martes, 18 de junio de 2013

LA PRISA MATA: KEDOUGOU-TAMBACOUNDA 10/04/2013

Nos despertamos temprano y mientras desayunábamos apareció Doba para acompañarnos a la Gare Routier. Había venido con la moto y llevó a Núria mientras yo fui andando con la mochila. Deberían ser las 8 de la mañana aproximadamente y el sol picaba ya con rabia. Las calles estaban atestadas de gente con sus compras, coches y camiones de un lado a otro, era un día normal. Entre el barullo mientras iba pensando en la de kilómetros que nos íbamos a chupar, se paró una furgoneta de policía al lado y la puerta corredera de los asientos traseros se abrió poco a poco. Ahí estaba Sana, dándome los buenos días con una gran sonrisa y diciéndome que estaba encantado de conocerme. Si ayer me sentí mal en ese momento me sentí aun peor, pobrecillo. Le dije que sentía mucho haberlo dejado tirado y él me tendió su mano desde dentro de la furgo y me dijo que no pasaba nada. Yo le devolví el gesto dándole mi mano también y así fuimos diez metros los dos agarrados de la mano, él desde dentro y yo andando cargada como una burra. No creo en el destino, solo creo que las cosas inesperadas suceden porque si y sin explicación alguna, pero el que Núria se fuera con Doba en la moto y yo andando fue una oportunidad de oro para disculparme por mi comportamiento y poder quitarme esa espinita que tenía dentro. Ahora ya me sentía mucho mejor. Sana me deseó un buen viaje, me dio un papelito con su facebook y su skype, el conductor aceleró y mientras Sana cerraba la puerta de la furgo torcieron a la derecha por un camino cualquiera. Cuando llegué a la Gare Routier Doba ya había hecho los pactos necesarios para nuestro viaje de regreso a la costa, éramos las primeras así que Núria iría de copi y yo en los asientos del medio, de momento la cosa pintaba bien. Doba se despidió de nosotras recordándonos los precios del viaje y de las mochilas y a la que se esfumó entre los coches el negociador ya nos quería subir de nuevo los precios. Le dije que no se preocupara que ahora llamaba a Doba para que volviera y hablara con él y como vio que podían haber problemas lo dejó correr y nos aceptó el precio de Doba. Al rato apareció Harouna que también vino a decirnos adiós y a acabar de esculpir a Núria en su corazón. Ese niño se quedó prendado de ella hasta las trancas. Después de estar cerca de una hora esperando por fin estaba el set place completo. Compramos rápidamente agua fresca para el camino y le dimos a Harouna un abrazo de oso. Cuando nos montamos en el coche le íbamos diciendo adiós con las manos y Harouna se iba alejando hasta que ya salimos de la estación y le perdimos de vista. Poco hay que contar del trayecto en esta ocasión y tampoco consigo recordar a los compis de viaje. Era la hora de comer cuando llegamos a Tamba, buscamos un restaurante o tangana cerca de la Gare Routier y encontramos un lugar que entre todos, tenía pinta de ser mejor. Entramos removiendo el morro, oliendo a comida sabrosa y abrimos los ojos para ver que es lo que comía la gente. Estaba todo lleno de trabajadores de la zona y gente de paso y nosotras éramos las únicas blancas del lugar. Nos sentamos en una punta de una gran mesa y al otro lado habían dos chicos que les preguntamos que si lo que comían era Thieboudienne y nos dijeron que si, que era el plato nacional...bla bla bla...llevo dos semanas aquí y he comido Thieboudienne hasta que me ha salido el arroz por las orejas, ya sé lo que es. Tenía buena pinta y para no arriesgarnos a probar otra cosa y meter la pata pedimos dos platos de Thieboudienne. Tomamos dos coca colas a la velocidad del rayo, estábamos secas, y devoramos la comida como si no hubiera mañana. De postre tomamos otra coca cola compartida y al querer abrir la nevera que la tenía justo detrás mío, me cargué el tirador de la puerta y me quedé con él en la mano. Núria se petaba de risa mientras la joven camarera que tenía muy malas pulgas arreglaba lo que había destrozado. En la mesa de al lado se habían sentado unos Guineanos que al escucharnos hablar español nos dieron un poco de bola, hablaban un castellano casi prefecto. Eran transportistas y llevaban cargas de Madrid a Guinea y de Guinea a Madrid. Llevaban años haciendo esa ruta y eso les había ayudado muchísimo a aprender el idioma. El conductor, que era quien llevaba la voz cantante, en un par de ocasiones nos pidió el número de teléfono a lo que nosotras, escurridizas, le cambiábamos de tema como si nada. Eran muy simpáticos y no nos tomamos a mal que nos alagaran, ya estábamos acostumbradas y respondíamos como Diaw, con una sonrisa. Pagamos la cuenta y nos marchamos de nuevo hacia la Gare Routier, en la parada de los coches que iban destino Mbour. Allí había un chico que trabajaba captando clientes para ubicarles en los diferentes set place y al ver que esperábamos un rato se nos acercó y nos habló. Se llamaba Cheik, tenía 33 años y era la mar de simpático. Núria tenía más dificultades que yo con el idioma a lo que ella se quedó bastante fuera de la conversación y miraba perpleja como una madre daba el pecho a sus hijos gemelos, uno en cada lado. Mientras tanto, Cheik dibujó en un cartoncito un tres en raya y con unos bolitas de papel como fichas nos pusimos a jugar. Le gané 5-3.
 
CHEIK Y YO JUGANDO AL TRES EN RAYA CON UN CARTONCITO
De vez en cuando le preguntábamos a Cheik si saldría el set place hoy y nos decía que si había suerte vendrían clientes. Nos invitó a tomar té para matar el rato y nos estuvo haciendo un examen físico al completo. A Núria le preguntó que le había sucedido en la rodilla y le contamos la historia de la cascada. Estuvimos tres horas, tres interminables horas esperando a que el maldito set place se llenara y no había venido ni un solo cliente así que como ya habíamos hecho muy buenas migas con Cheik le dijimos que por favor hablara con el patrón y que nos devolviera el dinero del coche, que al día siguiente volveríamos temprano para ir a Mbour. Cheik tuvo que pelear lo que no está escrito por nuestro dinero, recuerdo perfectamente como gesticulaba, como gritaba y como se le hinchaban las venas de toda la cabeza, se enfadó muchísimo con el jefe porque no nos quería devolver el dinero pero después de tanta suplica por fin accedió y nos lo devolvió. Una vez más las cosas se torcieron y no salieron según lo planeado. Ambas teníamos muy malos recuerdos de Tamba y nos fastidiaba mucho tener que pasar la noche allí, pero como no había otra opción le preguntamos a Cheik si quería venir a cenar con nosotras y él muy ilusionado aceptó. Le dijimos que nos alojaríamos en el Bloc Gadel, el mismo albergue que la otra vez, nos dimos los números de teléfono y dijo que sobre las 8 nos llamaría. Llegamos al albergue y yo que estaba con los nervios a flor de piel, quise ducharme para ver si me relajaba pero no sé que me pasó que lloré muchísimo. Al salir de la ducha Núria me preguntó si estaba bien y yo volví a llorar y le dije que estaba muy agobiada, que sentía mucho las peleas que habíamos tenido y que tenía ganas de volver a mi casa. Me consoló y tranquilizó muchísimo, me dijo que hasta mañana descansaríamos y nos relajaríamos porque llevábamos tanto físico como psicológicamente mucho encima y nos estaba pasando factura a las dos. Sonó el teléfono y era Cheik, estaba esperándonos abajo para ir a cenar. Cuando bajamos, como si me conociera de toda la vida, notó que algo me pasaba, me preguntó si estaba bien y yo le expliqué que había estado llorando porque estaba muy agobiada. Me dijo que no llorara, que estaba más guapa sin llorar y me dio un abrazo. Nos llevó a un restaurante que tenía una terraza y era de un conocido suyo. Pedimos tres pollo yassa con cous-cous y estaba buenísimo, había encontrado en la gastronomía senegalesa un apoyo incondicional, pues cada vez que saboreaba uno de esos platos tan especiales me olvidaba de todo. Mientras cenábamos íbamos hablando de todo un poco, le explicamos nuestro viaje y él como si escuchara un cuento disfrutaba con lo que le contábamos. Cuando acabamos de cenar unos críos se agolparon en la verja de la terraza del restaurante, nos miraban sin perder ripio y todos iban equipados con botes o latas vacías. Yo los tenía de espaldas pero Núria hacía rato que los llevaba observando y al final era tanta la curiosidad que tenía por saber que le preguntó a nuestro acompañante que hacían ahí los niños. Cheik nos preguntó: ¿Queréis ver que hacen los niños? ¿Habéis acabado de cenar? A lo que a las dos preguntas dijimos que sí. Cheik les dijo a los niños que ya habíamos acabado y los pequeños entraron como alma que lleva el diablo y se tiraron en la mesa. En cuestión de segundos desapareció cualquier resto de comida que había en los platos; huesos, hojas de lechuga y hasta el más insignificante grano de maíz. Cheik se dio cuenta de nuestras caras, estábamos alucinando y no dejábamos de mirar las manitas que se peleaban por pillar cualquier cosa. Deberíamos tener cara de asustadas y Cheik les dijo con dos gritos que se fueran, que ya estaba bien y los niños le hicieron caso absoluto y se marcharon calladitos con la misma rapidez con la que entraron. Núria se quedó en estado de shock y se puso a llorar y es que no es para menos, fue muy impactante vivir este episodio, la crudeza de la hambruna delante de nuestras narices. A día de hoy me pregunto si los niños vendrían siguiéndonos desde lejos para ver si las toubabs iban a cenar y poder pillar algo, o si realmente detrás de todas estas criaturas se esconde el marabut (líder espiritual de la ciudad) y les obliga a mendigar 24 horas al día para quedarse luego con los trofeos conseguidos, ya sea dinero o comida. En cualquier caso los niños desaparecieron y nosotros pagamos la cuenta para irnos ya a descansar. Por el camino vi algo que me llamó mucho la atención, había por la ciudad un gran número de motos tuneadas con luces de neón, pegatinas y equipos de música, Cheik nos dijo que esas motos son moto-taxi y que son muy peligrosas porque los conductores van como auténticos locos y sin casco. Llegamos al albergue, nos despedimos de Cheik y quedamos que al día siguiente nos veríamos en la Gare Routier a las 8 de la mañana. Esa misma noche me agregó a facebook y me mandó varios mensajes de ánimo porque sabía que estaba un poco sensible y triste.

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