viernes, 31 de mayo de 2013

EL LADO MÁS RURAL DE SENEGAL: DANDE 08/04/2013


Se pasó toda la noche lloviendo como nunca y con algo de fresquito. Desayunamos lo mismo de siempre y le dejamos las mochilas al gerente del campamento para que nos las guardara ya que solo llevábamos lo justo y necesario para pasar 24 horas en Dande.

 
NUESTRA CABAÑA EN DINDEFELO
 
Álvaro ya nos esperaba fuera y nada más arrancar a caminar preguntamos si hoy también nos acompañaría Diaw pero la respuesta de Doba fue negativa. La subida de la montaña fue algo durilla, por norma general intentábamos hacer los trekkings temprano para evitar las horas más calurosas, pero no importaba, fuera la hora que fuera hacía un calor espantoso, es más, a pesar de la lluvia el sol picaba con fuerza. Íbamos parando a menudo para coger aire, beber agua y saludar a la gente que bajaba. Todos nos daban la mano y nos decían Diarama que es la palabra que emplean para saludar o dar las gracias. Me encantaba ir andando, subiendo montañas, bajándolas, y que toda persona con la que me cruzaba se parara a saludar y darme un apretón de manos, es una de las cosas que más echo de menos de Senegal. Una mujer entrada en edad que bajaba arrastrando los pies también nos saludó y Doba se percató que se le habían roto las chanclas y le dio 500 CFAs para que se comprara unas nuevas, la mujer le agradeció con muchísimo ímpetu el gesto de Doba y siguió su camino al igual que nosotros el nuestro. Cuando estábamos a punto de llegar arriba Doba nos hizo callar, le pareció oír el ruido que emiten los babuinos cuando se comunican y andaban por ahí cerca. A pesar de que estuvimos un rato esperándolos quietos y en total silencio, no aparecieron. ¡Que mala suerte! Doba nos había dicho que siempre que subía a Dande se había cruzado con los babus y por raro que pareciera esta vez no se habían dejado ver. Quien sabe si al día siguiente de bajada, con suerte... Llegamos a una caseta hecha con palos y trozos de caña y paramos un rato a descansar junto con unos locales que andaban por ahí echando la mañana. Al lado de la caseta había un cartel que daba la bienvenida al pueblo de Dande. Dande es el pueblo natal de Doba aunque él vive en Kedougou por comodidad y por trabajo. Siempre se siente muy orgulloso de llevar a los turistas a su pueblo, que lo conozcan y lo disfruten, además, nosotras teníamos la suerte de ser solo dos (aunque ese día se había sumado un tercero) y eso hacía que la atención, el cuidado, las explicaciones y todo lo que tenga que ver con su trabajo fuera mucho más cercano y personal. Hasta que punto el cariño iba in crescendo que hubo un día que le llamó por teléfono una tal Pamela de España y nos pusimos celosas, Doba era nuestro esos días y de nadie más. Siguiendo el trayecto ya en llano, a ambos lados del camino se abría una explanada cubierta por decenas de termiteros champiñón, que se les llama así por su forma. Esa estampa la había visto en unas fotos de mi amiga Ester y la diferencia era abismal. Ella viajó en temporada de lluvias y la vegetación relucía, todo era verde, sin embargo, nosotras viajamos en el mes que más calor hace y a finales de la época seca con lo cual aquello era árido y lamentablemente, no tan bonito como las fotos que había visto, pero igualmente nos hicimos unas fotos encima de los termiteros para el recuerdo.
 
ENCIMA DE LOS TERMITEROS CHAMPIÑÓN
 
Más adelante Doba nos enseñó una mezquita del pueblo y nos quedamos muertas. Vamos a ver...como explicarlo. Un circunferencia de dos metros de diámetro hecha con una fila de ladrillos y dentro un montón de piedras, eso era la mezquita. Ahora ya podía decir que había visto una mezquita por dentro. Paramos en las cuevas de Dande y Doba nos explicó la historia. Resulta al pueblo se llama así porque antiguamente en las cuevas vivían los Bédik y cuando tuvieron que huir se lo llevaron todo excepto las camas y en Bédik dande significa camas.
 
CUEVAS DE DANDE
 
Como en toda cueva revoloteaban unos murciélagos descontroladamente y cerca tenían como vecinas a las peligrosas abejas. En las dos ocasiones que pasamos cerca de estos insectos tuvimos que hacerlo en total silencio pues Doba nos advirtió que con las voces se sienten amenazadas y si es así podríamos llevarnos el disgusto de que nos picaran. Seguimos el camino y llegamos al campamento que ha construido Doba, allí pasaremos la noche. Dejamos las mochilas y nos sentamos a beber algo fresco para matar un poco el calor y de paso decidimos que comer al mediodía. Como no había tiempo que perder y queríamos ver más cosas, Doba en compañía de su hermano Harouna, nos llevó a un lugar donde podíamos ver la cascada de Dindefelo desde arriba, es decir, desde donde cae el agua y la verdad que habían unas vistas impresionantes. Aunque la vegetación apenas nos dejaba ver el fondo de la cascada la sensación de vacío y peligrosidad nos invadió el cuerpo.
 
LA CASCADA DE DINDEFELLO DESDE ARRIBA
 
Después nos fuimos al otro lado de la cascada donde había muchísima sombra y nos sentamos a tomar la fresca, a descansar y a hablar un poco. El principal tema de conversación que hubo fue de los babuinos y los chimpancés. Doba nos hizo una comparativa del comportamiento de estos animales y las reacciones que tienen ante los humanos; los babus huyen de las personas pero los chimpas se pueden revelar y atacar. Después de disfrutar de ese maravilloso momento decidimos entre todos ir a comer y cuando llegamos al campamento ya estaba lista la comida. Nos habían preparado un exquisito y delicioso Thiebou Yapp, el mejor que he comido en todo el viaje, estaba sabrosísimo y se notaba que estaba cocinado con mucho cariño. Nos lo sirvieron en una enorme bandeja de acero inoxidable y dio para repetir cada uno un plato.
 
THIEBOU YAPP
 
Lo que más pena me daba era que Harouna y el resto de chavales que trabajaban en el campamento esperaban detrás de una cabaña a que acabáramos para recogernos la comida y comerse ellos nuestras sobras. Para ellos es lo más normal del mundo y nos les importaba pero a mi me dio ese sentimiento de lástima aunque también cabe la posibilidad de que hagan un plato tan grande a conciencia sabiendo perfectamente que no nos lo vamos a acabar. De postre nos sirvieron unas naranjas, estaban un poco verdes, ácidas, pero después de tantos días sin comer nada de fruta (excepto algún mango y eso que no me gustan mucho pero me los comía), me sabía a gloria. Al finalizar la comida Doba nos dijo que esperaríamos a que bajara un poco el sol para ir a ver los dientes de Dande y yo pensé que como no habían niños por allí y tenía dos horas por delante de descanso que mejor que una buena siesta para bajar la comida y en tres minutos me quedé K.O. en la cabaña. No recuerdo si me desperté yo sola o fue Núria, el caso es que tal como me levanté y fui hacia el comedor Núria me dijo que menos mal que me había echado la siesta porque mientras yo dormía uno de los chavales nos cazó para nuestra cena a uno de los pollos que esa misma mañana nos hacía compañía. Me dio un vuelco el corazón al pensar que nos lo había matado para nosotras, que esa mañana estaba vivo y ahora le estarían despellejando. Traté de quitarme esa imagen de la cabeza mientras me lavaba la cara y ya nos pusimos en marcha camino hacia los dientes de Dande. Atravesamos una llanura que era idéntica a una sabana de Kenia y el camino se nos hacía ameno gracias a las charlas. Al llegar al lugar unas magníficas vistas alimentaban nuestras ganas de naturaleza. Los dientes de Dande es una formación rocosa, un conjunto de enormes rocas una al lado de otra que desde abajo parecen los dientes de una boca. Nosotros estábamos en la parte de arriba y no se podía apreciar bien el detalle de los dientes pero merecía la pena igualmente estar allí porque al mismo tiempo que te sientes pequeño también crees que desde allí arriba tienes el mundo a tus pies.
 
LOS DIENTES DE DANDE
 
Pasamos una horita disfrutando de esa maravilla natural pero un poco agobiados porque había mucha mosca a lo que Doba al ver que no paraba de hacer aspavientos con las manos cogió una rama de un árbol y me la dio para que me fuera fustigando. Puse un poco de música del móvil, Ismael Lo, y Doba se puso muy contento al ver que tenía tantas canciones de este artista. Nos estuvo explicando que la canción de Tajabone está dedicada a una fiesta de Senegal con el mismo nombre en la que la familia se reúne para comer, bailar y estar con los suyos. También sonó Le Jola y nos dijo que así se llamaba el barco que hacía el trayecto Dakar-Ziguinchor-Dakar que naufragó en el 2002, que es una canción dedicada a todas aquellas personas que perdieron la vida en la catástrofe del hundimiento. El sol ya había adquirido un color naranja fuego cuando comenzamos a andar hacia el campamento. El hermano de Doba, Harouna, era un chico muy tímido y no hablaba nada castellano hasta que en algún momento una de las dos le contestó a la otra un "con dos cojones" y de repente como si Harouna supiera el significado de esa expresión lo repitió y se quedó tan ancho mirándonos, obviamente nos petamos de risa y Harouna rió con nosotras. Al llegar al campamento a Núria y a mi como si nos hubiéramos sincronizado nos dio un apretón. Yo que había visitado el penoso w.c. del campamento le aconsejé que lo mejor sería ir al campo pues no me apetecía la compañía de las verdes y grandes moscas que habitaban en el agujero del suelo. ¿Y quién no ha plantado alguna vez un pino en medio de la naturaleza si al fin y al cabo eso también era natural? Al llegar al campamento nos duchamos con la que yo diría que fue la ducha más rudimentaria de todo el viaje; un cubo presidia una mesa hecha con palos y más palos como biombo. Nunca antes nos habíamos duchando con cubos de agua y he de decir que ya me estaba acostumbrando y me resultaba muy divertido, además con el calor que hacía daba gusto tirarse por encima los cubos de agua. La cena estaba lista, por fin iba a comer un buen cous cous senegalés aunque lo de la historia del pollo me echaba un poco para atrás. Estaba igual de bueno que el arroz del mediodía pero el pollo la verdad que tenía poca chicha. Lo malo fue que cayó en mi plato la cabeza y cuando lo cogí para ver que era y le vi los ojos y el pico, la cabeza voló unos cuantos metros arriba del susto. Después de la cena hicimos una charla nocturna como la del día anterior, aunque éramos los únicos clientes del campamento nos acompañaban los chavales que trabajaban allí y algunos amigos de estos.
 
HAROUNA (DE BLANCO), NÚRIA Y EL CAZADOR DE POLLOS (DE AZUL)

 
Harouna se sentó a mi lado y me enseñaba videos en el móvil mientras comía un chupa chups, aunque le duró bien poco pues se lo quité y me lo comí yo. En el otro lado de la mesa había otro chico peleándose con la radio (que por lo menos era de la primera guerra mundial) para tratar de arreglarla y como no podía se dio por vencido. Nosotras nos quedamos tristes sin música y preguntamos que era lo que pasaba, que si estaba estropeada y Harouna dijo que no, que si nosotras queríamos música la íbamos a tener y al cabo de diez minutos aquel cacharro sonaba como si fuera nuevo. Una vez más me sorprendió no solo las habilidades de los senegaleses que todos saben hacer de todo si no que con tal de cumplir nuestros deseos hacen lo que sea. Harouna seguía diciendo en bajito "con dos cojones" y nosotros reíamos más que nunca pues la frase concordaba a la perfección con el arreglo de la radio. Por ahí también andaba el caza pollos que riéndose y de broma me decía que él no había dado muerte al bicho. Lástima no haber aguantado un poco más porque estoy segura que lo hubiéramos pasado genial con los chicos pero como de costumbre estábamos muy cansadas y pronto nos fuimos a dormir.

miércoles, 22 de mayo de 2013

UN PARAÍSO NATURAL: DINDEFELO (PAÍS BASSARI) 07/04/2013

El sol comenzaba a dejarse ver tímidamente entre las cabañas del campamento cuando abrimos los ojos esa mañana. Como siempre nos quedábamos un ratito más en la cama mientras nos despertábamos pero Doba que estaba al tanto siempre de nuestros movimientos nos animó a levantarnos con energía. Sabíamos que teníamos para desayunar; mermelada podrida, y eso nos hacía querer quedarnos un poco más en la cama. Durante el desayuno Doba nos dijo que Marie iría a la cascada con su hermana y más gente así que no la esperamos y nos fuimos nosotros en el set-place de un amigo de Doba. ¡Que no cunda el pánico! Íbamos nosotros solos, bien anchos y lo más importante, no teníamos que pelear por el dinero y sabíamos que llegaríamos al destino. El chofer nos dejó al lado del mercado de Dindefelo y mientras descargábamos las mochilas Doba saludó a un catalán que vivía allí. Se llamaba Ferrán y trabajaba en un proyecto de estudio de los chimpancés de la zona. Mi pasión por los animales hacía que ese tipo me resultara interesante de conocer pero todos teníamos cosas que hacer y no había tiempo. También saludamos a otro chico, Álvaro, vasco y voluntario de Yakaar África al que le estuvimos contando el plan de nuestros dos próximos días y al ser compañero de Doba en la ONG le invitó a que viniera al día siguiente con nosotros. Llegamos caminando al campamento bajo un sol abrasador y sedientas nos bebimos unas botellas de agua. Inspeccionamos nuestra casucha, una cabaña hecha de caña súper acogedora. Al lado teníamos el retrete comunitario que no era más que un trozo de tierra delimitado por una valla y repleto de trozos de papel, bromeando nos preguntábamos si escucharíamos por la noche el ruido de la cisterna. Saludamos a unos empleados del campamento, uno de ellos, Xavi, comía en una taza de plástico algo que no tenía muy buena pinta pero él lo estaba disfrutando al máximo y al ver que le observábamos con atención nos invitó a probar ese mejunje que sin dudar rechazamos. Como íbamos a pasar el día a la cascada Doba nos dijo que si nos apetecía podíamos comprar algo de comida y hacer un picnic y nos pareció buena idea. Paseamos por el mercado en busca de lo necesario; pan, huevos duros, cebollas, tomates, atún y agua. Mientras hacíamos las compras vimos que unos niños bebían bissap y ya hacía unos días que no tomábamos así que les dimos algo de dinero y nos fueron a buscar unas bolsitas. El bissap es una bebida hecha con flores y aunque se puede tomar caliente como más se consume es fría e incluso congelada o estilo granizado. Doba nos dijo que ese bissap estaba hecho con agua para buñuls, es decir, del grifo, y que no nos lo aconsejaba, pero estaba tan rico y teníamos tantas ganas que hicimos caso omiso. Cuando nos quedaba media bolsa otros niños que andaban por el mercado nos miraban con ansia las bolsitas de bissap y se las dimos. Nos agradecieron el gesto que tuvimos y nos fuimos con muchísima pena. Ya estábamos preparados para ir hacia la cascada y en esta ocasión el chico que nos acompañaba por si necesitábamos que nos llevarán las cosas se llamaba Diaw. Andamos tal vez una media horita pero en llano, para ir a la cascada no era necesario subir montaña. Durante la caminata vimos unas mujeres lavando ropa en el rio y utilizaban los arbustos de la zona para extender la ropa y que se secara. También vimos unos termiteros que son conocidos como los termiteros catedral, pues eran enormes ¿Cómo es posible que esos bichillos levanten semejantes construcciones? ver para creer.
 
TERMITERO CATEDRAL
 
El paseíto hasta la cascada era más bien tranquilo, con mucha sombra. Al llegar se podía ver que el agua de la cascada no era abundante pero era bonito de ver igualmente. Al ser domingo había bastante gente, pero encontramos un lugar donde colocar nuestras cosas entre las piedras e instalarnos mientras Doba iba a poner las botellas de agua debajo de la cascada para que se refrescaran. Después ellos se refugiaron bajo la sombra de un árbol y nosotras fuimos a examinar la zona. Mientras nos remojábamos hicimos unas fotos y mirábamos a los turistas franceses que teníamos al lado. Así echamos la mañana entre risas y fisgoneándolo todo.

 
Cuando nos entró el apetito fuimos cuales niñas a su papá a decirle a Doba que teníamos hambre, que podíamos ir preparando los bocadillos, lo único que nos extrañó un poco de todo lo que habíamos comprado era el atún, que venía envasado en una lata grande como de tomate triturado. Además el aspecto y el olor parecía comida de perro pero luego al probarlo y mezclándolo con los otros ingredientes se podía comer. Mientras tomábamos el tradicional té llegaron un grupo de chicos que parecían sacados de una academia de modelos. Se desvistieron, se quedaron con el bañador y otros en calzoncillos y nos deleitaron con unas agradables vistas mientras se bañaban. Núria y yo alucinábamos con aquellos cuerpazos, por lo general no se suelen machacar para conseguir fibrarse... aquello era un auténtico espectáculo. Sacamos la cámara de fotos para hacerles unos "robados" pero con tanto arbusto nos resultaba muy complicado, hasta que aplicamos nuestra frase de todos los viajes "que más da si no los vamos a ver más", pues ni corta ni perezosa me levanté y comencé mi carrera como paparazzi. Los otros chicos que acompañaban a los que se estaban bañando y que en ese momento estaban fuera sentados vieron como descaradamente tiraba fotos casi en modo ráfaga y comenzaron a reír a carcajada limpia. Los que estaban en el agua incluso llegaron a posar como en una competición de culturismo orgullosos de ser tan agraciados.
 
 
Cuando acabó el juego con estos chicos desconocidos fuimos a tomar un poco más el sol y Diaw, nuestro acompañante del día nos deleito con otro gran ritual. Gracias Dios por regalarnos estos momentos.
 
 
En cuanto salió del agua recibió un bombardeo de piropos por nuestra parte y le invitamos a que se sentara a nuestro lado. Sabía un poco de español y era muy tímido. Nos pasamos la tarde diciéndole : Diaw, ven con nosotras, Diaw siéntate aquí al lado, Diaw ¿tienes novia? Diaw esto, Diaw lo otro, Diaw, Diaw, Diaw... Le dimos un respiro cuando vimos por fin llegar a Marie con toda su tropa. Venía su hermana y el novio de esta que le sacaba por lo menos treinta años, venían también amigos y conocidos de su pueblo todos equipados con neveras portátiles llenas de cerveza y refrescos. Nos juntamos en el único lugar de la cascada donde aun daba el sol y los recién llegados se bañaron todos. Marie quería que nosotras también fuéramos al agua pero comenzaba a refrescar y no nos apetecía pillar una gripe. Cuando salieron nos invitaron a zumo de naranja y charlamos un poco, siempre con la dificultad del idioma.
 
EN LA CASCADA CON MARIE
 
Llegó la hora de recoger el chiringuito antes de que oscureciera y nos fuimos todos juntos en fila india uno detrás de otro. Yo era la penúltima, delante tenía a Núria y detrás me cubría las espaldas (o lo que él quisiera) Diaw, nuestro divino hombretón. Como llevar la botella de agua siempre es un estorbo y tenía ganas de darle conversación a mi guardaespaldas le pregunté si sabía llevar cosas en la cabeza a lo que me respondió un si con esa espléndida sonrisa que tenía y le dije: pues toma, llévamela por fa, y fue parte del camino sosteniendo la misma sonrisa y la botella en la cabeza. Que reliquia de hombre...¡era perfecto!
 
DIAW
 
Quedaba poco para llegar cuando por enésima vez Núria preguntó si quedaba mucho para llegar al campamento y antes de oír la respuesta de Doba, se tropezó con una piedra y se cayó al suelo. Se escuchó la caída a lo que todos nos la quedamos mirando como diciendo ¿qué haces? y seguido de un ¡aaayyyy! llegaron las risas. Ayudé a mi amiga a que se pusiera de nuevo en pie y la chequeamos un poco por encima, se había dejado las dos rodillas en el suelo, las tenía arañadas y una de ellas le sangraba bastante.
 
SOUVENIR DE DINDEFELO
 
Aceleramos el paso para llegar lo más rápido posible al campamento y desinfectarle las heridas. Yo no podía para de reír pues al ir justo detrás de ella tenía grabada la imagen del tropiezo y la caída. Nos despedimos de Marie y sus acompañantes e intercambiamos los teléfonos y los mails como era habitual cuando hacíamos amigos. Al llegar al campamento sacamos rápido el botiquín que nos acompañó durante el viaje y curamos las heridas de Núria. Mientras hacíamos tiempo para que se secaran un poco y cenar, vimos como en un terreno colindante al campamento quemaban residuos y pastaban vacas por ahí cerca. Una de ellas era entre una vaca faquir y escupe fuegos, pues metía el morro entre las llamas para encontrar algo que comer, me di cuenta que hasta las vacas tienen otra cultura. Mientras mirábamos perplejas a la vaca nos acordamos que no nos habíamos despedido de Diaw, vaya por Dios... Seguidamente nos duchamos y fuimos a cenar y apareció por allí Álvaro, el compi de Doba de Yakaar África. Cenamos a la luz de una linterna mientras charlábamos sobre la situación del país, se le veía agradable y buena gente. Comenzó a llover y lo que en un principio eran gotitas, rápido se convirtió en una lluvia tropical acompañada de un viento huracanado. Salimos escapados hacia la gran cabaña que albergaba el comedor del campamento y seguimos allí la charla. De pronto entró Diaw y rápido le hicimos hueco entre nosotros para que se sentara. Comenzamos a piropearlo de nuevo y aunque no sabíamos seguro si se llegaba a enterar de todo, parecía muerto de vergüenza. Le preguntamos que porque no hablaba y no se metía en la conversación y nos decía que a él le gustaba escuchar para aprender y que si se estaba enterando de todo lo que le estábamos diciendo. ¡Estupendo! Seguro que creería que éramos dos cachondas salidas. Momento perfecto en el que aplicar la frase de viaje y quedarnos tan anchas: No importa, no lo vamos a ver más. Se nos hizo tarde charlando e intercambiando opiniones y decidimos que era hora de ir a acostarnos. Quedamos temprano con Álvaro y nos despedimos pensando que con un poco de suerte mañana estaría el ambiente fresquito por la lluvia y quizás el sol nos daría una tregua.

lunes, 20 de mayo de 2013

VIVIENDO UN DOCUMENTAL: IBEL-IWOL-BANDAFASSI (PAÍS BASSARI) 06/04/2013

Como de costumbre los gallos cantaban a las 5.30 de la mañana, parece ser que cuando ellos se despiertan ya tiene que estar en pie todo el mundo, aunque si es cierto que los senegaleses suelen despertarse bien temprano y para ellos escuchar los "kikiriki" debe ser algo rutinario. Las ovejas campaban a sus anchas por todo el campamento...si a mi me llegan a decir antes de viajar que un día al abrir los ojos lo primero que vería sería a estos animales no me lo creería, pero allí estábamos, durmiendo en una cama de caña en medio de la nada y rodeadas de ovejas. Doba llevaba ya rato despierto y nos animó a levantarnos para desayunar y comenzar el día con fuerza. El desayuno esta vez fue algo diferente, bueno, realmente solo había un añadido en la mermelada y es que en el interior del bote se había creado un mundo aparte de bacterias, estaba florecida. Una capa mohosa en la parte superior hizo que desestimáramos la opción de acompañar la mantequilla con la mermelada, yo tuve más suerte que Núria pues siempre me decantaba por el Chocopain y que cosas tiene la vida que ese bote de chocolate estaba recién comprado y lo abría yo. No habíamos acabado de desayunar que estaba ya fuera esperándonos el colega de Doba que nos llevaría hasta Ibel en coche para luego subir la montaña hasta Iwol. El trayecto fue corto y por el camino vimos pequeños poblados de varias chabolas, todas construidas al estilo tradicional. Bajamos del coche y lo primero que vimos fue una cabaña con dos o tres personas y a lo lejos un hombre que paseaba con su ganado. Enseguida nos pusimos a subir la montaña ya que Doba nos había dicho que en Iwol vivía Sira Keita, una mujer mayor con los atuendos típicos de una persona que vive en una tribu y teníamos mucha curiosidad aunque ya la habíamos visto antes, pues en la gran mayoría de documentales, reportajes y fotos que corren por internet de los poblados sale ella, es como la imagen que representa a las personas del Pais Bassari. Los europeos debemos tener fama de señoritos pues nos acompañaba también un sobrino de Doba durante la excursión, por si necesitábamos ayuda o que nos llevara algo, tipo mochilas, agua...a mi no me importaba en absoluto que viniera más gente pero no estaba dispuesta a que alguien cargara con mis cosas, no lo veía normal por mucho que el chico estuviera para eso, me sentiría mal, como si fuera mi sirviente y mientras yo voy bien él va cargado como una mula...me negaba completamente a eso.
 
MARAVILLOSAS VISTAS SUBIENDO A IWOL
 
Cuando estábamos a punto de llegar arriba del todo nos encontramos con un pequeño grupo de niños que bajaban y al vernos subir se dieron media vuelta y nos acompañaron lo poco que quedaba hasta llegar arriba del todo. Uno de ellos que debería tener unos doce años, era precioso. Tenía la cara afeminada, el pelo largo con trenzas y como pendientes llevaba unas astillas de madera. Le preguntamos a Doba una y otra vez si estaba seguro de que no era una niña en lugar de un niño y Doba nos juro y perjuró que de mayor sería el rompecorazones más famoso de Iwol. Otra criatura del grupo llevaba en la mano un pequeño pajarito muerto. Le preguntamos que qué demonios hacía con el pájaro y nos dijo que se lo había encontrado muerto, que ella no mataba animales y que como estaba en buen estado se lo iba a comer. Nosotras la miramos pensando; pobre niña ingenua si con ese pajarito esmirriao no tienes ni para una muela. Al llegar arriba se abría una gran explanada con tres o cuatro cabañas al fondo y a primera vista un pozo junto a un verde y frondoso árbol que nos daba la bienvenida al poblado. Subida al árbol una niña de unos seis o siete años recogía mangos con un palo. Como de costumbre una parte del poblado se hizo eco de que había llegado la visita de unas toubabs y salieron en nuestra busca. Doba nos dijo que aquí podíamos dejar parte de la ropita que habíamos llevado para los niños y al abrir la bolsa se nos agolparon los críos como locos. Nosotras estábamos agachadas seleccionando las tallas de la ropa y no hacíamos más que ver manos y manos que intentaban coger algo o que daban golpecitos para llamar la atención y decirnos que ellos querían ropa.
 
CON LOS NIÑOS QUE LES DIMOS ROPITA
 
Conseguimos repartirla de la manera más justa que pudimos y todos se la pusieron para que viéramos lo guapos que estaban, tal era la emoción que tenían que ni siquiera los adultos que habían por ahí viéndolo todo se percataron de que la ropa era nueva y llevaba la etiqueta colgando así que fuimos uno a uno a quitarles la etiqueta y todos se dejaban hacer. Sacamos los juguetes de hacer pompas de jabón y como siempre, no nos quitaban ojo de encima. Seguro que jamás en la vida habían visto ese cacharro que al soplar por un lado salían un montón de pompas por el otro, pero en seguida aquellas maravillosas personitas supieron que era para que jugaran a atraparlas. Entre unos y otros se daban manotazos sin ningún tipo de compasión para cazar las pompas, todos querían cazar muchas y el griterío que se formó fue espectacular.
 
ATRAPANDO LAS POMPAS DE JABÓN
 
Los más pequeños se balanceaban de un lado a otro entre los mas mayores sin poder petar ninguna pero estaban igual de contentos. Recuerdo las risas de cada uno de ellos, las miradas desorbitadas, las manitas arriba alborotadas, los saltitos con esos piececitos descalzos y todos con sus camisetas nuevas y las churrillas al aire. Su felicidad era mi felicidad, pero llegó un punto en que mis pulmones no daban más así que decidí pasarle el relevo a Núria y cuando ella acabó igual que yo se lo pasó a dos chicas del poblado que andaban por allí. Hicimos muchísimas fotos y de nuevo los niños haciendo piña y barullo para verlas. Como eran tan pequeñines les teníamos que bajar la cámara a su altura para que pudieran ver la pantalla. Fue divertidísimo cuando a Núria se le ocurrió la idea de dar la vuelta a la cámara cuando ellos estaban mirando las fotos hacia abajo porque así les hacíamos fotos en corrillo y de primer plano.
 
 
También les causó curiosidad los tatuajes que tenemos y nos los tocaban con muchísimo cuidado. Todo el nerviosismo se calmó cuando vimos aparecer a Sira, aquella entrañable ancianita. Iba vestida con una sucia y vieja camiseta y un pareo, como buena africana. Llevaba unos collares que parecían de juguete con unos triangulitos amarillos, verdes y rojos, las orejas completamente cubiertas con aros y un palito de madera le atravesaba la nariz de un lado a otro. Su expresión era seria, tranquila.
 
SIRA KEITA
 
Trajo una bandejita con collares hechos de bolitas de arcilla y nos explicaba como los había hecho mientras Doba nos traducía. No le compramos nada pero a cambio le dimos unas nueces de cola. Nos adentramos en el poblado junto con el jefe de Iwol y vimos a la sombra de un formager como unas mujeres picaban el maíz para hacer cous cous. Sin que yo abriera la boca Doba me miró y supo lo que yo quería. Les preguntó a las mujeres si me dejaban picar con ellas y muy amablemente aceptaron. Una de ellas me dejó su palo que por cierto pesaba bastante y me explicó como debía cogerlo.
 
PICANDO MAÍZ
 
Me puse a picar maíz con ellas y entendí lo duro que es pasarse cinco horas repitiendo la misma acción para poder tener la ración del día, mientras que nosotros con total facilidad vamos al supermercado y compramos sin el mayor esfuerzo lo que necesitemos. Estas mujeres se merecen un monumento. Durante la visita también vimos la iglesia que construyó hace unos años un valenciano para la gente del poblado, pues carecían de un templo de culto y para ellos es algo muy importante. La iglesia era una construcción más tradicional pero a lo grande y destacaba por la cruz que culminaba en el techo. Paseamos entre las casitas de los habitantes de Iwol, parecían sacadas de un documental.
 

 
En una de ellas conocimos a una mujer mayor que trabajaba el algodón con mucha soltura, le dimos unas nueces y ella nos bendijo. El jefe del poblado nos llevó hasta su casa y nos invitó a que tomáramos asiento. Jean Baptiste, que así se llamaba el jefe, nos explicó la historia de los Bédik en francés y nuestro guía nos iba traduciendo. La verdad que fue muy interesante conocer su cultura y ver las diferencias que tenemos entre unos y otros, pero que ante todo somos personas y el respeto es primordial. Cuando Jean Baptiste acabó, hizo pasar a los niños que esperaban en la puerta el permiso del jefe y como una marabunta nos abordaron. Sacamos los globos y de nuevo manitas por aquí y toquecitos en la espalda por allá. Unos querían los globos hinchados y otros lo querían hacer ellos, pues si se los hinchábamos nosotras se lo atábamos y los mas mayores lo que querían era hacer ruido con el globo ya que al estirar la parte por donde se infla y dejar expulsar aire poco a poco hace el ruido estridente que yo tanto odio y que a ellos les encanta. Como todos sabemos los peques son muy listos, aprenden rápido y alguno aprovechándose de la aglomeración pilló más de un globo y de dos, pero lo importante es que nadie se quedó sin globo y todos pudieron jugar. Le dije a Doba que les dijera de ir al lado de la cabaña que había un poco de espacio y que jugáramos a tirar los globos al aire y que no podían tocar el suelo. Lo que sentí al ver que todos tiraban los globos hacia arriba fue maravilloso.
 
JUGANDO A QUE LOS GLOBOS NO TOQUEN EL SUELO
 
Yo jugaba con ventaja por la altura y los tocaba antes que ellos. Los globos empezaron a descontrolarse y los peques estaban completamente hipnotizados corriendo detrás de cada globo y tratando de que no tocaran el suelo. Un niño sin globito me miraba y para que no estuviera excluido recurrí a las ya conocidas volteretas en el aire.
 
VOLTERETAS EN EL AIRE
 
El niño se partía de risa y al verle la carita hacia que yo también riera muchísimo. Los globos dejaron de existir en cuanto vieron lo de las volteretas, se me ponían en fila para que se las hiciera. Doba nos recordó que pronto sería la hora de comer y que antes de bajar teníamos más cosas que ver. Cuando me despedí de los niños los vi como entre ellos intentaban hacer lo de las volteretas, obviamente sin ningún éxito porque aun eran demasiado canijos como para levantar a alguien del suelo.
 
INTENTANDO HACER ENTRE ELLOS LAS VOLTERETAS EN EL AIRE
 
Seguimos caminando hasta llegar al gran baobab sagrado del poblado y un poco más lejos había un precioso rinconcito en el que poder dejar pasar las horas. Desde ese fantástico lugar se veía Ibel abajo y el resto del mundo alrededor, que bien se siente uno allí, que libertad y que paz, solo por eso había merecido la pena soportar el calor del ascenso a Iwol. Cuando dimos la media vuelta vimos a una familia retirados del centro del pueblo que trabajaban con unas máquinas artesanas el algodón. Los tres miembros formaban una cadena; mientras uno deshacía los nudos, el otro iba tejiendo con el algodón y por último una mujer cosía. Comenzamos a bajar la montaña y en poco tiempo llegamos a Ibel. Una vez abajo entramos en aquella cabaña habilitada como bar que habíamos visto al subir a Iwol y tomamos unas coca colas. La sorpresa fue que al entrar estaba allí Harouna. Nos dio mucha alegría verle ya que esperábamos verlo a la vuelta en Kedougou y no tan temprano. Nos explicó que él es de Ibel aunque vive en Kedougou, que sus padres viven ahí, que uno de los chicos que estaba con nosotros era su hermano y que esa cabaña-bar era suya. Mientras tomábamos los refrescos Harouna y Doba sacaron un juego que se llama Awalé. Es un juego típico del África occidental y se dice que uno de los más antiguos del mundo. Consta de un tablero en el que existen dos campos, el tuyo y el del adversario, y cada campo tiene seis agujeros donde se depositan las fichas, que por lo general son semillas o guijarros. Es un juego de estrategia en el que se han de ir eliminando fichas del campo contrario y quien elimine más fichas es quien gana. Yo me pasé toda la partida sin prácticamente pestañear pues quería aprender ese juego a toda costa y al ir avanzando el juego lo iba comprendiendo. Harouna se proclamó campeón de campeones de Awalé y Doba quedó terriblemente derrotado, pero ahí estábamos sus chicas para animarle. Cuando por fin recuperamos un poco de aliento nos marchamos de nuevo con el coche hasta Chez Leontine, nuestro campamento, y allí comimos la mar de a gusto. Reposamos la comida un rato en casa de Marc, el guía que conocimos en Éthiwar que casualmente vivía al lado del campamento y nos invitó a tomar té. Allí vivía él con su mujer y sus cinco hijos que por allí andaban jugando con otros amiguitos. Cansada de estar sentada y con tanto niño me dispuse, como no, a jugar con ellos con los juguetes de hacer pompas de jabón y con los globos. Como tenía esta vez bastante rato decidí también sacar los cuadernos para pintar y los colores que Adri y Sara, dos buenos amigos, me habían regalado para que se los llevara a los nenes de Senegal. Eran tantos que tuve que desmontar el cuaderno y cortar las hojas una a una para que todos pudieran tener, y los lápices repartirlos entre todos y eran tan buenos que no se quejaron en ningún momento de si ese color no les gustaba o si preferían el que tenía otro niño. Allí las peleas por ese tipo de cosas no existen, son conscientes de que no suelen tener nada de eso y piensan que ya tienen mucha suerte con tener una hoja y un color cualquiera con el que poder pintar así que prefieren invertir el tiempo en divertirse y no en peleas absurdas.
 
PINTANDO CON MIS NIÑOS DE INDAR
 
Cuando llevábamos un rato pintando y enganchando pegatinas del rey león en las hojas, noté que los niños se habían multiplicado. Fui a buscar otro cuaderno para pintar y más colores y cuando me senté para repartirlos no podía creer a quien tenia delante... ¡Era Susan, mi niña de las trencitas! Mi niña, mi niña, mi niña...estaba preciosa...enseguida la abracé y ella dejó que la colmara de besos y elogios. No me podía olvidar de los demás peques que estaban por allí, les di a cada uno su dibujo y un lápiz y Susan se quedo conmigo a mi vera, pegadita a mi, pintando. Yo no podía quitarle los ojos de encima a esa criatura tan tierna y ella de vez en cuando me miraba para ver si me gustaba como pintaba y yo siempre le decía con una sonrisa de oreja a oreja que si. Cuando se cansó de dibujar se levantó, me miró y me soltó el cabello. Susan volvía a agradecerme el tiempo que le dedicaba haciéndome trencitas. Ojala supiera que yo solo quería estar con ella para hacerla feliz ese ratito y que no quería nada a cambio, que si ella estaba feliz yo también lo estaba, pero Senegal como ya expliqué es el país de la teranga y las trencitas eran teranga. En cuanto vieron las otras niñas a Susan trenzándome el flequillo se arremolinaron a mi alrededor tres más de las cuales una de ellas, Carla, la hija de Leontine, al ser tan chiquitina más que trenzas lo que hacía era tirarme del pelo, con cariño, pero me tiraba. En cinco minutos me habían dejado la mar de guapa mis peluqueras.
 
EN LA GALERÍA DE ARTE Y LA PELUQUERÍA
 
Llegó la hora de despedirse de los niños y Zita, una de las hijas de Marc que también me había estado haciendo trenzas me regaló su dibujo de Bambi y le puso su nombre. Lo de Susan ya fue un drama, pero le tuve que decir adiós y esta vez si sabía que no volvería a verla. Mi Susan, mi muñequita...
 
SUSAN
 
Antes de ir a ver Bandafassi, un pueblo que estaba cerca, y aprovechando que el sol estaba perdiendo intensidad, Núria y yo decidimos ir a llenar de agua el cubo y la garrafa al forager del campamento para poder ducharnos por la noche. Aquello de darle al sube y baja fue una odisea, la puñetera palanca iba muy dura pero si las crías lo hacían nosotras también podíamos y aunque costó lo suyo lo conseguimos.
 
 
 Adaptándome al entorno quise llevar el cubo en la cabeza. Mientras me lo subía se me cayó agua por encima y mientras lo llevaba agarrado se derramo aun más, pero con el calor que hacía me lo agradecí a mi misma.
 
 
 
Llevar el cubo en la cabeza no es tarea fácil. Puedo confirmar de sobras que el papel que desarrolla a lo largo de su vida la mujer africana es muy duro. Doba reclamaba nuestra presencia con un "chicaaaaaas, nos vamoooooos". Fuimos andando hasta Bandafassi y repartimos caramelos a toda persona que se nos cruzara hasta agotar existencias. Al llegar a la entrada del pueblo se levantó un viento espantoso, Doba saludó a los conocidos que se encontró y rápido nos metimos en una cabaña para refugiarnos. Esa casa-cabaña debería de ser de alguien que Doba si sabía pero nosotras obviamente no teníamos ni idea. Al poco rato entró por la puerta la Rihana senegalesa, la chica moderna que habíamos visto el día antes en Éthiwar. ¡Carai, cuantas sorpresas hoy! Se llamaba Marie Clarie Keita, Marie para nosotras, y era la mujer más guapa que vimos en todo Senegal, además tenía una voz muy dulce y cuando hablaba, nosotras la mirábamos atentamente y abríamos al máximo los oídos, de echo siempre le dábamos conversación para escuchar su voz y entendiéramos o no, eso quedaba casi a un segundo plano, el caso era oírle hablar. Si no recuerdo mal tenía 29 años, cristiana y de etnia Bédik, natural de Bandafassi pero residente en Dakar por trabajo, era camarera en un restaurante. Conocimos también a su hija que tenía quince años y a una hermana de Marie que era bastante más jovencita que ella. Marie nos recordaba del día anterior por haber salido a bailar al corrillo de Éthiwar. Cuando paró el viento fuimos a dar una vuelta por el pueblo, Doba nos enseñó un huerto que había hecho la ONG Yaakar Africa con la que él colaboraba para integrar a las mujeres en el mundo laboral y que fueran económicamente independientes. Llegamos al campo de futbol donde jugaban un partido los locales contra unos universitarios de Dakar. La organización había preparado también un escenario con música donde los niños bailaban al son del danzakuduro. Al poco rato llegaron Marie y su hermana y yo ya estaba para variar con los niños. También andaba por ahí Harouna, que había dejado la timidez en casa y no paraba de tirarle los trastos a Núria. Una de las niñas intentaba enseñarme bailar danza africana pero a pesar de mi predisposición no hubo manera de poder aprender ni un solo paso, sin embargo yo les enseñé el baile de "El Pollo" y todos la aprendieron bien rápido, ya sabemos todos que los chavales son como esponjas.
 
BAILANDO CON LOS NIÑOS DE BANDAFASSI
 
El partido acabó y antes de irnos Doba nos dijo que esa misma noche hacían una fiesta al lado del campo de futbol y que habría disco. Quedamos con Marie y con Harouna que nos veríamos esa noche y nos fuimos al campamento. De camino volvimos a encontrarnos con Harouna que iba en moto y trataba de sorprender a Núria con el rugido del motor, que gracioso...a pesar de que insistía, lo simpatiquísimo que era hacía que los momentos que se ponía en modo pesado fueran divertidos. Llegamos al campamento que ya había oscurecido y mientras Leontine nos preparaba la cena nosotras aprovechamos para hacer el ritual de cada día, ducha y lavar ropa. Después de cenar tomamos unas Gazelle para hacer tiempo y llegó Harouna con su moto pero la aparcó y se marchó sin saludarnos. A los pocos minutos vino con un precioso bebé que era su sobrinita. Yo me volví loca y aprovechó que yo estaba con la nena para exprimir cada minuto con Núria a ver si al final caía. Fui con la niña colgando dentro de nuestra cabaña para coger un pareo. Al haber visto como colocan las mamás a sus bebés a la espalda y los atan yo quería ponerme a la nena igual y lo conseguí.
 
 
Al principio andaba con un poco de miedo pensando que se me podría caer pero luego ya me paseaba con ella por el campamento y la enana tan tranquila ahí conmigo. Cuando me quise dar cuenta Núria se había colgado a la espalda de Harouna imitándonos y tratando de atarse con una sábana, fue divertido.
 
HAROUNA Y NÚRIA
 
Doba vino a buscarnos pues ya nos íbamos a Bandafassi a buscar a Marie. Cuando llegamos a su casa ya estaba lista y de camino al lugar de la fiesta nos dijeron unos chicos que el generador de luz del pueblo se había estropeado y que iban a arreglarlo o a buscar uno a otro pueblo así que Marie nos llevó a tomar té a una zona comunitaria donde se reúne la gente del pueblo. Allí había de todo, gente durmiendo fuera de sus casas con esterillas en el suelo, gente vestida con sus mejores galas preparados para la fiesta, chicas que se peinaban las unas a las otras...y a Núria se le antojó que esas chicas le hicieran una trenza. Marie le dijo que ella sabía hacer trenzas que si quería mientras tomábamos el té le hacía una bien chula. Se puso a trenzarle el cabello y Núria casi lloraba del daño que le hacía al apretarle. Marie le dijo que aguantara, que era normal y que no le estaba apretando como realmente se hace. El resultado fue magnífico, le hizo una trenza Bédik preciosa.
 
TRENZA BÉDIK
 
Comenzó a llover y fuimos a refugiarnos a una cabaña que había enfrente y nos juntamos un montón de personas. Entre toda esa gente estaba el hermano pequeño de Marie que se llamaba Patrice. Sabía hablar español, nos dijo que lo aprendió en el colegio y que además pertenecía a una comunidad religiosa cristiana, que hacía un par de años había viajado a España donde pudo allí practicar el idioma y que le gustó muchísimo. Era un chico encantador, con un saber estar exquisito, muy dulce y amable. Como su hermana, él vivía en Dakar porque estaba acabando la carrera de derecho y estaban en Bandafassi de vacaciones por Semana Santa, en pocos días ambos marchaban de nuevo a la capital a retomar sus responsabilidades. Cuando la lluvia paró decidimos ir a la disco pues ya se oía música y aunque estábamos muy cansadas teníamos ganas de bailar un rato. Como es lo normal por el camino se notaba la ausencia de farolas y tan solo disponíamos de mi linterna y de la poca luz que daban algunas viviendas. Llegamos a la disco y pagamos 500 CFAs por la entrada. El lugar eran cuatro paredes con cuatro ventanas y una mesa con dos dj's que estaban medio estirados en las sillas. La gente poco a poco se iba animando a entrar e iban haciendo corrillos de baile. Yo mientras me movía un poco observaba a los chicos como bailaban, estaban todos de guasa. Vinieron dos mozos a animarnos un poco y luego entraron Doba y Harouna. El calor era asfixiante y al poco rato nos fuimos porque nos flaqueaban las piernas y aun quedaba un buen trozo de camino al campamento. A Marie la veríamos al día siguiente porque iba a venir a la cascada de Dindefelo con nosotros pero si que nos despedimos de Patrice y nos dimos los correos electrónicos para no perder el contacto. Por el camino fuimos cantando el "gurdu-gurdu" hasta hartarnos y rezamos por no encontrarnos ninguna vaca porque en la oscuridad nos llevaríamos un susto de muerte. Por fin en el campamento nos tumbamos en la cama al aire libre y disfrutamos del maravilloso espectáculo que nos brindaba en ese momento la vida, un cielo repleto de estrellas en el que no había hueco ni para una más.

viernes, 10 de mayo de 2013

UNA CULTURA DIFERENTE: KEDOUGOU-ÉTHIWAR (PAÍS BASSARI) 05/04/2013

Amanecimos con la llamada a la oración y los cantos de los gallos. Rápidamente recogimos los colchones del suelo y con el pijama fuimos a desayunar. El desayuno en cualquier lugar de Senegal siempre era lo mismo; pan con mantequilla, mermelada que normalmente era casera y tenía un sabor bastante fuerte, chocopain, y café, leche (siempre en polvo) o infusión. Hicimos las mochilas a la velocidad del rayo pues Doba ya había venido a por nosotras y hoy comenzábamos la ruta. Nos llevó bien temprano al mercado de la ciudad pero antes vimos los alrededores con sus paraditas. En algunos puestos las mujeres vendían llamativas telas traídas desde Guinea, eran telas para confeccionar trajes y habían infinidad de variedades en cuanto a calidad y tejido, pero todas estampadas y de colores vivos. En otra parte se juntaban los que vendían nueces de cola.
 
NUECES DE COLA
 
La nuez de cola tiene un alto contenido en cafeína, es un fruto duro de color rosa por fuera y blanco roto por dentro. Se puede masticar y tragar o simplemente masticar y tirarlo. Como siempre, yo estaba predispuesta a indagar y probar todo lo desconocido y esta vez no iba a ser menos. El vendedor de la parada me regaló una para que la degustara sabiendo que más tarde volveríamos para comprar un kilo pues las íbamos a regalar en los próximos días a los habitantes de los poblados ya que es costumbre que el visitante entregue algo a cambio. No se como les puede gustar tanto...tenía un sabor rancio y bastante fuerte, además, por más que masticaba se me hacía bola y no podía tragarlo. Opté por comportarme como una senegalesa más y escupir la nuez al suelo mientras Doba se reía. Siempre produce risa las reacciones de la gente ante algo desconocido ya sea de comida o cualquier otra cosa. Dispersados por todo el mercado habían unos vendedores con unos carritos y sombrillas de colores que vendían ropa y la tenían toda revuelta. Lo curioso de estos vendedores es que en lugar de gritar para captar clientes, tenían un megáfono entre toda la ropa que repetía automáticamente una y otra vez lo que estaban vendiendo. Nos adentramos en el mercado e íbamos viendo las paradas agrupadas por secciones, es decir como en España, las fruterías juntas, las carnicerías juntas... algunas paradas tenían su mesa bien puesta y exponían la mercancía mientras que otras era estilo "top manta", una sabanita en el suelo y los productos tal cual encima. Como cualquier otro mercado era un ir y venir de gente con un escenario lleno de color, pero este además tenía algo diferente, un olor peculiar. Quizás sería del pescado...allí la gran parte es pescado seco a no ser que sea del río que entonces si que es fresco, pero a parte que es difícil encontrar es muy caro. En las paradas de fruterías no podían faltar los tomates que en su mayoría eran pequeños y arrugados, las cebollas y los mangos.
 
FRUTERÍA EN EL MERCADO
 
También habían paradas que vendían productos de limpieza y menesteres del hogar. En una de esas paradas Núria compró una botella de Karité que es 100% natural y muchísimo más barata que en España. Las paradas de las carnes eran horribles. Tenían los pedazos colgados de ganchos a la vista de los clientes y para que engañarnos, también era el alimento de los insectos que andaban por allí. Entre tanta vuelta por el mercado Doba iba saludando a todo aquel amigo, familiar o simplemente conocido que se cruzaba a su paso y es algo a lo que ya nos teníamos que ir acostumbrándonos pues durante los cinco días de viaje fuera por donde fuera era algo muy común, de echo lo llegamos a comparar con una estrella de Hollywood porque era muy famoso. Todas las mujeres que iban a comprar al mercado están equipadas con una cestita de plástico de colores y allí guardan sus compras. Cuando nos cansamos de dar vueltas Doba nos llevó a una tiendecita de recambios de piezas para motos que estaba dentro del mismo mercado. La tienda era de un amigo suyo y a este amigo le hacían compañía otros hombres. Estaban todos tomando la fresca en la sombra a la espera de clientes y mientras tanto tomaban té. Varios de estos señores se levantaron de sus sillas y nos dejaron sentar a nosotras. Nos prepararon un poco de té y con mucho gusto lo bebimos. Uno de estos amiguetes tenía unos altavoces nuevos para ordenador que nos intentó vender y el fracaso obtenido le llevó a intentar vendérselos a cualquier transeúnte que pasaba por allí. Era hora de marcharnos y Doba nos dijo que iríamos a ver el rio que estaba cerca para observar como lavan las mujeres la ropa. Por el camino vimos la gran mezquita de Kedougou y un gran baobab que había al lado. El baobab es el elemento natural que identifica el país y lo consideran sagrado. En muchos baobabs se llevan a cabo reuniones de jefes para mejorar los aspectos sociales de la ciudad o poblado. También si ha habido algún problema entre familias se reúnen allí para solucionar los problemas. ¡Aiiiii si los baobabs hablaran...! Un sol radiante nos acompañaba durante el camino. Para llegar al rio tuvimos que atravesar una zona un poco desagradable. A ambos lados del se extendía lo que se le puede llamar el vertedero de la ciudad y por allí en medio vacas y ovejas pastaban gustosamente. No nos paramos a mirar mucho pero allí había de todo, desde cartones hasta pilas.
 
VERTEDERO
 
El problema de esto principalmente es que los habitantes no tienen ningún contenedor o cubo de basura en la calle donde tirar los deshechos, además hay que sumarle que toda su vida ha sido así y si se hiciera un proyecto de limpieza habría que concienciarlos, que no es tarea fácil. Realmente es un foco de insalubridad importante y más aun en época de lluvias cuando se forman los charcos y con la contaminación es un verdadero criadero de insectos varios. Mucha gente, sobre todo niños, andan descalzos rebuscando entre la basura, los animales que luego se comen se alimentan de la porquería que encuentran. Y por último, cuando el vertedero está a rebosar y quieren eliminar todo aquello entonces le prender fuego con el riesgo de que se descontrole y pueda salir ardiendo la mitad de África. Si yo fuera jefa allí, reuniría a todos mis secuaces en un baobab y plantearía este tema como algo muy serio y prioritario, al fin y al cabo es salud para todos. Desde lejos ya se oía un barullo de gente y golpes, eran las mujeres que estaban haciendo la colada en el río y golpeaban la ropa contra las piedras dicen que para lavarlo bien, cosa que yo no acabo de entender pues mi concepto de lavar es restregar o frotar y el de golpear contra una piedra es destrozar la ropa a corto plazo, peeeerooooo... yo solo he ido a mirar. En el rio había un ferry manual que iba de un lado a otro tirado por cuerdas. Nos subimos al ferry para probarlo y transmití de nuevo mi curiosidad, quería tirar de la cuerda para que la plataforma del ferry se moviera, y así entre unos cuantos fuimos y volvimos.
 
ENFRENTE EL FERRY Y A LA DERECHA LAS MUJERES CON LA COLADA
 
Se nos hizo la hora de comer, nos remojamos un poco en el rio y nos fuimos al campamento. Después de comer Núria y yo tuvimos una pelea bastante gorda, estaba un poco aburrida de sus contestaciones y yo jamás le replicaba con un "relájate eh?", simplemente callaba para no entrar en conflictos y en ese caso fui yo la que le contesté mal y ella me soltó un "tranquilízate, que siempre estás de mal humor y contestando mal, de haberlo sabido no hago el viaje", "pues ahí tienes la puerta" le dije yo...se levantó y se fue a la mesa de atrás. Yo me quedé un rato con Doba y me dijo que pasaría más tarde para recogernos y que ya marcharíamos hacia el País Bassari, así que ese ratito lo aproveché para hacer la siesta y quitarme el mal rollo que me había ocasionado aquella discusión con mi mejor amiga. Cuando me desperté ya era la hora de irnos, estaba Doba con un coche fuera así que cargamos las mochilas, obviamente Núria y yo sin dirigirnos la palabra. Antes quise ir al supermercado a comprar agua y el policía que estaba en ese momento en la comisaria se encontraba fuera en una silla echando la tarde viendo pasar la gente. Al pasar por delante me saludó y como a mi me encantaba relacionarme con los locales me quedé unos minutos hablando con él. La verdad que el chico era majete en todos los sentidos. Era alto y el uniforme le hacía la figura esbelta, desde luego iba bien apretado, yo creo que le iba así de ajustado para provocar al público femenino. La boina le daba un toque militar y escondía sus ojos tras unas gafas de sol efecto espejo. Me dijo que quería volver a verme y yo le dije que en cinco días volvía a Kedougou que pasaría a saludarle. Compré agua y volví corriendo al coche. El trayecto hasta Indar (Bandafassi) no fue muy largo. Núria y yo intercambiamos apenas cuatro palabras, la tensión se podía cortar con un cuchillo incluso. Llegamos al campamento donde íbamos a dormir los próximos dos días. Se llamaba Chez Leontine y lo llevaba una mujer muy agradable, Leontine. Tenía el campamento levantado en un terreno totalmente desnivelado pero era divertido ver las siete chabolas dispersadas una por aquí y otra por allá. En la entrada había un forager de donde sacaban agua los habitantes que vivían cerca y para los clientes del campamento, pues ese fue el primer día de tantos que nos ducharíamos tirándonos un cubo de agua por encima. Nos prepararon nuestra cabaña que era la número seis, dejamos todas las cosas y Núria dio el paso a la reconciliación. Doba nos informó que esa misma tarde en el poblado de Éthiwar estaban celebrando la fiesta de iniciación de los chavales y que si nos dábamos un poco de prisa llegaríamos a tiempo para verla, así que muy ilusionadas nos pusimos en marcha. Caminamos un rato viendo las canteras naturales de mármol que decoran el precioso paisaje del País Bassari. Comenzamos a ascender por las piedras, pues muchos poblados tanto Bédicks, como Bassaris y Peuls se encuentran aislados en la montaña. Antiguamente la población musulmana iba en busca de estas etnias minoritarias que eran y son animistas para convertirlos al islam y ellos que jamás han querido perder su cultura se fueron refugiando poco a poco en las más remotas montañas para no ser localizados. Hoy en dia algunos comparten el animismo con el cristianismo y son respetados con total libertad. Durante el camino hasta llegar arriba vimos como subían jóvenes con garrafas de 20 litros llenas de vino de palma, eso era fiesta asegurada...nos preguntábamos una y otra vez como eran capaces de poder llevar todo ese peso en la cabeza durante la media hora de subida, algo totalmente imposible para nosotras, que desde luego demostramos nuestra más absoluta admiración. Suerte que el sol no picaba pero de igual modo hacía mucha calor y cuando llegamos arriba tuvimos que sentarnos cinco minutos a descansar. La diferencia entre el guía y nosotras era abismal, Doba parecía tan tranquilo como si hubiera dado tres pasos y nosotras estábamos sudando a chorros y rojas como un tomate. Desde aquel momento el cuerpo pedía agua en abundancia y comenzamos a beber unos cuatro litros cada una por día, que curiosamente para la cantidad que bebíamos no hacíamos mucho pis pues todo el líquido lo expulsábamos por la piel, sudando. Cuando nos recuperamos nos metimos poco a poco entre los habitantes para ver que se cocía por ahí. Doba enseguida se paró con el jefe del poblado y nos lo presentó. Núria, que llevaba las nueces de cola le dio unas cuantas en muestra de agradecimiento por dejarnos estar allí con ellos. Nosotras, las únicas blancas, estábamos como auténticas turistas con las mochilas, las botas de montaña y la cámara de fotos colgada al cuello mientras que las mujeres allí estaban todas guapísimas con sus trajes de gala africanos, muy maquilladas y todas con grandes pendientes. Comenzamos a oír un grupo que cantaban y bailaban pero no era muy escandaloso hasta que más al fondo se oía a otro grupo que si que armaban mucho más jaleo y decidimos ir allí a mirar. Alguien nos dijo que no podíamos hacer fotos ni grabar pero otro guía amigo de Doba que andaba por allí nos dijo que no le hiciéramos caso a ese tipo, que podíamos hacer fotos y además podía meterme en la redonda de baile que habían hecho para bailar con ellos. Bueno...para que me dijo nada, que ya estaba sacando el móvil y diciéndole a Núria que me gravara mientras hacia el intento de baile con los locales. Marc, que así es como se llamaba este guía, les dijo algo en Bédick y vino una mujer en mi busca que me metió de inmediato en el corrillo y comenzamos las dos agarradas por la cintura a dar salto u brincos de un lado a otro mientras los de alrededor cantaban y miraban atónitos a la toubab descarada que se había atrevido a meterse allí en medio. La mujer con la que bailaba era bajita y gordita, estaba sudando como nunca y borracha como una cuba, pero era divertido ver como era ella la que me guiaba en el baile a pesar de que mis brazos iban por un lado y mis piernas por otro. Gritaba la canción como si no hubiera un mañana y yo al lado estaba apunto de perder la oreja. La mujer me soltó y vino un chico hacia mi que debió pensar: a ver si le puedo enseñar a la torpe esta el funcionamiento del baile. Me agarró por la cintura y señalándome el suelo me explicó que se trataba de levantar polvo pisando fuertemente en el suelo con el pie derecho. Levanté polvo, pero fue una mezcla de taconeao flamenco con baile bédick creo yo... fue agotador. Aun así me lo pasé en grande, me sentí muy integrada y sobre todo, pude sentir en mis carnes la cultura viva del poblado, ahora en lugar de sudor expulsaba felicidad por cada poro de mi piel. Mientras seguíamos mirando y alucinando con todo aquello, vimos entre las mujeres que andaba por allí una chica que nos llamó la atención. Iba vestida muy moderna. En lugar de llevar un traje africano llevaba unos tejanos ajustados y una camiseta ceñida de tirantes, además lucía el cabello recogido estilo Rihana hacia un lado. Tenía una cara preciosa y a pesar de que la vestimenta era más europea que africana nos resultó la más exótica y llamativa de todas. Una niña se me acercó e interrumpió mi atención con un saludo, me dio la mano y me dijo "ça va?" yo le dije "ça va bien,merci. Voulez-vous jouer?". Un tímido "oui" salió camuflado entre una inocente sonrisa de la pequeña y di por finalizado el momento espectador para dejar salir a la niña que llevo dentro. Le enseñé a ponerse en una postura encogida con los brazos hacia atrás para poder hacerle volteretas en el aire y se quedó alucinada. No paraba de reír y decirme que quería más, le había gustado mucho. Le hice un montón de volteretas hasta que mis riñones quedaron molidos y le dije que iba a descansar un rato y le invité a que se sentara a mi lado. La sorpresa fue enorme al ver que la nena esperó a que me sentara, me quitó la goma de pelo y se lio a hacerme trenzas. Yo estaba apunto de llorar. Entendí perfectamente que su manera de darme las gracias por haber jugado con ella era hacerme trencitas. Le pregunté como se llamaba, me dijo Susan y Susan me robó el corazón. Creo que fue uno de los momentos más bonitos que he vivido durante el viaje, cada vez que lo recuerdo me cae una lagrimita sin poder evitarlo.
 
SUSAN HACIÉNDOME TRENCITAS
 
Doba nos vino a buscar, empezaba a oscurecer y teníamos que bajar ya antes de que acabara de irse la luz por completo. Sentí como si me arrancaran de estar a su lado, mi niña, mi Susan. Me despedí de ella comiéndomela a besos y sabiendo que no la volvería a ver. A mitad de camino tuve que encender la linterna pues apenas quedaba muy poca luz y cuando llegamos abajo estaba todo completamente oscuro. Tan solo se podía ver a lo lejos algo de luz del comedor del campamento de Leontine. Nos duchamos en dos turnos con los cubos y reutilizando el agua lavamos algo de ropa. Doba nos aconsejó sacar la cama fuera de la cabaña porque el calor no nos iba a dejar dormir y nos echó una mano con el colchón. Dejamos la cama lista para cuando tuviéramos sueño, rezando no encontrarnos después ningún inquilino extraño entre las sábanas. Leontine nos había preparado la cena, unos deliciosos espagueti con una salsa de tomate senegalesa y algo de carne. Mientras cenábamos, observamos como revoloteaban los insectos alrededor de los únicos fluorescentes que habían diez metros a la redonda y allí se encontraba el invertebrado más grande que jamás he visto. Un saltamontes como la mitad de mi mano saltaba descontroladamente de un lado a otro. Si no fuera porque le veíamos saltar creo que lo hubiera confundido con un ñu, era gigante. En uno de sus saltos vino disparado hacia donde estábamos nosotros provocando un histerismo colectivo. Los platos, los vasos y todo lo que había encima de la mesa se movió cuando yo me levanté corriendo para huir, era muy joven para morir pensé...la verdad que era asqueroso, pero es lo que tiene estar en un ambiente rural, que los bichos son como un compañero de viaje más. Pudimos acabar de cenar tranquilamente, parece ser que el saltamontes se dio cuenta que entre él y nosotras no había feeling y desapareció. Después de cenar charlamos un rato con Doba y luego nos fuimos todos a dormir al compas de la canción que creamos entre los tres. ¡¡¡Yo quiero Gurdu-Gurdu, yo quiero Gurdu-Gurdu, yo quiero, Gurduuuuuu!!!