuando le expliqué que sentía curiosidad por conocer a un albino negro y no era capaz de comprender el salvajismo al que estaban sometidos estas inocentes criaturas en aquel país. Por suerte, en Senegal cada vez hay menos casos en los que un albino es excluido de la sociedad, sometido a vejaciones o perseguido hasta la muerte, pero ni diciéndole a Núria que Senegal en ese aspecto avanza satisfactoriamente podía encontrar consuelo. Estuvo todo el día bastante tocada, se lamentaba por haberse olvidado el bote de protección solar que le sobraba y no habérselo llevado a Yaya. Yo sin embargo trataba de sacarle algo positivo y es que ahora tenía ropita nueva que podría ponerse para cubrirse del sol y tendría un entretenimiento extra con los lápices y los cuadernos para colorear que estoy segura compartiría con sus primitos. Fuimos al campamento a recoger las cosas para empezar el descenso hacia Dindefelo, nos despedimos de Harouna, el hermano de Doba que nos dio un fuerte abrazo "con dos cojones" tal y como había aprendido a decir. Me dio mucha pena despedirme de él, era un muchacho encantador y se le notaba que tenía una educación exquisita. Volvíamos a caminar por el mismo lugar que lo hicimos el día anterior cuando llegamos al pueblo y en la zona de los termiteros champiñón Doba nos obligó rápidamente a callar pues había oído el grito de los babus y eso es que estaban cerca. Nos quedamos pasmados como si estuviéramos jugando al "pica pared" y a los pocos segundos vimos como comenzaron a pasar de un lado a otro de la explanada decenas de babuinos de todos los tamaños uno detrás de otro. ¡Por fin! Mis ojos estaban viendo animales en libertad y no daba crédito, mi cuerpo seguía sin moverse excepto la boca que la tenía abierta cual infante viendo a Micky Mouse en Disneyland París. Quise acercarme un poco porque el zoom de la cámara no me daba suficiente para hacer buenas fotos pero Doba y el impertinente de Álvaro no me dejaron porque los asustaría y se irían corriendo y la verdad, tenían razón, aunque en aquel momento pataleaba como si hubiera descubierto que Micky Mouse de Disneyland París fuera un disfraz y dentro hubiera una persona como yo.
 
A LO LEJOS LOS BABUS
 
Cuando ya hubieron pasado todos los babus reanudamos la marcha y más adelante nos los volvimos a encontrar saltando de un árbol a otro y columpiándose en las ramas. Es aquí cuando se me cayeron las lágrimas al entender que la libertad es una de las cosas más importantes que hay en la vida, que los humanos hemos llegado a este planeta mucho más tarde que ellos y nos creemos dueños del mundo, que durante siglos nos han servido y nos siguen sirviendo a nuestro antojo y nuestra manera de agradecérselo es privándoles de lo que nosotros tanto disfrutamos, que en mi país, España, a los animales los torturamos hasta la muerte para y por diversión y esos energúmenos que gozan con el sufrimiento animal se definen como amantes de los animales, que en mi país también existen grandes recintos con pequeñas jaulas donde tienes que pagar para ver a un babu que no puede correr y no hace más que repetir acciones fruto del estrés... y yo allí, privilegiada donde las haya, en el escenario donde todos esos "amantes de los animales" deberían estar para entender un poco el significado de la palabra libertad. Ellos sin nosotros podrían vivir, nosotros sin ellos no. Como de costumbre el tiempo se nos echaba encima y si queríamos comer teníamos que aligerar el paso. Cuando llegamos a Dindefelo estaba Harouna, el pretendiente de Núria, esperándonos con dos motos que nos llevarían hasta Kedougou, una que llevaría él y otra que sería de Doba. Rescatamos nuestras mochilas y antes de atarlas a las motos aproveché para cambiarme de ropa y ponerme algo limpio. Salimos fuera del campamento, justo en la entrada estaban unos chicos jugando a las cartas. Nos acercamos y uno de ellos era Xavier, el chico que el día anterior nos invitó a degustar el asqueroso potingue que comía, le saludamos y nos ofreció asiento junto a ellos. No habíamos podido olvidar a Diaw y preguntamos por él, Xavier nos dijo que si queríamos iba a buscarlo y las dos sin pensarlo ni un segundo dijimos que si. Mientras venía y no venía aprovechamos para regalar algo de ropa a unos pequeñajos que andaban correteando por ahí, así de paso descargábamos peso de las mochilas y porque no, una nueva oportunidad para jugar con ellos y hacerles pedorretas en la barriga, de esas que les hacen reír tanto que acabas descojonándote igual que ellos. Y allí llegaba Diaw que desde lejos ya le reconocimos y empezamos a gritarle "¡¡¡Diaaaaw, holaaaa Diaaaaaaw!!! Estaba guapísimo como siempre, escondiendo los ojos detrás de unas Ray de imitación pero dejando al descubierto esos blancos y alineados dientes. En Senegal te podías comer a todos los niños a besos y a algunos adultos también y Diaw era uno de esos. La presencia de nuestro negrito preferido hizo que Núria acabara de encajar la visita del punne y yo...pues para que nos vamos a engañar, para mi ya no existían los niños ni las pedorretas. Tomamos el mismo ritmo como habíamos hecho en las otras ocasiones con Diaw, diciéndole de todo y babeando a más no poder y es que Diaw era mucho Diaw, y él seguía seduciéndonos inconscientemente con esos oyuelitos que se le marcaban en las mejillas al sonreír.
 
A LA IZQUIERDA XAVIER Y NÚRIA. A LA DERECHA EL DESEADO DIAW.
 
La dinámica de: las toubabs te alagan, y tu muerto de vergüenza te escudas en tu preciosa sonrisa, era un juego a tres que nos encantaba a todos y estoy convencida que vino no solo a despedirnos si no porque le gustaba recibir toneladas de piropos, algunos quizás un poco verdes que los decíamos en catalán para evitar que se enterara y no ofenderle, que sé que no se hubiera ofendido pero por si acaso. Doba y Harouna nos reclamaban y era momento de despedirse de los chicos, que pena...nuestros ojos se van a volver vagos al no poder hacer más ejercicio ocular con Diaw. Nos montamos en la moto y dejamos atrás Dindefelo, sus gentes y a Álvaro. Me encantaría decir que el camino fue tranquilo, pero no fue así. La carretera llena de agujeros y el pirado de Doba que saludaba a todo ser viviente que se cruzaba en nuestro camino hizo que la moto se desestabilizara y por poco no nos fuimos al suelo, pero con suerte cogió el manillar con fuerza y consiguió el equilibrio necesario para no caernos...menudo susto, yo que dos días antes me reía del batacazo de Núria en la cascada y ahora he estado apunto de llevarme todos los souvenirs de Kedougou marcados en el cuerpo. Después de aproximadamente una hora de trayecto llegamos al mismo campamento de Kedougou en el que habíamos estado la otra vez, el de los portugueses.
 
LLEGADA A KEDOUGOU CON LAS MOTOS
 
Descargamos las mochilas y volvimos a nuestra cabaña-sauna, donde me hice un chequeo de la piel pues me parecía verme más morena en cuestión de una hora y así fue, cuando me remangué un poco el pantalón corto que llevaba vi la marca, ahora estaba medio morena medio blanca con la marca paleta, que maja. Mientras nos conectábamos a internet para hablar con nuestras respectivas familias, Doba habló con el cocinero y pactó nuestra comida. Nos dijo que descansáramos después de comer y que cuando el sol no fuera tan amenazador iríamos a ver los hipopótamos en el río. Después de comer Núria se quedó charlando con Harouna en el comedor y yo opté por una buena siesta y cuando me desperté Doba ya andaba por ahí reclamando nuestra presencia para irnos a Niokoto a ver los hipos pero antes mandamos a Harouna a que fuera a por unas bolsitas de bissap.
 
BEBIENDO BISSAP ANTES DE IR A VER A LOS HIPOPÓTAMOS
 
Fuimos de nuevo con las motos y por el camino hicimos un poco el tonto grabándonos con los móviles y cantando el famoso gurdu gurdu. Al llegar cerca del río Doba nos enseñó algo realmente curioso y para mi gusto un tanto feo, en el pueblo de Niokoto había un campamento regentado por franceses en el que estaba terminantemente prohibido tanto la entrada como el alojamiento a la población local, muerta me quedé. Bajamos al río y Doba nos pidió silencio para observar los hipopótamos que por el momento no se veían. Nos escondimos detrás de un retorcido árbol a esperar y a los tres o cuatro minutos asomaron dos la cabeza, sacudiéndose las orejas y respirando fuertemente para tomar aire y volver a sumergirse. Toda la observación fue igual, apenas iban nadando por debajo del agua y avanzaban muy poco.
 
AUNQUE NO SE DEJARON FOTOGRAFIAR AQUÍ ESTABAN LOS HIPOS
 
 Nos teníamos que ir pues los días con nuestro guía ya llegaban a su fin y Doba cuando nos dejó en el campamento quiso hacer un poco de feedback para saber como nos habíamos sentido y que tal nos había parecido la ruta que nos había preparado. Le dijimos que habíamos tenido mucha suerte por encontrarle y que todo fue gracias a Ester por habernos puesto en contacto, que la ruta nos había encantado, que nos perdonara si en algún momento nos habíamos puesto pesadas cuando nos quejábamos de que los trekkins en las montañas eran duros y que nunca olvidaríamos a los niños que conocimos, ni a él, ni nuestra animada canción del gurdu gurdu. Realmente nos sentíamos muy pero que muy tristes, coges muchísimo cariño a la gente que tiende su mano para ayudarte y la despedida siempre suponía un pequeño trauma. Se marchó y nos dijo que al día siguiente vendría para acompañarnos a la Gare Routier y echarnos una mano con las mochilas y el previo regateo de precio y asientos del set place. Núria salió al supermercado a comprar agua y nuestro colega el poli estaba plantado en la silla tal como lo dejamos cinco días antes. Al volver, me dijo Núria que el muchacho había preguntado por mí y exigía que saliera a saludarle porque quería verme. Salimos las dos y Harouna también estaba por allí, era él quien nos iba traduciendo lo que nos decíamos. Me sentí con todo el derecho del mundo para pedirle que se quitara las gafas de sol, quería verle los misteriosos ojos que siempre los llevaba camuflados detrás de las gafas efecto espejo, pero duró nada y menos. El poli, que se llamaba Sana, quería una cita esa misma noche ya que sabía que al día siguiente nos marchábamos y a mi aunque me pareció interesante preferí declinar su invitación por dos motivos; primero por la evidente barrera idiomática, pues no creo que a Harouna le apeteciera hacer de intérprete a la luz de la luna, y segundo, porque ya había quedado con Younoussa que esa noche se pasaría por el campamento para despedirse. De todos modos, insistía tanto que pensé que una buena manera de quitármelo de encima en ese momento sería dándole mi número de teléfono de Senegal y seguro que no me iba a llamar después de mi respuesta negativa ¡¡¡Meeeeeeeeeec!!! Error. A las dos horas cuando acabó su jornada laboral me llamó y como no había memorizado su número descolgué y hablaba tan rápido que si no me enteraba de nada cuando lo tenía delante menos me iba a enterar por teléfono. Usé la táctica del "perdona, pero se oye fatal, Hola? Hola? Hola?" y colgué. Me duché tranquilamente y salí al comedor del campamento a relajarme y a whatsapear un poco con mi gente. Entró un chico alto, delgado, vestido con chándal y con unos cascos de música enormes. Me saludó y se sentó enfrente mío a lo que le devolví el saludo y seguí a mi rollo. Después de dos minutos de silencio en los que me sobraron minuto y cincuenta y nueve segundos para olvidarme del chico, me preguntó por Harouna y le dije que se estaba duchando pero que ahora mismo le iba a avisar. Localicé a Harouna en las duchas comunitarias y le trasladé el mensaje: hay un chico fuera que viene a buscarte y lleva unos cascos muy grandes. Me preguntó que quien era y yo le respondí que ni idea, que sería un amigo suyo y me dijo que le dijera que se esperara que ahora saldría. De nuevo fui donde estaba el desconocido y le dije que ahora salía Harouna y justo cuando me iba a sentar me preguntó por Núria. Un momento, me dije a mi misma, si me pregunta por Núria yo también debería de conocerle y no se quien es... ¿Quién eres? Le dije, y me respondió: Soy Sana. ¡¡¡Mierda!!! El poli se había presentado al ver que no respondía a las llamadas. ¿Qué demonios se supone que debía hacer yo ahora? Los portugueses que estaban en la mesa de al lado me vieron la cara y me preguntaron ¿problemas? y yo les dije que tenía un marronazo encima de la ostia. Me levanté volando y le dije a Sana que esperara un segundo que ahora volvía y fui a buscar a Harouna para desvelarle la identidad del desconocido, pedirle por favor que me ayudara y que me lo quitara de encima. Harouna no paraba de reírse de la situación y escuchaba a Núria dentro de la cabaña igual, a carcajada limpia. Pronto salió mi salvador de la ducha y después de que estuviera un rato charlando con el poli por fin salieron los dos del campamento y regresó Harouna solo a los cinco minutos. En el fondo me sabía fatal haberme comportado así, se le veía buen muchacho pero no me apetecía en absoluto una velada romántica. Al poco llegó Younoussa y nos pusimos a jugar los cuatro al burro con unas cartas que habían comprado Núria y Harouna en el super. Después jugamos al Awalé, me sorprendió saber que Younoussa no tenía ni idea de jugar, le enseñamos pero él no estaba mucho por la labor y decidimos sacar los colchones una vez más fuera de la cabaña-sauna porque corríamos peligro de morir asadas. Las piernas nos comenzaba a temblar tan solo de pensar que al día siguiente teníamos que chuparnos un día entero de set place hasta llegar a Mbour, en la costa. Mientras tanto, los portugueses intentaban ligar con unas mujeres de vida fácil, de origen nigerianas, que iban borrachas como una cuba y armando un escándalo espantoso, hasta que al final entre el gerente del campamento y otros empleados consiguieron echarlas del lugar y así pudimos descansar tranquilamente.

 
 
 

viernes, 31 de mayo de 2013

EL LADO MÁS RURAL DE SENEGAL: DANDE 08/04/2013


Se pasó toda la noche lloviendo como nunca y con algo de fresquito. Desayunamos lo mismo de siempre y le dejamos las mochilas al gerente del campamento para que nos las guardara ya que solo llevábamos lo justo y necesario para pasar 24 horas en Dande.

 
NUESTRA CABAÑA EN DINDEFELO
 
Álvaro ya nos esperaba fuera y nada más arrancar a caminar preguntamos si hoy también nos acompañaría Diaw pero la respuesta de Doba fue negativa. La subida de la montaña fue algo durilla, por norma general intentábamos hacer los trekkings temprano para evitar las horas más calurosas, pero no importaba, fuera la hora que fuera hacía un calor espantoso, es más, a pesar de la lluvia el sol picaba con fuerza. Íbamos parando a menudo para coger aire, beber agua y saludar a la gente que bajaba. Todos nos daban la mano y nos decían Diarama que es la palabra que emplean para saludar o dar las gracias. Me encantaba ir andando, subiendo montañas, bajándolas, y que toda persona con la que me cruzaba se parara a saludar y darme un apretón de manos, es una de las cosas que más echo de menos de Senegal. Una mujer entrada en edad que bajaba arrastrando los pies también nos saludó y Doba se percató que se le habían roto las chanclas y le dio 500 CFAs para que se comprara unas nuevas, la mujer le agradeció con muchísimo ímpetu el gesto de Doba y siguió su camino al igual que nosotros el nuestro. Cuando estábamos a punto de llegar arriba Doba nos hizo callar, le pareció oír el ruido que emiten los babuinos cuando se comunican y andaban por ahí cerca. A pesar de que estuvimos un rato esperándolos quietos y en total silencio, no aparecieron. ¡Que mala suerte! Doba nos había dicho que siempre que subía a Dande se había cruzado con los babus y por raro que pareciera esta vez no se habían dejado ver. Quien sabe si al día siguiente de bajada, con suerte... Llegamos a una caseta hecha con palos y trozos de caña y paramos un rato a descansar junto con unos locales que andaban por ahí echando la mañana. Al lado de la caseta había un cartel que daba la bienvenida al pueblo de Dande. Dande es el pueblo natal de Doba aunque él vive en Kedougou por comodidad y por trabajo. Siempre se siente muy orgulloso de llevar a los turistas a su pueblo, que lo conozcan y lo disfruten, además, nosotras teníamos la suerte de ser solo dos (aunque ese día se había sumado un tercero) y eso hacía que la atención, el cuidado, las explicaciones y todo lo que tenga que ver con su trabajo fuera mucho más cercano y personal. Hasta que punto el cariño iba in crescendo que hubo un día que le llamó por teléfono una tal Pamela de España y nos pusimos celosas, Doba era nuestro esos días y de nadie más. Siguiendo el trayecto ya en llano, a ambos lados del camino se abría una explanada cubierta por decenas de termiteros champiñón, que se les llama así por su forma. Esa estampa la había visto en unas fotos de mi amiga Ester y la diferencia era abismal. Ella viajó en temporada de lluvias y la vegetación relucía, todo era verde, sin embargo, nosotras viajamos en el mes que más calor hace y a finales de la época seca con lo cual aquello era árido y lamentablemente, no tan bonito como las fotos que había visto, pero igualmente nos hicimos unas fotos encima de los termiteros para el recuerdo.
 
ENCIMA DE LOS TERMITEROS CHAMPIÑÓN
 
Más adelante Doba nos enseñó una mezquita del pueblo y nos quedamos muertas. Vamos a ver...como explicarlo. Un circunferencia de dos metros de diámetro hecha con una fila de ladrillos y dentro un montón de piedras, eso era la mezquita. Ahora ya podía decir que había visto una mezquita por dentro. Paramos en las cuevas de Dande y Doba nos explicó la historia. Resulta al pueblo se llama así porque antiguamente en las cuevas vivían los Bédik y cuando tuvieron que huir se lo llevaron todo excepto las camas y en Bédik dande significa camas.
 
CUEVAS DE DANDE
 
Como en toda cueva revoloteaban unos murciélagos descontroladamente y cerca tenían como vecinas a las peligrosas abejas. En las dos ocasiones que pasamos cerca de estos insectos tuvimos que hacerlo en total silencio pues Doba nos advirtió que con las voces se sienten amenazadas y si es así podríamos llevarnos el disgusto de que nos picaran. Seguimos el camino y llegamos al campamento que ha construido Doba, allí pasaremos la noche. Dejamos las mochilas y nos sentamos a beber algo fresco para matar un poco el calor y de paso decidimos que comer al mediodía. Como no había tiempo que perder y queríamos ver más cosas, Doba en compañía de su hermano Harouna, nos llevó a un lugar donde podíamos ver la cascada de Dindefelo desde arriba, es decir, desde donde cae el agua y la verdad que habían unas vistas impresionantes. Aunque la vegetación apenas nos dejaba ver el fondo de la cascada la sensación de vacío y peligrosidad nos invadió el cuerpo.
 
LA CASCADA DE DINDEFELLO DESDE ARRIBA
 
Después nos fuimos al otro lado de la cascada donde había muchísima sombra y nos sentamos a tomar la fresca, a descansar y a hablar un poco. El principal tema de conversación que hubo fue de los babuinos y los chimpancés. Doba nos hizo una comparativa del comportamiento de estos animales y las reacciones que tienen ante los humanos; los babus huyen de las personas pero los chimpas se pueden revelar y atacar. Después de disfrutar de ese maravilloso momento decidimos entre todos ir a comer y cuando llegamos al campamento ya estaba lista la comida. Nos habían preparado un exquisito y delicioso Thiebou Yapp, el mejor que he comido en todo el viaje, estaba sabrosísimo y se notaba que estaba cocinado con mucho cariño. Nos lo sirvieron en una enorme bandeja de acero inoxidable y dio para repetir cada uno un plato.
 
THIEBOU YAPP
 
Lo que más pena me daba era que Harouna y el resto de chavales que trabajaban en el campamento esperaban detrás de una cabaña a que acabáramos para recogernos la comida y comerse ellos nuestras sobras. Para ellos es lo más normal del mundo y nos les importaba pero a mi me dio ese sentimiento de lástima aunque también cabe la posibilidad de que hagan un plato tan grande a conciencia sabiendo perfectamente que no nos lo vamos a acabar. De postre nos sirvieron unas naranjas, estaban un poco verdes, ácidas, pero después de tantos días sin comer nada de fruta (excepto algún mango y eso que no me gustan mucho pero me los comía), me sabía a gloria. Al finalizar la comida Doba nos dijo que esperaríamos a que bajara un poco el sol para ir a ver los dientes de Dande y yo pensé que como no habían niños por allí y tenía dos horas por delante de descanso que mejor que una buena siesta para bajar la comida y en tres minutos me quedé K.O. en la cabaña. No recuerdo si me desperté yo sola o fue Núria, el caso es que tal como me levanté y fui hacia el comedor Núria me dijo que menos mal que me había echado la siesta porque mientras yo dormía uno de los chavales nos cazó para nuestra cena a uno de los pollos que esa misma mañana nos hacía compañía. Me dio un vuelco el corazón al pensar que nos lo había matado para nosotras, que esa mañana estaba vivo y ahora le estarían despellejando. Traté de quitarme esa imagen de la cabeza mientras me lavaba la cara y ya nos pusimos en marcha camino hacia los dientes de Dande. Atravesamos una llanura que era idéntica a una sabana de Kenia y el camino se nos hacía ameno gracias a las charlas. Al llegar al lugar unas magníficas vistas alimentaban nuestras ganas de naturaleza. Los dientes de Dande es una formación rocosa, un conjunto de enormes rocas una al lado de otra que desde abajo parecen los dientes de una boca. Nosotros estábamos en la parte de arriba y no se podía apreciar bien el detalle de los dientes pero merecía la pena igualmente estar allí porque al mismo tiempo que te sientes pequeño también crees que desde allí arriba tienes el mundo a tus pies.
 
LOS DIENTES DE DANDE
 
Pasamos una horita disfrutando de esa maravilla natural pero un poco agobiados porque había mucha mosca a lo que Doba al ver que no paraba de hacer aspavientos con las manos cogió una rama de un árbol y me la dio para que me fuera fustigando. Puse un poco de música del móvil, Ismael Lo, y Doba se puso muy contento al ver que tenía tantas canciones de este artista. Nos estuvo explicando que la canción de Tajabone está dedicada a una fiesta de Senegal con el mismo nombre en la que la familia se reúne para comer, bailar y estar con los suyos. También sonó Le Jola y nos dijo que así se llamaba el barco que hacía el trayecto Dakar-Ziguinchor-Dakar que naufragó en el 2002, que es una canción dedicada a todas aquellas personas que perdieron la vida en la catástrofe del hundimiento. El sol ya había adquirido un color naranja fuego cuando comenzamos a andar hacia el campamento. El hermano de Doba, Harouna, era un chico muy tímido y no hablaba nada castellano hasta que en algún momento una de las dos le contestó a la otra un "con dos cojones" y de repente como si Harouna supiera el significado de esa expresión lo repitió y se quedó tan ancho mirándonos, obviamente nos petamos de risa y Harouna rió con nosotras. Al llegar al campamento a Núria y a mi como si nos hubiéramos sincronizado nos dio un apretón. Yo que había visitado el penoso w.c. del campamento le aconsejé que lo mejor sería ir al campo pues no me apetecía la compañía de las verdes y grandes moscas que habitaban en el agujero del suelo. ¿Y quién no ha plantado alguna vez un pino en medio de la naturaleza si al fin y al cabo eso también era natural? Al llegar al campamento nos duchamos con la que yo diría que fue la ducha más rudimentaria de todo el viaje; un cubo presidia una mesa hecha con palos y más palos como biombo. Nunca antes nos habíamos duchando con cubos de agua y he de decir que ya me estaba acostumbrando y me resultaba muy divertido, además con el calor que hacía daba gusto tirarse por encima los cubos de agua. La cena estaba lista, por fin iba a comer un buen cous cous senegalés aunque lo de la historia del pollo me echaba un poco para atrás. Estaba igual de bueno que el arroz del mediodía pero el pollo la verdad que tenía poca chicha. Lo malo fue que cayó en mi plato la cabeza y cuando lo cogí para ver que era y le vi los ojos y el pico, la cabeza voló unos cuantos metros arriba del susto. Después de la cena hicimos una charla nocturna como la del día anterior, aunque éramos los únicos clientes del campamento nos acompañaban los chavales que trabajaban allí y algunos amigos de estos.
 
HAROUNA (DE BLANCO), NÚRIA Y EL CAZADOR DE POLLOS (DE AZUL)

 
Harouna se sentó a mi lado y me enseñaba videos en el móvil mientras comía un chupa chups, aunque le duró bien poco pues se lo quité y me lo comí yo. En el otro lado de la mesa había otro chico peleándose con la radio (que por lo menos era de la primera guerra mundial) para tratar de arreglarla y como no podía se dio por vencido. Nosotras nos quedamos tristes sin música y preguntamos que era lo que pasaba, que si estaba estropeada y Harouna dijo que no, que si nosotras queríamos música la íbamos a tener y al cabo de diez minutos aquel cacharro sonaba como si fuera nuevo. Una vez más me sorprendió no solo las habilidades de los senegaleses que todos saben hacer de todo si no que con tal de cumplir nuestros deseos hacen lo que sea. Harouna seguía diciendo en bajito "con dos cojones" y nosotros reíamos más que nunca pues la frase concordaba a la perfección con el arreglo de la radio. Por ahí también andaba el caza pollos que riéndose y de broma me decía que él no había dado muerte al bicho. Lástima no haber aguantado un poco más porque estoy segura que lo hubiéramos pasado genial con los chicos pero como de costumbre estábamos muy cansadas y pronto nos fuimos a dormir.