viernes, 31 de mayo de 2013

EL LADO MÁS RURAL DE SENEGAL: DANDE 08/04/2013


Se pasó toda la noche lloviendo como nunca y con algo de fresquito. Desayunamos lo mismo de siempre y le dejamos las mochilas al gerente del campamento para que nos las guardara ya que solo llevábamos lo justo y necesario para pasar 24 horas en Dande.

 
NUESTRA CABAÑA EN DINDEFELO
 
Álvaro ya nos esperaba fuera y nada más arrancar a caminar preguntamos si hoy también nos acompañaría Diaw pero la respuesta de Doba fue negativa. La subida de la montaña fue algo durilla, por norma general intentábamos hacer los trekkings temprano para evitar las horas más calurosas, pero no importaba, fuera la hora que fuera hacía un calor espantoso, es más, a pesar de la lluvia el sol picaba con fuerza. Íbamos parando a menudo para coger aire, beber agua y saludar a la gente que bajaba. Todos nos daban la mano y nos decían Diarama que es la palabra que emplean para saludar o dar las gracias. Me encantaba ir andando, subiendo montañas, bajándolas, y que toda persona con la que me cruzaba se parara a saludar y darme un apretón de manos, es una de las cosas que más echo de menos de Senegal. Una mujer entrada en edad que bajaba arrastrando los pies también nos saludó y Doba se percató que se le habían roto las chanclas y le dio 500 CFAs para que se comprara unas nuevas, la mujer le agradeció con muchísimo ímpetu el gesto de Doba y siguió su camino al igual que nosotros el nuestro. Cuando estábamos a punto de llegar arriba Doba nos hizo callar, le pareció oír el ruido que emiten los babuinos cuando se comunican y andaban por ahí cerca. A pesar de que estuvimos un rato esperándolos quietos y en total silencio, no aparecieron. ¡Que mala suerte! Doba nos había dicho que siempre que subía a Dande se había cruzado con los babus y por raro que pareciera esta vez no se habían dejado ver. Quien sabe si al día siguiente de bajada, con suerte... Llegamos a una caseta hecha con palos y trozos de caña y paramos un rato a descansar junto con unos locales que andaban por ahí echando la mañana. Al lado de la caseta había un cartel que daba la bienvenida al pueblo de Dande. Dande es el pueblo natal de Doba aunque él vive en Kedougou por comodidad y por trabajo. Siempre se siente muy orgulloso de llevar a los turistas a su pueblo, que lo conozcan y lo disfruten, además, nosotras teníamos la suerte de ser solo dos (aunque ese día se había sumado un tercero) y eso hacía que la atención, el cuidado, las explicaciones y todo lo que tenga que ver con su trabajo fuera mucho más cercano y personal. Hasta que punto el cariño iba in crescendo que hubo un día que le llamó por teléfono una tal Pamela de España y nos pusimos celosas, Doba era nuestro esos días y de nadie más. Siguiendo el trayecto ya en llano, a ambos lados del camino se abría una explanada cubierta por decenas de termiteros champiñón, que se les llama así por su forma. Esa estampa la había visto en unas fotos de mi amiga Ester y la diferencia era abismal. Ella viajó en temporada de lluvias y la vegetación relucía, todo era verde, sin embargo, nosotras viajamos en el mes que más calor hace y a finales de la época seca con lo cual aquello era árido y lamentablemente, no tan bonito como las fotos que había visto, pero igualmente nos hicimos unas fotos encima de los termiteros para el recuerdo.
 
ENCIMA DE LOS TERMITEROS CHAMPIÑÓN
 
Más adelante Doba nos enseñó una mezquita del pueblo y nos quedamos muertas. Vamos a ver...como explicarlo. Un circunferencia de dos metros de diámetro hecha con una fila de ladrillos y dentro un montón de piedras, eso era la mezquita. Ahora ya podía decir que había visto una mezquita por dentro. Paramos en las cuevas de Dande y Doba nos explicó la historia. Resulta al pueblo se llama así porque antiguamente en las cuevas vivían los Bédik y cuando tuvieron que huir se lo llevaron todo excepto las camas y en Bédik dande significa camas.
 
CUEVAS DE DANDE
 
Como en toda cueva revoloteaban unos murciélagos descontroladamente y cerca tenían como vecinas a las peligrosas abejas. En las dos ocasiones que pasamos cerca de estos insectos tuvimos que hacerlo en total silencio pues Doba nos advirtió que con las voces se sienten amenazadas y si es así podríamos llevarnos el disgusto de que nos picaran. Seguimos el camino y llegamos al campamento que ha construido Doba, allí pasaremos la noche. Dejamos las mochilas y nos sentamos a beber algo fresco para matar un poco el calor y de paso decidimos que comer al mediodía. Como no había tiempo que perder y queríamos ver más cosas, Doba en compañía de su hermano Harouna, nos llevó a un lugar donde podíamos ver la cascada de Dindefelo desde arriba, es decir, desde donde cae el agua y la verdad que habían unas vistas impresionantes. Aunque la vegetación apenas nos dejaba ver el fondo de la cascada la sensación de vacío y peligrosidad nos invadió el cuerpo.
 
LA CASCADA DE DINDEFELLO DESDE ARRIBA
 
Después nos fuimos al otro lado de la cascada donde había muchísima sombra y nos sentamos a tomar la fresca, a descansar y a hablar un poco. El principal tema de conversación que hubo fue de los babuinos y los chimpancés. Doba nos hizo una comparativa del comportamiento de estos animales y las reacciones que tienen ante los humanos; los babus huyen de las personas pero los chimpas se pueden revelar y atacar. Después de disfrutar de ese maravilloso momento decidimos entre todos ir a comer y cuando llegamos al campamento ya estaba lista la comida. Nos habían preparado un exquisito y delicioso Thiebou Yapp, el mejor que he comido en todo el viaje, estaba sabrosísimo y se notaba que estaba cocinado con mucho cariño. Nos lo sirvieron en una enorme bandeja de acero inoxidable y dio para repetir cada uno un plato.
 
THIEBOU YAPP
 
Lo que más pena me daba era que Harouna y el resto de chavales que trabajaban en el campamento esperaban detrás de una cabaña a que acabáramos para recogernos la comida y comerse ellos nuestras sobras. Para ellos es lo más normal del mundo y nos les importaba pero a mi me dio ese sentimiento de lástima aunque también cabe la posibilidad de que hagan un plato tan grande a conciencia sabiendo perfectamente que no nos lo vamos a acabar. De postre nos sirvieron unas naranjas, estaban un poco verdes, ácidas, pero después de tantos días sin comer nada de fruta (excepto algún mango y eso que no me gustan mucho pero me los comía), me sabía a gloria. Al finalizar la comida Doba nos dijo que esperaríamos a que bajara un poco el sol para ir a ver los dientes de Dande y yo pensé que como no habían niños por allí y tenía dos horas por delante de descanso que mejor que una buena siesta para bajar la comida y en tres minutos me quedé K.O. en la cabaña. No recuerdo si me desperté yo sola o fue Núria, el caso es que tal como me levanté y fui hacia el comedor Núria me dijo que menos mal que me había echado la siesta porque mientras yo dormía uno de los chavales nos cazó para nuestra cena a uno de los pollos que esa misma mañana nos hacía compañía. Me dio un vuelco el corazón al pensar que nos lo había matado para nosotras, que esa mañana estaba vivo y ahora le estarían despellejando. Traté de quitarme esa imagen de la cabeza mientras me lavaba la cara y ya nos pusimos en marcha camino hacia los dientes de Dande. Atravesamos una llanura que era idéntica a una sabana de Kenia y el camino se nos hacía ameno gracias a las charlas. Al llegar al lugar unas magníficas vistas alimentaban nuestras ganas de naturaleza. Los dientes de Dande es una formación rocosa, un conjunto de enormes rocas una al lado de otra que desde abajo parecen los dientes de una boca. Nosotros estábamos en la parte de arriba y no se podía apreciar bien el detalle de los dientes pero merecía la pena igualmente estar allí porque al mismo tiempo que te sientes pequeño también crees que desde allí arriba tienes el mundo a tus pies.
 
LOS DIENTES DE DANDE
 
Pasamos una horita disfrutando de esa maravilla natural pero un poco agobiados porque había mucha mosca a lo que Doba al ver que no paraba de hacer aspavientos con las manos cogió una rama de un árbol y me la dio para que me fuera fustigando. Puse un poco de música del móvil, Ismael Lo, y Doba se puso muy contento al ver que tenía tantas canciones de este artista. Nos estuvo explicando que la canción de Tajabone está dedicada a una fiesta de Senegal con el mismo nombre en la que la familia se reúne para comer, bailar y estar con los suyos. También sonó Le Jola y nos dijo que así se llamaba el barco que hacía el trayecto Dakar-Ziguinchor-Dakar que naufragó en el 2002, que es una canción dedicada a todas aquellas personas que perdieron la vida en la catástrofe del hundimiento. El sol ya había adquirido un color naranja fuego cuando comenzamos a andar hacia el campamento. El hermano de Doba, Harouna, era un chico muy tímido y no hablaba nada castellano hasta que en algún momento una de las dos le contestó a la otra un "con dos cojones" y de repente como si Harouna supiera el significado de esa expresión lo repitió y se quedó tan ancho mirándonos, obviamente nos petamos de risa y Harouna rió con nosotras. Al llegar al campamento a Núria y a mi como si nos hubiéramos sincronizado nos dio un apretón. Yo que había visitado el penoso w.c. del campamento le aconsejé que lo mejor sería ir al campo pues no me apetecía la compañía de las verdes y grandes moscas que habitaban en el agujero del suelo. ¿Y quién no ha plantado alguna vez un pino en medio de la naturaleza si al fin y al cabo eso también era natural? Al llegar al campamento nos duchamos con la que yo diría que fue la ducha más rudimentaria de todo el viaje; un cubo presidia una mesa hecha con palos y más palos como biombo. Nunca antes nos habíamos duchando con cubos de agua y he de decir que ya me estaba acostumbrando y me resultaba muy divertido, además con el calor que hacía daba gusto tirarse por encima los cubos de agua. La cena estaba lista, por fin iba a comer un buen cous cous senegalés aunque lo de la historia del pollo me echaba un poco para atrás. Estaba igual de bueno que el arroz del mediodía pero el pollo la verdad que tenía poca chicha. Lo malo fue que cayó en mi plato la cabeza y cuando lo cogí para ver que era y le vi los ojos y el pico, la cabeza voló unos cuantos metros arriba del susto. Después de la cena hicimos una charla nocturna como la del día anterior, aunque éramos los únicos clientes del campamento nos acompañaban los chavales que trabajaban allí y algunos amigos de estos.
 
HAROUNA (DE BLANCO), NÚRIA Y EL CAZADOR DE POLLOS (DE AZUL)

 
Harouna se sentó a mi lado y me enseñaba videos en el móvil mientras comía un chupa chups, aunque le duró bien poco pues se lo quité y me lo comí yo. En el otro lado de la mesa había otro chico peleándose con la radio (que por lo menos era de la primera guerra mundial) para tratar de arreglarla y como no podía se dio por vencido. Nosotras nos quedamos tristes sin música y preguntamos que era lo que pasaba, que si estaba estropeada y Harouna dijo que no, que si nosotras queríamos música la íbamos a tener y al cabo de diez minutos aquel cacharro sonaba como si fuera nuevo. Una vez más me sorprendió no solo las habilidades de los senegaleses que todos saben hacer de todo si no que con tal de cumplir nuestros deseos hacen lo que sea. Harouna seguía diciendo en bajito "con dos cojones" y nosotros reíamos más que nunca pues la frase concordaba a la perfección con el arreglo de la radio. Por ahí también andaba el caza pollos que riéndose y de broma me decía que él no había dado muerte al bicho. Lástima no haber aguantado un poco más porque estoy segura que lo hubiéramos pasado genial con los chicos pero como de costumbre estábamos muy cansadas y pronto nos fuimos a dormir.

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