miércoles, 22 de mayo de 2013

UN PARAÍSO NATURAL: DINDEFELO (PAÍS BASSARI) 07/04/2013

El sol comenzaba a dejarse ver tímidamente entre las cabañas del campamento cuando abrimos los ojos esa mañana. Como siempre nos quedábamos un ratito más en la cama mientras nos despertábamos pero Doba que estaba al tanto siempre de nuestros movimientos nos animó a levantarnos con energía. Sabíamos que teníamos para desayunar; mermelada podrida, y eso nos hacía querer quedarnos un poco más en la cama. Durante el desayuno Doba nos dijo que Marie iría a la cascada con su hermana y más gente así que no la esperamos y nos fuimos nosotros en el set-place de un amigo de Doba. ¡Que no cunda el pánico! Íbamos nosotros solos, bien anchos y lo más importante, no teníamos que pelear por el dinero y sabíamos que llegaríamos al destino. El chofer nos dejó al lado del mercado de Dindefelo y mientras descargábamos las mochilas Doba saludó a un catalán que vivía allí. Se llamaba Ferrán y trabajaba en un proyecto de estudio de los chimpancés de la zona. Mi pasión por los animales hacía que ese tipo me resultara interesante de conocer pero todos teníamos cosas que hacer y no había tiempo. También saludamos a otro chico, Álvaro, vasco y voluntario de Yakaar África al que le estuvimos contando el plan de nuestros dos próximos días y al ser compañero de Doba en la ONG le invitó a que viniera al día siguiente con nosotros. Llegamos caminando al campamento bajo un sol abrasador y sedientas nos bebimos unas botellas de agua. Inspeccionamos nuestra casucha, una cabaña hecha de caña súper acogedora. Al lado teníamos el retrete comunitario que no era más que un trozo de tierra delimitado por una valla y repleto de trozos de papel, bromeando nos preguntábamos si escucharíamos por la noche el ruido de la cisterna. Saludamos a unos empleados del campamento, uno de ellos, Xavi, comía en una taza de plástico algo que no tenía muy buena pinta pero él lo estaba disfrutando al máximo y al ver que le observábamos con atención nos invitó a probar ese mejunje que sin dudar rechazamos. Como íbamos a pasar el día a la cascada Doba nos dijo que si nos apetecía podíamos comprar algo de comida y hacer un picnic y nos pareció buena idea. Paseamos por el mercado en busca de lo necesario; pan, huevos duros, cebollas, tomates, atún y agua. Mientras hacíamos las compras vimos que unos niños bebían bissap y ya hacía unos días que no tomábamos así que les dimos algo de dinero y nos fueron a buscar unas bolsitas. El bissap es una bebida hecha con flores y aunque se puede tomar caliente como más se consume es fría e incluso congelada o estilo granizado. Doba nos dijo que ese bissap estaba hecho con agua para buñuls, es decir, del grifo, y que no nos lo aconsejaba, pero estaba tan rico y teníamos tantas ganas que hicimos caso omiso. Cuando nos quedaba media bolsa otros niños que andaban por el mercado nos miraban con ansia las bolsitas de bissap y se las dimos. Nos agradecieron el gesto que tuvimos y nos fuimos con muchísima pena. Ya estábamos preparados para ir hacia la cascada y en esta ocasión el chico que nos acompañaba por si necesitábamos que nos llevarán las cosas se llamaba Diaw. Andamos tal vez una media horita pero en llano, para ir a la cascada no era necesario subir montaña. Durante la caminata vimos unas mujeres lavando ropa en el rio y utilizaban los arbustos de la zona para extender la ropa y que se secara. También vimos unos termiteros que son conocidos como los termiteros catedral, pues eran enormes ¿Cómo es posible que esos bichillos levanten semejantes construcciones? ver para creer.
 
TERMITERO CATEDRAL
 
El paseíto hasta la cascada era más bien tranquilo, con mucha sombra. Al llegar se podía ver que el agua de la cascada no era abundante pero era bonito de ver igualmente. Al ser domingo había bastante gente, pero encontramos un lugar donde colocar nuestras cosas entre las piedras e instalarnos mientras Doba iba a poner las botellas de agua debajo de la cascada para que se refrescaran. Después ellos se refugiaron bajo la sombra de un árbol y nosotras fuimos a examinar la zona. Mientras nos remojábamos hicimos unas fotos y mirábamos a los turistas franceses que teníamos al lado. Así echamos la mañana entre risas y fisgoneándolo todo.

 
Cuando nos entró el apetito fuimos cuales niñas a su papá a decirle a Doba que teníamos hambre, que podíamos ir preparando los bocadillos, lo único que nos extrañó un poco de todo lo que habíamos comprado era el atún, que venía envasado en una lata grande como de tomate triturado. Además el aspecto y el olor parecía comida de perro pero luego al probarlo y mezclándolo con los otros ingredientes se podía comer. Mientras tomábamos el tradicional té llegaron un grupo de chicos que parecían sacados de una academia de modelos. Se desvistieron, se quedaron con el bañador y otros en calzoncillos y nos deleitaron con unas agradables vistas mientras se bañaban. Núria y yo alucinábamos con aquellos cuerpazos, por lo general no se suelen machacar para conseguir fibrarse... aquello era un auténtico espectáculo. Sacamos la cámara de fotos para hacerles unos "robados" pero con tanto arbusto nos resultaba muy complicado, hasta que aplicamos nuestra frase de todos los viajes "que más da si no los vamos a ver más", pues ni corta ni perezosa me levanté y comencé mi carrera como paparazzi. Los otros chicos que acompañaban a los que se estaban bañando y que en ese momento estaban fuera sentados vieron como descaradamente tiraba fotos casi en modo ráfaga y comenzaron a reír a carcajada limpia. Los que estaban en el agua incluso llegaron a posar como en una competición de culturismo orgullosos de ser tan agraciados.
 
 
Cuando acabó el juego con estos chicos desconocidos fuimos a tomar un poco más el sol y Diaw, nuestro acompañante del día nos deleito con otro gran ritual. Gracias Dios por regalarnos estos momentos.
 
 
En cuanto salió del agua recibió un bombardeo de piropos por nuestra parte y le invitamos a que se sentara a nuestro lado. Sabía un poco de español y era muy tímido. Nos pasamos la tarde diciéndole : Diaw, ven con nosotras, Diaw siéntate aquí al lado, Diaw ¿tienes novia? Diaw esto, Diaw lo otro, Diaw, Diaw, Diaw... Le dimos un respiro cuando vimos por fin llegar a Marie con toda su tropa. Venía su hermana y el novio de esta que le sacaba por lo menos treinta años, venían también amigos y conocidos de su pueblo todos equipados con neveras portátiles llenas de cerveza y refrescos. Nos juntamos en el único lugar de la cascada donde aun daba el sol y los recién llegados se bañaron todos. Marie quería que nosotras también fuéramos al agua pero comenzaba a refrescar y no nos apetecía pillar una gripe. Cuando salieron nos invitaron a zumo de naranja y charlamos un poco, siempre con la dificultad del idioma.
 
EN LA CASCADA CON MARIE
 
Llegó la hora de recoger el chiringuito antes de que oscureciera y nos fuimos todos juntos en fila india uno detrás de otro. Yo era la penúltima, delante tenía a Núria y detrás me cubría las espaldas (o lo que él quisiera) Diaw, nuestro divino hombretón. Como llevar la botella de agua siempre es un estorbo y tenía ganas de darle conversación a mi guardaespaldas le pregunté si sabía llevar cosas en la cabeza a lo que me respondió un si con esa espléndida sonrisa que tenía y le dije: pues toma, llévamela por fa, y fue parte del camino sosteniendo la misma sonrisa y la botella en la cabeza. Que reliquia de hombre...¡era perfecto!
 
DIAW
 
Quedaba poco para llegar cuando por enésima vez Núria preguntó si quedaba mucho para llegar al campamento y antes de oír la respuesta de Doba, se tropezó con una piedra y se cayó al suelo. Se escuchó la caída a lo que todos nos la quedamos mirando como diciendo ¿qué haces? y seguido de un ¡aaayyyy! llegaron las risas. Ayudé a mi amiga a que se pusiera de nuevo en pie y la chequeamos un poco por encima, se había dejado las dos rodillas en el suelo, las tenía arañadas y una de ellas le sangraba bastante.
 
SOUVENIR DE DINDEFELO
 
Aceleramos el paso para llegar lo más rápido posible al campamento y desinfectarle las heridas. Yo no podía para de reír pues al ir justo detrás de ella tenía grabada la imagen del tropiezo y la caída. Nos despedimos de Marie y sus acompañantes e intercambiamos los teléfonos y los mails como era habitual cuando hacíamos amigos. Al llegar al campamento sacamos rápido el botiquín que nos acompañó durante el viaje y curamos las heridas de Núria. Mientras hacíamos tiempo para que se secaran un poco y cenar, vimos como en un terreno colindante al campamento quemaban residuos y pastaban vacas por ahí cerca. Una de ellas era entre una vaca faquir y escupe fuegos, pues metía el morro entre las llamas para encontrar algo que comer, me di cuenta que hasta las vacas tienen otra cultura. Mientras mirábamos perplejas a la vaca nos acordamos que no nos habíamos despedido de Diaw, vaya por Dios... Seguidamente nos duchamos y fuimos a cenar y apareció por allí Álvaro, el compi de Doba de Yakaar África. Cenamos a la luz de una linterna mientras charlábamos sobre la situación del país, se le veía agradable y buena gente. Comenzó a llover y lo que en un principio eran gotitas, rápido se convirtió en una lluvia tropical acompañada de un viento huracanado. Salimos escapados hacia la gran cabaña que albergaba el comedor del campamento y seguimos allí la charla. De pronto entró Diaw y rápido le hicimos hueco entre nosotros para que se sentara. Comenzamos a piropearlo de nuevo y aunque no sabíamos seguro si se llegaba a enterar de todo, parecía muerto de vergüenza. Le preguntamos que porque no hablaba y no se metía en la conversación y nos decía que a él le gustaba escuchar para aprender y que si se estaba enterando de todo lo que le estábamos diciendo. ¡Estupendo! Seguro que creería que éramos dos cachondas salidas. Momento perfecto en el que aplicar la frase de viaje y quedarnos tan anchas: No importa, no lo vamos a ver más. Se nos hizo tarde charlando e intercambiando opiniones y decidimos que era hora de ir a acostarnos. Quedamos temprano con Álvaro y nos despedimos pensando que con un poco de suerte mañana estaría el ambiente fresquito por la lluvia y quizás el sol nos daría una tregua.

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