jueves, 27 de junio de 2013

EL FIN DE LA AVENTURA: DAKAR 13/04/2013

Nos despertamos temprano ya que hoy era nuestro último día de viaje y teníamos que ir a Dakar. Desayunamos como cualquier día y nos despedimos de Suelyman y de Noa, que nos desearon un buen viaje de regreso y también nos dijeron que ojala volviéramos pronto. Fuimos a la Gare Routier de Mbour y fue llegar y besar el santo, quedaban solo dos asientos libres en el set place que serian los nuestros. A pesar de que Dakar está relativamente cerca tardamos unas tres horas en llegar a la Gare Routier de Pompiers y todo porque la entrada a la capital es como un embudo. Cuando llegamos llamamos a Idrissa, el novio de mi amiga Ester, que nos vino a buscar para pasar el día con nosotras en Gorée. A pesar de la multitud de gente que había allí conseguimos encontrarnos, tampoco era muy difícil localizar a dos blancas entre tanto negro. Fuimos a su habitación de estudiante para dejar las mochilas grandes y paramos un taxi que nos llevó al lugar donde se coge el barco para ir a la isla de Gorée. Tuvimos que esperar dos horas hasta que saliera el barco y aprovechamos para ir a comer a un local cualquiera donde comí mi último Thieboudienne y bebí mi último gran vaso de bissap. Al volver a la zona del embarcadero había una cola bastante larga, un grupo de escolares todos uniformados la mar de guapos también iban a visitar la histórica isla. Durante el trayecto nos dimos cuenta de algo muy gracioso que hacía Idri y es que cada vez que quería afirmar algo, en lugar de decir sí, decía que sí. Sus respuestas eran que sí, que sí, que sí. En un principio Núria y yo pensábamos que nos lo decía rollo, que sí, que sí, que sí, callaros un rato, pero nos dimos cuenta que eso era made in Idri y era su forma de decir simplemente si, a lo al hacernos tantísima gracia, le imitábamos y nos partíamos de risa los tres. Idri era un chico encantador, siempre sonriente, además tenía los dientes perfectos, iba muy bien vestido y con la ropa impecable, pero el pobre llevaba la cabeza cubierta con un pañuelo para evitar el sol porque unas semanas antes tuvo un accidente de moto bastante grave y se abrió literalmente la cabeza, pero bueno, la suerte es que estaba bien y casi recuperado del todo.
 
NÚRIA, IDRISSA Y YO
 
Nada más llegar fuimos a una caseta donde tuvimos que pagar 500 CFAs por visitar la isla, ya que Gorée es Patrimonio Mundial de la Humanidad y ese dinero va destinado a la conservación y mantenimiento de la isla. Poco antes de llegar a la casa de los esclavos se alzaba un monumento muy especial en memoria a las víctimas de la esclavitud, un hombre alza las manos al cielo rompiendo las esposas que le ataban las manos mientras una mujer le abraza.
 
MONUMENTO EN MEMORIA DE LOS ESCLAVOS
 
Entramos en la famosa casa donde hasta hace pocos siglos tuvo lugar la trata de los mismos, ahora lleno de turistas curiosos y locales en busca de sus raíces, antiguamente lugar trágico donde las personas eran tratadas como mercancías. No sé si es mi pasión por descubrir cosas nuevas, por querer conocer y saber, o es que tengo demasiada imaginación pero tuve la piel de gallina durante toda la visita y no dejaba de pensar en los veinte millones de personas que pasaron por aquel lugar y sufrieron en sus propias carnes la esclavitud, debió ser terrorífico. Idrissa, a parte de ser el novio de mi amiga era estudiante de historia de África y guía turístico, con lo cual nadie mejor que él nos pudo explicar la historia de aquel misterioso lugar. Las habitaciones donde juntaban a los esclavos eran minúsculas, alrededor de 100 personas en una habitación que no hacía más de 3x4 metros, algunas con suerte tenían una pequeña ventana con barrotes por donde entraba la luz. En cada habitación había un cartel en el que ponía la distinción de los esclavos según género y edad: hombres, mujeres, mujeres jóvenes y niños.
 
LA SALA DE LOS HOMBRES

LA SALA DE LAS MUJERES JÓVENES

LA SALA DE LOS NIÑOS
 
Las mujeres eran separadas rápidamente de sus hijos pues se dice que el llanto de los pequeños hacía empeorar su estado de salud y en ese caso nadie se interesaría por ellas. También habían dos zulos justo debajo de las escaleras que conducían a la segunda planta de la casa, con poco más de un metro de alto donde metían como castigo a los esclavos que se revelaban y luchaban por su libertad, allí podían pasar hasta tres días sin comer.
 
LA SALA DE CASTIGO
 
Llegamos a un estrecho pasillo que era conocido como el lugar de donde no se regresa, allí era donde las familias se veían por última vez y se despedían para ser llevados por mar a diferentes países de América...es imposible que escriba esto sin que se me caigan las lágrimas, una vez más demostramos que los seres humanos somos el peor animal que existe de este planeta.
 
EL LUGAR DE DONDE NO SE REGRESA
 
Fuimos a la segunda planta de la casa donde había una pequeña exposición de diferentes artilugios que se usaron en su momento; lámparas de gas, grilletes y más grilletes... también habían unos paneles donde explicaba todo el proceso, desde la captura y secuestro de las personas, pasando por su estancia en aquella casa de esclavos, hasta sus vidas en América sometidos a los más duros trabajos. Se puede decir perfectamente que Gorée y la casa de los esclavos es una parada obligatoria si se viaja a Senegal, pero debo de dejar claro que la visita es bastante dura. Al salir fuimos a pasear por la isla que al ser un importante punto turístico estaba llena de tiendecitas de artesanía y souvenirs. Paramos en un taller donde varios hombres creaban cuadros con diferentes tipos de arena de distintas zonas de Senegal e incluso traídas de otros países africanos.
 
 
HACIENDO LOS CUADROS DE ARENA

El resultado era espectacular y todos los cuadros peleaban expuestos a los ojos del turista para ser el más bonito. Compré un cuadro precioso de una mujer africana con su bebé a las espaldas y en su cabeza una bandeja con comida. En otro puestecito compramos las dos el dichoso juego del Awalé, nos habíamos aficionado al máximo y queríamos seguir nuestra carrera en Barcelona. También compramos figuritas de madera y otros recuerdos para nuestros familiares y amigos. Tomamos un poco de té en una terracita de un bar mientras llegaba el barco para volver a Dakar. Mientras hablaba con Ester por teléfono se acercó una mujer que hablaba un casi perfecto castellano, toda ella muy guapa con su colorida ropa senegalesa y estuvo un buen rato hablando con Núria, se hicieron coleguitas. Antes de montar en el barco nos sentamos un rato en un muro y mientras Idri hacía fotos nosotras nos viciamos un rato al Awalé. La vuelta a Dakar transcurrió sin más, Núria haciendo de nuevo amigas hablando con otra señora, Idri que parecía cansado y casi no hablaba y yo que dejaba que la brisita fresca me diera en la cara y disfrutaba del atardecer. Cuando llegamos a tierra firme nos costó encontrar un taxi, Idri peleaba por un precio digno y los taxistas se negaban a llevarnos hasta que al final por fin conseguimos algo decente, estoy segura que si hubiera ido él solo no habría tenido tantos problemas en el regateo. Llegamos a la habitación de estudiante de Idri, cogimos las mochilas y nos acompañó a un albergue, pues queríamos ducharnos y quitarnos la roña de encima. Idri nos pactó un precio justo por dos horas en el albergue y también nos consiguió un taxi que nos llevaría a un barrio llamado HLM5, donde vivía la familia de Medoune, pues no podía irme de Senegal sin visitar a la que en su día fue mi suegra. Después de ducharnos rápidamente cogimos el taxi que nos esperaba y llegamos a la comisaria de HLM5 donde había quedado con Mame (la mamá de Medoune) y nos vino a buscar un sobrino de ella. Para mi fue muy especial conocer la casa de Medoune, donde había crecido y jugado, donde había vivido hasta los 18 años que se fue a España como muchos inmigrantes senegaleses en busca de una vida mejor. Vivía en la planta más alta de un bloque de pisos y Mame tenía las puertas de la casa abiertas de par en par. Ahora entiendo porque Medoune me dijo hace años que lo que más le chocó de España es que la gente tiene las puertas de casa cerradas. A Mame en realidad no la conocía de antes, pues cuando Medoune y yo estuvimos juntos mis visitas a su casa eran nocturnas y clandestinas y tan solo la escuchaba roncar desde el sofá. Al que si conocía era a su hermano Cheik que fue una grata sorpresa encontrármelo en Senegal. Allí estaba con sus niños que habían ido a pasar unas semanas de vacaciones para visitar a la familia.
 
CHEIK, EL HERMANO DE MEDOUNE
 
La nena jugaba con las cocinitas y el niño, pobrete, descansaba encima de unos cojines en el suelo porque le habían hecho la circuncisión y estaba que le dolía todo. También estaba por allí el papá de Medoune, al que saludé con muchísimo respeto y a pesar de todo tampoco me hizo mucho caso. Mame nos ofreció algo de cenar mientras las tres charlábamos en el descansillo de la casa y Cheik iba poniendo la oreja de vez en cuando y participaba en la conversación. Antes de irnos Mame me enseñó unas fotos de cuando Medoune era pequeño con su ropa típica de Senegal, que cosa más bonita. También aproveché para agotar el saldo de mi número de Senegal y llamarle, pues sabía que le haría una ilusión tremenda escucharnos a su mamá y a mí juntas hablando.
 
MAME, LA MADRE DE MEDOUNE
 
Cuando se cortó la llamada nos despedimos de todos pero Mame quiso acompañarnos a coger el taxi y pactarnos el precio hasta el aeropuerto. Le di el abrazo más fuerte que se le puede dar a nadie y muchos, muchos besos, estaba feliz de haberla conocido y me había hecho sentir como una hija más. Adiós mamá... ¡¡¡Y hasta pronto Senegal!!!
 
 

 
 

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