miércoles, 8 de mayo de 2013

DESPUÉS DE LA TEMPESTAD...TAMBACOUNDA-KEDOUGOU 04/04/2013


La mesa comenzó a vibrar, abrí los ojos y la luz del móvil parpadeaba. Doba nos estaba llamando y eso es que había escuchado el mensaje. Cerré los ojos de nuevo, necesitaba un poco más de descanso pero me desvelé y ya no pude dormir. Nos levantamos y fuimos a desayunar. Ahora sí, después de haber pasado una noche tranquila nuestro estómago rugía como si nos hubiéramos tragado un subwoofer. El triste bocadillo de mantequilla del desayuno se nos antojaba exquisito, como el que come caviar, vaya. Subimos a la terraza a tomar un poco el sol antes de marchar, Núria decía que le cargaba las pilas y a mi aunque me encanta tomar el sol sé que me absorbe la energía pero como me suele pasar siempre prefiero verme morena y quedarme hecha polvo que volver a Barcelona sin broncearme. Se oía mucho jaleo por abajo y nos asomamos desde la terraza. Un grupo de mujeres con sus niños echaban las horas en una zona comunitaria y los críos al vernos comenzaron a gritar mientras nos saludaban. Nosotras respondimos al saludo y cada vez que hacíamos el intento de volver a estirarnos para seguir tomando el sol nos volvían a llamar al grito de "¡toubab, toubab!". 
 
DESDE AHÍ ABAJO NOS GRITABAN TOUBAB TOUBAB
 
Estuvimos una hora aproximadamente, pues no debíamos olvidar aunque estábamos aterradas, que nos quedaba la segunda parte del viaje y nos podía pasar de todo aunque no esperábamos nada tan heavy como lo del día anterior. Llamamos a Doba y quedamos en que le llamaríamos durante el camino y él nos dijo que sobre las 15 horas nos esperaría en la Gare Routier de Kedougou. Hicimos las mochilas que nos llevó nuestro tiempo porque la noche anterior lo dejamos todo tirado por el suelo y nos marchamos deseando no volver a pisar nunca más Tambacounda. Cuando llegamos a la Gare Routier se nos abrió el cielo, ese día ya daba igual si ir delante o detrás, el caso era marcharnos rápido, pues si antes marchábamos antes llegaríamos. Compramos los tickets para los dos asientos que quedaban libres y comenzamos a hacer kilómetros. Teníamos al lado una mujer que practicaba mientras dormía las posturas más extrañas jamás vistas, eso si, por lo general se acababa cayendo hacía el lado derecho que era donde estaba yo. Delante iba el marido, el padre y el hijo de la mujer con otro señor que no pertenecía a la familia. Todo esto lo supimos sin hablar con ellos pues fue el único viaje donde ni nos dieron ni dimos bola. Comenzamos a ver a ambos lados de la carretera lo que podía ser el Parque Nacional Niokolo Koba, tenía un aspecto seco y era todo amarillo por la falta de agua, que lástima no poder ver aquello en época de lluvias pues seguro que sería una maravilla, todo de un verde intenso deslumbrante. De repente un babuino se nos cruzó en la carretera dejándonos ver solo el movimiento de la cola. Llegamos a un puesto de control en la entrada del Parque y nuestro chofer se bajó a pagar algo, creo que era una tasa por atravesar el Parque, y posiblemente a descansar pues nos dejó allí tirados alrededor de 20 minutos. Bajamos del coche y la mujer que viajaba con nosotras se sentó en el suelo con su hijo. Nosotras encontramos unas esterillas que utilizamos para estirarnos a la sombra. Los del puesto de vigilancia nos invitaron a beber té. Declinamos la invitación más que nada porque al mediodía en hora punta de calor meterse un té bien caliente entre pecho y espalda era tan solo un acto para valientes. Se dieron cuenta que sed teníamos y esta vez nos ofrecieron agua fresquita que llevaban, como es lo habitual allí, en una especie de tupper gigante que conserva bien las temperaturas. A Núria le dio igual que no fuera agua para toubabs (agua embotellada), no pensó en los problemas que quizás le podía ocasionar al estómago y bebió, yo sin embargo para esto del agua era más especial y prefería beber agua para toubabs recalentada antes que otro tipo de agua fría, me daba pánico solo pensar que me podían dar unas cagarrinas de 3 días y luego no poder moverme de la cama. Curiosamente Núria siguió bebiendo ocasionalmente agua para buñuls (negros) y nunca le sentó mal. Reanudamos la marcha en el coche, esta vez la criatura de la mujer que era un bebé de un año más o menos se sentó en las posaderas de su madre. Lo tenía al lado y le intenté hacer algún mimo o juego tonto. En cuanto el niño veía que mi mano se acercaba ponía cara de pucheros e intentaba berrear, desistí prestarle más atención, tendría miedo a los toubabs. Al poco rato el crío que andaba resfriado tosió. Con la tos se le iban saliendo los mocos, una cantidad desorbitada para esa nariz tan chatita y pequeña. La madre le limpió con la manga y le acabó sacando una pelotilla que se quedó pegada en el moflete de la criatura. Aquello era un señor moco, en toda su palabra, asqueroso. Posiblemente por las caras que andábamos poniendo nosotras la madre se dio cuenta de que algo nos estaba escandalizando, le quitó el "blandi blue" de la cara y desapareció. La mujer no tenía acceso a ventanillas y tampoco llevaba pañuelos con lo cual el moco debía andar por ahí...alerta roja, no estaba localizado y podíamos sufrir un ataque mucolítico. El coche volvió a parar y el moco quedó rápidamente en el olvido. El chofer dedicó el tiempo a echar gasolina al vehículo y los pasajeros entramos en una tienda de comestibles a tomar un refresco bien frío. Estupendo, la nevera de la tienda no funcionaba y estaba todo a temperatura ambiente. Cuando montamos en el coche de nuevo con los refrescos intenté llamar a Doba para comunicarle que ya quedaba poco para llegar pero el móvil se quedó sin saldo y me fue imposible localizarle. Era más tarde de las 15 horas y el pobre hombre estaría allí esperando sin saber nada de nosotras. Llegamos por fin a Kedougou una hora mas tarde de lo previsto. Como siempre en las ciudades más pobladas se respira un ambiente caótico y estresante y aquí no iba a ser menos. La gente caminaba con las compras en la cabeza, otros montaban en una carreta tirada por un burro, camiones cargados de gente que va o viene de Bamako (Malí)...así es el día a día en Kedougou. Enseguida reconocí a Doba que nos estaba esperando tal y como nos había dicho allí y nos dio un abrazo seguido de un "chicaaaaaas". Doba era un tipo bajito, delgado pero con "panxeta" como le decía Núria. Observando a este hombre apreciamos la diferencia de las clases sociales. La mayoría de gente va muy desaliñada, Doba llevaba la ropa limpísima y planchada. Nos acompañó hasta el campamento que nos había reservado esa noche, se llamaba Chez Diao y estaba en una de las arterías principales de entrada y salida de la ciudad justo delante de una comisaria de policia. Dejamos las cosas en nuestra cabaña y tomamos algo para refrescarnos. Comenzamos a darnos cuenta que el calor en el interior del país es mucho más asfixiante que en la costa. Charlamos un poco con nuestro guía, le explicamos nuestro desastroso viaje y él nos comprendió y nos dijo que no pasaba nada, que comenzaríamos al día siguiente la ruta y que hoy descansáramos. Hicimos tiempo para la hora de cenar, al estar todo día sin comer le dijimos que nos prepararan algo en cuanto abriera la cocina y Doba que desde el minuto uno nos cuidó como a sus hijas, le dijo al chef que nos hiciera un buen plato de arroz yassa (yassa es una salsa con cebolla y otras verduritas que se puede servir con cualquier alimento). También nos enseñó el supermercado que había nada más cruzar la carretera y nos recomendó comprar allí agua fresca pues salía más barata que en el campamento. Se marchó no sin antes decirnos que luego volvería a pasar para ver como estábamos y conectarse a internet para contestar mails del trabajo. Para hacer algo de tiempo mientras llegaba la hora de cenar lavamos ropa pues en ese momento nuestra mochila se dividía a partes iguales en ropa sucia y ropa limpia. Desenfundamos la pastilla de jabón y nos pusimos a lavar como locas: calcetines, tejanos cortos, camisetas... Ocupamos las dos cuerdas que habían al lado de nuestra cabaña. Nos duchamos para apaciguar el calor que sentíamos y fresquitas nos sentamos al fondo del comedor pues allí era el único lugar donde llegaba de señal de wi-fi. Unos portugueses nos hacían compañía presencial acompañados por un local que nos decía que esos eran sus amigos, llevaban allí fumando y bebiendo Gazelle (cerveza made in Senegal) desde que llegamos. Sé que no es bueno juzgar a las personas sin conocerlas pero aparentemente era el perfil de turista que busca turismo sexual. Andaban sin camiseta, estaban gordos y a más de uno se le veía la hucha. Nos sirvieron por fin la comida-merienda-cena. Era un plato enorme de arroz yassa, olía de escándalo y estaba aun más bueno. Nos lo comimos todo, nos sentíamos a punto de estallar pero había que recuperar todo lo perdido.
 
ARROZ YASSA
 
Llegó un chico que trabajaba con Doba para estar con nosotras. Se llama Harouna y sabía castellano perfectamente. Enseguida que vio a Núria quedó prendado de ella. Al principio el chaval se mostró tímido y apenas hablaba, pero poco a poco se fue soltando. Nos explicó que recién acababa de despedir a un grupo de médicos valencianos que habían estado trabajando por el País Bassari durante 3 semanas y que estaba muy cansado, que se iba a tomar un par de días de descanso. Llegó Doba, nos hizo mucha ilusión verle. Venía con su mochila cargada, sacó el portátil y se puso a trabajar. Nosotras seguimos hablando con Harouna y observando a los 3 portugueses. Doba nos dijo que llevaban entre 2 o 3 semanas allí en el campamento y que no salían para nada, que nos les había visto hacer otra actividad que levantar el codo. Nuestras sospechas de que eran unos depredadores sexuales iban cobrando más peso pero con nosotras fueron amables e incluso intercambiamos 4 palabras. Nos acordamos de la ropa que posiblemente ya estaría seca y así fue, no solo seca sino que también la habían invadido una tropa de hormigas. Sacamos las hormigas una a una de los bolsillos y guardamos la ropa. Que rapidez de secado, en dos horas los tejanos se habían quedado tiesos. En la cabaña mientras Núria guardaba la ropa limpia se la escuchó gritar, mandaba un mensaje de S.O.S. y pedía que la liberaran de una cucaracha que andaba paseándose tranquilamente por encima de mi cama. Acudió Harouna el súper héroe al rescate de la princesa y de un manotazo la mató, la recogió y la tiró a la basura. Con el asco que me dan a mi las cucarachas no entiendo como hay gente que las puede tocar con las manos. Al instante de sentarnos de nuevo con Doba y Harouna apareció Younoussa, un chico que vivía en Kedougou y trabajaba en la cocina de otro campamento. A Yunu lo conocía por facebook antes de ir a Senegal, era amigo de Idrissa, el novio de mi amiga Ester de Olot, una chica que me ayudó muchísimo con la preparación del viaje y fue quien me recomendó que me pusiera en contacto con Doba. Yunu y yo habíamos chateado un poco antes del viaje y nos hizo mucha ilusión conocernos. Era un chico muy alegre y continuamente sonreía al igual que Harouna, daba la impresión de que siempre estaban contentos y llenos de energía. Doba se marchó y nos quedamos con los chicos. Nos invitaron a salir a una discoteca, Núria prefirió quedarse en la cabaña descansando y yo me fui con ellos, cosa que sé que no le hizo mucha gracia a ella pero a mi me apetecía salir un rato. Llegamos a la discoteca y estaba vacía. Mientras tomamos algo bailamos un poco, en mi caso torpemente porque aunque siento muchísima atracción por la danza senegalesa he de reconocer que no la domino en absoluto y carezco de total coordinación entre extremidades, con lo cual acabo bailando como un pato mareado. Lo importante era que lo estaba pasando genial y sentía que los chicos también, pero la disco cerró porque no entraba nadie y pensándolo bien me hicieron un favor pues estaba más que cansada y con una hora de frenético baile tuve más que suficiente. Querían llevarme a otra discoteca pero les dije que mi cansancio estaba floreciendo y prefería ir al campamento. Durante el camino Yunu y yo íbamos charlando y notaba que había atracción, pero Ester me dijo que tenía novia, una chica vasca y eso había que respetarlo. Llegamos al campamento y liberé a Núria de la sauna en la que la había encerrado, pues ella se sentía más segura si echaba la llave y me la llevaba, que no dejarle la puerta abierta, no nos olvidemos que a los portugueses los teníamos en la cabaña colindante. Hacía un calor insoportable y sacamos los colchones fuera. Se sumó con nosotros Harouna que en ese momento supimos que vivía allí y sacó su colchón junto al nuestro. Yunu se auto invitó y se quedó entre el colchón de Núria y el mío, hicimos un poco el payaso con la cámara de fotos y nos pusimos a dormir bajo aquel precioso cielo estrellado de Senegal.
 
NÚRIA, HAROUNA Y YO HACIENDO LA CUCHARILLA
 

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