jueves, 13 de junio de 2013

ANIMALES EN ÁFRICA: DANDE-DINDEFELO-KEDOUGOU 09/04/2013

Este sería nuestro último despertar rodeadas de bestias y animalillos varios. Repetimos el primer acto de cada mañana, un desayuno que ya nos empezaba a aburrir bastante y que por mucha hambre que tuviéramos lo comíamos con desgana, como echaba de menos un buen tazón de cereales... Enseguida nos pusimos en marcha para ir a ver al punne (albino) de Dande, pues Doba sabía que yo quería conocer a uno y me dijo que en su pueblo había un niño y que iríamos a verle. Pasamos por delante del colegio del pueblo por si estuviera allí y en el aula tan solo habían dos niños y el profesor enseñándoles francés, escribiendo frases en la pizarra con una perfecta caligrafía que me dejó embobada por unos segundos. Nuestro guía nos dijo que los niños estaban en sus casas porque no sabían si el profesor hoy iba a estar allí, pues el día anterior no pudo dar clase porque no le dio tiempo a llegar al pueblo, recordemos el tema de los transportes que es muy deficiente y que para llegar a Dande hay que subir montaña a pie. Seguimos camino a casa del punne y cuando llegamos, Doba gritó: ¡Yaya, vienen a verte! (obviamente en su idioma, Peul). Yaya que estaba jugando con sus primitos a la sombra de un formager se levantó de golpe y vino a la carrera a recibirnos hasta que dejó atrás la sombra y el enfurecido sol le abofeteó en la cara, en sus ojitos débiles y tuvo que echar marcha atrás con la misma rapidez con la que venía, nos esperaba en la frontera que dibujaba en el suelo la sombra y tapándose con un brazo los ojos pues le debió hacer mucho daño el sol. El recinto donde vivía estaba cercado por unas maderas y una puerta medio caída de alambre que abrimos para poder entrar. Dentro habían tres cabañas donde vivía Yaya con su familia, su madre murió hacía unos años atrás y estaba al cargo de sus tíos. Cuando nos acercamos Yaya reculó un poco a la espera de que nosotras nos pronunciáramos y Doba le dijo que habíamos ido a verle para darle ropita y unos colores y cuadernos para que pudiera pintar. Es cierto que apenas se inmutó cuando le entregamos las cosas ¿sería consciente de que fuimos realmente a verle por su color de piel? ¿acaso nuestra cara reflejaba lo que pensábamos en aquel momento y Yaya estaba leyendo a través de nuestros ojos los sentimientos que nos invadían? Fuera lo que fuera Yaya no sonreía y nos daba mucha pena, quisimos alegrarle la vida durante unos minutos y nuestro objetivo no se estaba cumpliendo. Tanto a Núria como a mi nos hubiera encantado decirle mil cosas, explicarle que era un niño con mucha suerte ya que su familia lo cuidaba con muchísimo cariño y lo trataba como uno más a pesar de sus condiciones y sus dificultades, pero el idioma una vez más era una gran muralla invisible pero existente. La tía de Yaya le empujó a darnos las gracias por los regalos y él soltó un casi silencioso diarama. Ninguna de las dos podíamos quitarle los ojos de encima, nos causaba lástima, quizás porque parecía estar triste a pesar de que su comportamiento cuando nos vio fuera lo contrario, a penas levantaba la vista del suelo y puede ser que se sintiera intimidado y no quisiera devolvernos la mirada y que nos diéramos cuenta que sus ojos no eran ni como los de los negros ni como los de los blancos, eran unos ojitos dulces que se movían rápidamente de un lado a otro, tampoco eran los ojos de un albino, eran los preciosos ojos de Yaya. Al mismo tiempo nos transmitía ternura y sentíamos ganas de protegerle de todas las cosas malas que le pudieran hacer daño, me hubiera gustado destruir el sol con un bazoka para que Yaya pudiera jugar donde quisiera sin correr peligro. Me hice unas fotos con él y aproveché para comérmelo a besos y decirle aunque no me entendiera que era un niño precioso y que yo era su nueva amiga.
 
YAYA
 
Núria también se hizo una foto con él pero ella no podía hablar, en cualquier momento iba a romper a llorar y al cruzar la puerta para irnos no aguantó más y lloró desconsoladamente durante un rato. Repetía una y otra vez que Yaya le había impactado, que recordaba el documental que le enseñé de los albinos de Tanzania antes de viajar cuando le expliqué que sentía curiosidad por conocer a un albino negro y no era capaz de comprender el salvajismo al que estaban sometidos estas inocentes criaturas en aquel país. Por suerte, en Senegal cada vez hay menos casos en los que un albino es excluido de la sociedad, sometido a vejaciones o perseguido hasta la muerte, pero ni diciéndole a Núria que Senegal en ese aspecto avanza satisfactoriamente podía encontrar consuelo. Estuvo todo el día bastante tocada, se lamentaba por haberse olvidado el bote de protección solar que le sobraba y no habérselo llevado a Yaya. Yo sin embargo trataba de sacarle algo positivo y es que ahora tenía ropita nueva que podría ponerse para cubrirse del sol y tendría un entretenimiento extra con los lápices y los cuadernos para colorear que estoy segura compartiría con sus primitos. Fuimos al campamento a recoger las cosas para empezar el descenso hacia Dindefelo, nos despedimos de Harouna, el hermano de Doba que nos dio un fuerte abrazo "con dos cojones" tal y como había aprendido a decir. Me dio mucha pena despedirme de él, era un muchacho encantador y se le notaba que tenía una educación exquisita. Volvíamos a caminar por el mismo lugar que lo hicimos el día anterior cuando llegamos al pueblo y en la zona de los termiteros champiñón Doba nos obligó rápidamente a callar pues había oído el grito de los babus y eso es que estaban cerca. Nos quedamos pasmados como si estuviéramos jugando al "pica pared" y a los pocos segundos vimos como comenzaron a pasar de un lado a otro de la explanada decenas de babuinos de todos los tamaños uno detrás de otro. ¡Por fin! Mis ojos estaban viendo animales en libertad y no daba crédito, mi cuerpo seguía sin moverse excepto la boca que la tenía abierta cual infante viendo a Micky Mouse en Disneyland París. Quise acercarme un poco porque el zoom de la cámara no me daba suficiente para hacer buenas fotos pero Doba y el impertinente de Álvaro no me dejaron porque los asustaría y se irían corriendo y la verdad, tenían razón, aunque en aquel momento pataleaba como si hubiera descubierto que Micky Mouse de Disneyland París fuera un disfraz y dentro hubiera una persona como yo.
 
A LO LEJOS LOS BABUS
 
Cuando ya hubieron pasado todos los babus reanudamos la marcha y más adelante nos los volvimos a encontrar saltando de un árbol a otro y columpiándose en las ramas. Es aquí cuando se me cayeron las lágrimas al entender que la libertad es una de las cosas más importantes que hay en la vida, que los humanos hemos llegado a este planeta mucho más tarde que ellos y nos creemos dueños del mundo, que durante siglos nos han servido y nos siguen sirviendo a nuestro antojo y nuestra manera de agradecérselo es privándoles de lo que nosotros tanto disfrutamos, que en mi país, España, a los animales los torturamos hasta la muerte para y por diversión y esos energúmenos que gozan con el sufrimiento animal se definen como amantes de los animales, que en mi país también existen grandes recintos con pequeñas jaulas donde tienes que pagar para ver a un babu que no puede correr y no hace más que repetir acciones fruto del estrés... y yo allí, privilegiada donde las haya, en el escenario donde todos esos "amantes de los animales" deberían estar para entender un poco el significado de la palabra libertad. Ellos sin nosotros podrían vivir, nosotros sin ellos no. Como de costumbre el tiempo se nos echaba encima y si queríamos comer teníamos que aligerar el paso. Cuando llegamos a Dindefelo estaba Harouna, el pretendiente de Núria, esperándonos con dos motos que nos llevarían hasta Kedougou, una que llevaría él y otra que sería de Doba. Rescatamos nuestras mochilas y antes de atarlas a las motos aproveché para cambiarme de ropa y ponerme algo limpio. Salimos fuera del campamento, justo en la entrada estaban unos chicos jugando a las cartas. Nos acercamos y uno de ellos era Xavier, el chico que el día anterior nos invitó a degustar el asqueroso potingue que comía, le saludamos y nos ofreció asiento junto a ellos. No habíamos podido olvidar a Diaw y preguntamos por él, Xavier nos dijo que si queríamos iba a buscarlo y las dos sin pensarlo ni un segundo dijimos que si. Mientras venía y no venía aprovechamos para regalar algo de ropa a unos pequeñajos que andaban correteando por ahí, así de paso descargábamos peso de las mochilas y porque no, una nueva oportunidad para jugar con ellos y hacerles pedorretas en la barriga, de esas que les hacen reír tanto que acabas descojonándote igual que ellos. Y allí llegaba Diaw que desde lejos ya le reconocimos y empezamos a gritarle "¡¡¡Diaaaaw, holaaaa Diaaaaaaw!!! Estaba guapísimo como siempre, escondiendo los ojos detrás de unas Ray de imitación pero dejando al descubierto esos blancos y alineados dientes. En Senegal te podías comer a todos los niños a besos y a algunos adultos también y Diaw era uno de esos. La presencia de nuestro negrito preferido hizo que Núria acabara de encajar la visita del punne y yo...pues para que nos vamos a engañar, para mi ya no existían los niños ni las pedorretas. Tomamos el mismo ritmo como habíamos hecho en las otras ocasiones con Diaw, diciéndole de todo y babeando a más no poder y es que Diaw era mucho Diaw, y él seguía seduciéndonos inconscientemente con esos oyuelitos que se le marcaban en las mejillas al sonreír.
 
A LA IZQUIERDA XAVIER Y NÚRIA. A LA DERECHA EL DESEADO DIAW.
 
La dinámica de: las toubabs te alagan, y tu muerto de vergüenza te escudas en tu preciosa sonrisa, era un juego a tres que nos encantaba a todos y estoy convencida que vino no solo a despedirnos si no porque le gustaba recibir toneladas de piropos, algunos quizás un poco verdes que los decíamos en catalán para evitar que se enterara y no ofenderle, que sé que no se hubiera ofendido pero por si acaso. Doba y Harouna nos reclamaban y era momento de despedirse de los chicos, que pena...nuestros ojos se van a volver vagos al no poder hacer más ejercicio ocular con Diaw. Nos montamos en la moto y dejamos atrás Dindefelo, sus gentes y a Álvaro. Me encantaría decir que el camino fue tranquilo, pero no fue así. La carretera llena de agujeros y el pirado de Doba que saludaba a todo ser viviente que se cruzaba en nuestro camino hizo que la moto se desestabilizara y por poco no nos fuimos al suelo, pero con suerte cogió el manillar con fuerza y consiguió el equilibrio necesario para no caernos...menudo susto, yo que dos días antes me reía del batacazo de Núria en la cascada y ahora he estado apunto de llevarme todos los souvenirs de Kedougou marcados en el cuerpo. Después de aproximadamente una hora de trayecto llegamos al mismo campamento de Kedougou en el que habíamos estado la otra vez, el de los portugueses.
 
LLEGADA A KEDOUGOU CON LAS MOTOS
 
Descargamos las mochilas y volvimos a nuestra cabaña-sauna, donde me hice un chequeo de la piel pues me parecía verme más morena en cuestión de una hora y así fue, cuando me remangué un poco el pantalón corto que llevaba vi la marca, ahora estaba medio morena medio blanca con la marca paleta, que maja. Mientras nos conectábamos a internet para hablar con nuestras respectivas familias, Doba habló con el cocinero y pactó nuestra comida. Nos dijo que descansáramos después de comer y que cuando el sol no fuera tan amenazador iríamos a ver los hipopótamos en el río. Después de comer Núria se quedó charlando con Harouna en el comedor y yo opté por una buena siesta y cuando me desperté Doba ya andaba por ahí reclamando nuestra presencia para irnos a Niokoto a ver los hipos pero antes mandamos a Harouna a que fuera a por unas bolsitas de bissap.
 
BEBIENDO BISSAP ANTES DE IR A VER A LOS HIPOPÓTAMOS
 
Fuimos de nuevo con las motos y por el camino hicimos un poco el tonto grabándonos con los móviles y cantando el famoso gurdu gurdu. Al llegar cerca del río Doba nos enseñó algo realmente curioso y para mi gusto un tanto feo, en el pueblo de Niokoto había un campamento regentado por franceses en el que estaba terminantemente prohibido tanto la entrada como el alojamiento a la población local, muerta me quedé. Bajamos al río y Doba nos pidió silencio para observar los hipopótamos que por el momento no se veían. Nos escondimos detrás de un retorcido árbol a esperar y a los tres o cuatro minutos asomaron dos la cabeza, sacudiéndose las orejas y respirando fuertemente para tomar aire y volver a sumergirse. Toda la observación fue igual, apenas iban nadando por debajo del agua y avanzaban muy poco.
 
AUNQUE NO SE DEJARON FOTOGRAFIAR AQUÍ ESTABAN LOS HIPOS
 
 Nos teníamos que ir pues los días con nuestro guía ya llegaban a su fin y Doba cuando nos dejó en el campamento quiso hacer un poco de feedback para saber como nos habíamos sentido y que tal nos había parecido la ruta que nos había preparado. Le dijimos que habíamos tenido mucha suerte por encontrarle y que todo fue gracias a Ester por habernos puesto en contacto, que la ruta nos había encantado, que nos perdonara si en algún momento nos habíamos puesto pesadas cuando nos quejábamos de que los trekkins en las montañas eran duros y que nunca olvidaríamos a los niños que conocimos, ni a él, ni nuestra animada canción del gurdu gurdu. Realmente nos sentíamos muy pero que muy tristes, coges muchísimo cariño a la gente que tiende su mano para ayudarte y la despedida siempre suponía un pequeño trauma. Se marchó y nos dijo que al día siguiente vendría para acompañarnos a la Gare Routier y echarnos una mano con las mochilas y el previo regateo de precio y asientos del set place. Núria salió al supermercado a comprar agua y nuestro colega el poli estaba plantado en la silla tal como lo dejamos cinco días antes. Al volver, me dijo Núria que el muchacho había preguntado por mí y exigía que saliera a saludarle porque quería verme. Salimos las dos y Harouna también estaba por allí, era él quien nos iba traduciendo lo que nos decíamos. Me sentí con todo el derecho del mundo para pedirle que se quitara las gafas de sol, quería verle los misteriosos ojos que siempre los llevaba camuflados detrás de las gafas efecto espejo, pero duró nada y menos. El poli, que se llamaba Sana, quería una cita esa misma noche ya que sabía que al día siguiente nos marchábamos y a mi aunque me pareció interesante preferí declinar su invitación por dos motivos; primero por la evidente barrera idiomática, pues no creo que a Harouna le apeteciera hacer de intérprete a la luz de la luna, y segundo, porque ya había quedado con Younoussa que esa noche se pasaría por el campamento para despedirse. De todos modos, insistía tanto que pensé que una buena manera de quitármelo de encima en ese momento sería dándole mi número de teléfono de Senegal y seguro que no me iba a llamar después de mi respuesta negativa ¡¡¡Meeeeeeeeeec!!! Error. A las dos horas cuando acabó su jornada laboral me llamó y como no había memorizado su número descolgué y hablaba tan rápido que si no me enteraba de nada cuando lo tenía delante menos me iba a enterar por teléfono. Usé la táctica del "perdona, pero se oye fatal, Hola? Hola? Hola?" y colgué. Me duché tranquilamente y salí al comedor del campamento a relajarme y a whatsapear un poco con mi gente. Entró un chico alto, delgado, vestido con chándal y con unos cascos de música enormes. Me saludó y se sentó enfrente mío a lo que le devolví el saludo y seguí a mi rollo. Después de dos minutos de silencio en los que me sobraron minuto y cincuenta y nueve segundos para olvidarme del chico, me preguntó por Harouna y le dije que se estaba duchando pero que ahora mismo le iba a avisar. Localicé a Harouna en las duchas comunitarias y le trasladé el mensaje: hay un chico fuera que viene a buscarte y lleva unos cascos muy grandes. Me preguntó que quien era y yo le respondí que ni idea, que sería un amigo suyo y me dijo que le dijera que se esperara que ahora saldría. De nuevo fui donde estaba el desconocido y le dije que ahora salía Harouna y justo cuando me iba a sentar me preguntó por Núria. Un momento, me dije a mi misma, si me pregunta por Núria yo también debería de conocerle y no se quien es... ¿Quién eres? Le dije, y me respondió: Soy Sana. ¡¡¡Mierda!!! El poli se había presentado al ver que no respondía a las llamadas. ¿Qué demonios se supone que debía hacer yo ahora? Los portugueses que estaban en la mesa de al lado me vieron la cara y me preguntaron ¿problemas? y yo les dije que tenía un marronazo encima de la ostia. Me levanté volando y le dije a Sana que esperara un segundo que ahora volvía y fui a buscar a Harouna para desvelarle la identidad del desconocido, pedirle por favor que me ayudara y que me lo quitara de encima. Harouna no paraba de reírse de la situación y escuchaba a Núria dentro de la cabaña igual, a carcajada limpia. Pronto salió mi salvador de la ducha y después de que estuviera un rato charlando con el poli por fin salieron los dos del campamento y regresó Harouna solo a los cinco minutos. En el fondo me sabía fatal haberme comportado así, se le veía buen muchacho pero no me apetecía en absoluto una velada romántica. Al poco llegó Younoussa y nos pusimos a jugar los cuatro al burro con unas cartas que habían comprado Núria y Harouna en el super. Después jugamos al Awalé, me sorprendió saber que Younoussa no tenía ni idea de jugar, le enseñamos pero él no estaba mucho por la labor y decidimos sacar los colchones una vez más fuera de la cabaña-sauna porque corríamos peligro de morir asadas. Las piernas nos comenzaba a temblar tan solo de pensar que al día siguiente teníamos que chuparnos un día entero de set place hasta llegar a Mbour, en la costa. Mientras tanto, los portugueses intentaban ligar con unas mujeres de vida fácil, de origen nigerianas, que iban borrachas como una cuba y armando un escándalo espantoso, hasta que al final entre el gerente del campamento y otros empleados consiguieron echarlas del lugar y así pudimos descansar tranquilamente.

 
 
 

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